El término “sistema” está quizás entre los más utilizados de nuestro lenguaje. Casi sin darnos cuenta, siempre aparece, ya sea que hablemos de elecciones administrativas, de totogol, de estrellas, de unidades de medida, de política, de irrigación, de las tareas de álgebra de los hijos, seguridad, transporte, atención médica o cadenas montañosas. Sencillo o complejo, nervioso o monetario, un “sistema” (proviene del griego siìstema, reunión, colección) está siempre en la boca de todos. En 1937, y en una forma más “sistemática” en 1945, un biólogo austríaco, Ludwig von Bertalanffy (Viena, 1901 – Búfalo, NY, 1972) fue el primero en enunciar la Teoría General de los Sistemas (TGS), un método de lectura e interpretación de todo el mundo existente: «Todo organismo es un orden dinámico de procesos recíprocamente interactivos». A su Teoría ha dedicado una escrupulosa atención el catalán Jordi Marjanedas, generación 1940, en su reciente volumen “Los desafíos de hoy a la luz de la Teoría General de los Sistemas” editado por Città Nuova. El texto va, desde las ciencias biológicas a la vida del universo, de la ecología a la antropología, de la historia a la ética, de las ciencias sociales a la religión, buscando en cada campo del saber elementos de integración y coherencia, según una visión unitaria de la persona y de la creación. ¿Dónde reside la importancia de la Teoría? El desarrollo de la ciencia moderna ha llevado a una proliferación de saberes parciales, fragmentados, hiper-especializados. Tanto que, irónicamente, el escritor G. K. Chesterton dice: «Llegará el día en que lo sabremos todo de nada». Esta fragmentación empaña la visión unitaria del todo. Por ejemplo, en la medicina, la persona no sólo es hígado o articulaciones, sino un conjunto armónico y unitario de espíritu, alma y cuerpo. En filosofía, se han sucedido innumerables teorías y sistemas “cerrados”, que pretendían explicar la totalidad de la realidad bajo un único significado (los totalitarismos son un ejemplo). El mismo Aristóteles, había admitido que: «El todo es más que la sencilla suma de las partes». A finales del ‘900, la sistemática se desarrolló a nivel universitario como la ciencia que tiene como fin buscar en las varias disciplinas el sentido unitario de la existencia, aun en sus múltiples dimensiones. De este modo, por ejemplo, el desarrollo científico no puede ser un fin en sí mismo, sino que ha de estar en función de un bien superior. Lo mismo vale para la relación entre las culturas, que ha de caracterizarse por el diálogo y el respeto recíprocos. Por eso –afirma Marjanedas- se debe subrayar la importancia de las relaciones constructivas con los demás en función de un bien total. «Es necesario abrirse y promover un diálogo sincero entre las personas y los grupos culturales diferentes». La actualidad de la Teoría consiste por lo tanto en su posible aplicación en todos los ámbitos. «La idea de sistema ofrece un instrumento para integrar y estructurar coherentemente la comprensión de las distintas disciplinas. La educación, por ejemplo, no puede referirse solamente a los valores científicos, sino también a aquellos éticos y a aquellos artísticos para lograr un desarrollo global de la personalidad, teniendo en cuenta la totalidad de los componentes del mundo educativo y los distintos roles de los estudiantes, profesores, padres de familia, personal administrativo y de la comunidad». «El pensamiento, en su acepción más noble y alta –escribe Jesús Morán en la presentación del libro de Marjanedas – está siempre abierto y en continua evolución, en una constante actualización. Éste capta la realidad y, sin por ello encerrarla en esquemas predeterminados y fijos, permite moverse en ella en una continua sensación de estupor, si bien está dentro del marco de un horizonte. La realidad es algo que nos precede y nos supera». La visión de la realidad como sistema puede ser no sólo un ejercicio intelectual, sino una propuesta de ponerse en juego, una aventura de continua humildad y creatividad. Es realmente un auténtico desafío. Un sacerdote regala el libro al Papa Francesco
Poner en práctica el amor
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