Impulsos audaces en favor del compromiso ecuménico. Católicos y luteranos pueden recorrer juntos el camino hacia una plena reconciliación. Transcurrieron 500 años desde el comienzo del movimiento reformador de Lutero. La conmemoración de este evento durará un año: desde el 31 de octubre pasado al 31 de octubre de 2017 (fecha simbólica, en que se recuerda la publicación, en 1517, en Wittenberg, de las 95 tesis de Lutero sobre las indulgencias y la justificación). Este año de conmemoración fue inaugurado en un encuentro en la catedral luterana de Lund, en Suecia, entre el Obispo Munib Younan, Presidente de la Federación luterana mundial y el Papa Francisco. En aquella ocasión, el Papa invitó a todos los cristianos, unidos por el Bautismo, a anunciar juntos la Palabra de Dios, poniendo fin a las controversias teológicas seculares que han separado a las dos Iglesias, y subrayando los dones comunes recibidos gracias al diálogo y a la recíproca escucha. La revista Nuova Umanitá dedicó el número 221 a este evento, con un Focus cuyo título es “Medio milenio después de Lutero” (que fue publicado en marzo de 2016). Fue escrito por Hubertus Blaumeiser, quien presenta el ensayo de un teólogo luterano Theodor Dieter, y el de un teólogo católico, Wolfgan Thönissen. El acontecimiento de Lund, de alcance histórico, estuvo precedido por el documento “Del conflicto a la comunión”, que se publicó en 2013, por la Comisión luterana-católica por la Unidad que trabaja en nombre de la Federación Luterana Mundial y del Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos. El texto indica cinco “imperativos ecuménicos” para superar definitivamente las causas de la controversia y vivir en la recíproca confianza una época de compromiso común. Primer imperativo: católicos y luteranos, unidos fuertemente por el Bautismo, deberían partir siempre desde la perspectiva de la unidad y no del punto de vista de la división, para reforzar lo que tienen en común, en lugar de subrayar y experimentar las diferencias. Las dos Iglesias, católica y luterana, en el curso de la historia se definieron por sus oposiciones. Ahora son necesarios, por el contrario, la experiencia, el aliento y la crítica recíprocos. De aquí se deriva el segundo imperativo: dejarse transformar continuamente por el encuentro con el otro y por el recíproco testimonio de fe, a través del diálogo, que abre a formas y grados diferentes de comunión. Tercero: comprometerse nuevamente en la búsqueda de la unidad visible, a elaborar y desarrollar juntos lo que esto significa como pasos concretos, y a tender constantemente hacia este objetivo. Cuarto: volver a descubrir juntos la potencia del Evangelio de Jesucristo para nuestra época. Y finalmente el quinto: la tarea misionera del ecumenismo será tanto mayor cuando nuestras sociedades sean más pluralistas desde el punto de vista religioso, por esto es necesario que juntos se dé un visible testimonio de la misericordia de Dios en el anuncio del Evangelio y en el servicio al mundo. Concluye el Informe: «Los inicios de la Reforma serán recordados de forma adecuada y justa cuando luteranos y católicos escuchen juntos el Evangelio de Jesucristo y se dejen nuevamente llamar para formar comunidad junto al Señor». La génesis y el desarrollo de este documento fue profundizado en el número 223 de Nuova Umanitá, dedicado especialmente a este paso decisivo para el ecumenismo. Sobre el camino del evento de Lund y como lógica consecuencia de la respuesta “teórica” dada al Consejo ecuménico de las Iglesias, a fines de febrero, en la Ciudadela de Ottmaring, caracterizada por una específica vocación ecuménica, la presidente y el copresidente de los Focolares, en nombre de todo el Movimiento, se comprometieron a testimoniar y a trabajar por la comunión entre las Iglesias más allá de las divisiones. «Como movimiento mundial, al que adhieren cristianos de muchas Iglesias y que por lo tanto ya vive la experiencia de un pueblo cristiano unido por el amor recíproco […] entrevemos en el encuentro de Lund un verdadero y exacto “kairos”, un signo de Dios para nuestra época, que impulsa a los cristianos a comprometerse aún más para que el testamento de Jesús, que todos sean uno, se realice».
Poner en práctica el amor
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