Ponerse a la escucha. Es ésta la actitud con la que Gabriela Melo y Augusto Parody del Centro internacional de los Focolares afrontaron el viaje que los llevaría a visitar a las numerosas comunidades del Movimiento esparcidas en América Latina. Y llegaron hasta Esmeraldas, en Ecuador, en la Costa Pacífica, un área donde la mayoría de la población es afro-ecuatoriana. El azul terso del cielo se confunde con el del mar y deja brillar como piedra preciosa el verde de la vegetación. Este paisaje encantador cambia de repente, apenas entramos en el área habitada, dejando lugar a aglomeraciones de tugurios de caña y zinc, especialmente en los barrios más marginados como Isla Bonita, Pampón, Puerto Limón. Numerosos niños juegan todo el día en la calle o en la playa, y cuando son adolescentes y jóvenes, si no se interviene a tiempo, se dedican a la droga, al alcohol, al pandillaje. Aquí en Esmeraldas, desde hace más de treinta años, la espiritualidad de la unidad echó sus raíces precisamente entre la población afro-ecuatoriana: familias, jóvenes, sacerdotes, niños, que han acogido el anuncio evangélico del amor recíproco, convirtiéndolo en ley de su propia vida. Una fuente de espiritualidad que encendió nueva esperanza, poniendo en marcha un sinnúmero de ideas y energías. Es lo que aconteció alrededor del P. Silvino Mina, también él afrodescendiente, quien a través del “Grupo Ayuda” formado en su parroquia, pudo intervenir en los casos más urgentes de niños y chicos de la calle. De aquí nació la exigencia de consolidar estas ayudas, dirigiéndose también a las Instituciones. Nació así Fundación Amiga (1992) y con ella una escuela para chicos en condición de especial vulnerabilidad, con la finalidad de volver más digna su vida y ayudarlos a afrontar su futuro, a través de adecuados programas educativos. Haciendo hincapié en su gran talento deportivo (Esmeraldas de hecho es conocida como cuna de los deportistas ecuatorianos), empezaron con una escuela de fútbol, luego se abrieron unos talleres artesanales gestionados por los mismos jóvenes que andaban por las calles. «Hoy en día la escuela acoge a unos 1.700 niños y adolescentes de los 3 a los 19 años – explica el P. Silvino – con un proyecto educativo de formación global, donde se trata de vivir lo que se aprende, involucrando a toda la comunidad educativa: estudiantes, docentes y padres de familia. Cada día se les brinda a todos los chicos una comida sustanciosa, que para muchos es lo único que pueden permitirse; vacunas y asistencia médica; educación a la salud y prevención del SIDA. Promovemos también el conocimiento de la cultura y de las tradiciones afro. Y esto no es todo». En efecto Ecuador es una encrucijada de culturas milenarias (Quito fue una de las dos antiguas capitales del Imperio Inca), donde se hablan varios idiomas amerindios (Quechua, Shuar, Tsafiki y otros). El esfuerzo del gobierno es precisamente el de recuperar comunidades, culturas y formas de religiosidad locales, para abrir con y entre ellas un diálogo que valore sus diversidades en una enriquecedora experiencia de interculturalidad. Esta misma palabra, interculturalidad, aparece hasta once veces en la nueva Constitución, aprobada en 2008. «Y si a esta exigencia socio-política – observan Gabriela y Augusto – se le agrega, tal como está sucediendo en Esmeraldas, el compromiso de vivir el Evangelio, se construyen comunidades en las que las distintas componentes étnicas, lingüísticas y religiosas encuentran espacio y dignidad, activando en la vida diaria un proceso de integración que se expande rápidamente. Proceso que sería una gran ventaja para ese gran laboratorio de interculturalidad que es Ecuador, un país que realmente puede ofrecer al mundo un modelo imitable y sustentable de encuentro y convivencia».
Poner en práctica el amor
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