[…] Jesús dijo: “Donde dos o más están reunidos en mi nombre – que quiere decir en mi amor- allí estoy yo en medio de ellos”. Es una espléndida posibilidad ofrecida también a la familia, la de convertirse en sede de la presencia de Dios. Para una familia que vive así, nada de lo que sucede a su alrededor le es ajeno. Simplemente, siendo como es, tiene la capacidad de dar testimonio, anunciar, sanar el tejido social que la rodea, porque la vida habla y obra por sí misma. Por experiencia propia sé que una familia así sabe abrir las puertas y el corazón a las necesidades y a los dramas que afectan a la sociedad, a sus soledades y a sus marginaciones. Sabe incluso concretar y organizar la solidaridad en círculos cada vez más amplios, hasta llegar a promover acciones eficaces que influyen en las instituciones, impiden la aprobación de leyes y disposiciones equivocadas, orientan a los políticos. Por la presencia y la actividad de sus miembros en los distintos sectores de la sociedad, una familia así sabe también entablar un diálogo con las instituciones, recabar los recursos para cubrir necesidades concretas, crear la conciencia y las condiciones para políticas familiares adecuadas y para crear corrientes de opinión basadas en los valores. Creo que en el mundo no exista nada más hermoso que una familia así. Porque, preguntémonos, en el fondo ¿qué busca la Humanidad? La felicidad. ¿Dónde va a buscarla? En el amor, en la belleza, y con tal de obtenerla está dispuesta a cualquier cosa. Allí, en aquellas familias existe la plenitud del amor humano y la belleza del amor sobrenatural. Conozco familias así y son realmente maravillosas. Ejercen una gran atracción sobre todos. Aparentemente parecen familias como las demás, pero esconden un secreto, un secreto de amor: el dolor amado las une a Cristo que habita en sus casas, atraído por el amor recíproco que las une, y con ellas – con estas familias – Él está transformando el mundo. He querido compartir con ustedes estas reflexiones, que he recogido del fondo de mi corazón y de las experiencias de muchas, muchas familias. Querría suscitar en todos nosotros un compromiso concreto para trabajar con todos los medios posibles para el bien verdadero de la familia. En efecto, es demasiado importante la salud de la primera célula de la sociedad para los destinos de la Humanidad entera. “Salvar a la familia – escribió el gran escritor Igino Giordani – es salvar la civilización. La nación está compuesta por familias; si éstas perecen, también aquella vacila” Y añadió: “Los esposos se hacen colaboradores de Dios en el dar a la Humanidad vida y amor. […] Amor que de la familia se extiende a la profesión, a la ciudad, a la nación, a la Humanidad, propagándose como una onda en círculos concéntricos que llegan al infinito. Desde hace veinte siglos arde un anhelo revolucionario, encendido por el Evangelio, y pide amor”. Chiara Lubich Mira el video integral
Poner en práctica el amor
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