«En el mundo de hoy, tan globalizado e interdependiente, el diálogo parece la única vía para la supervivencia de la Humanidad. O luchamos los unos contra los otros hasta destruirnos recíprocamente o dialogamos; en efecto, sólo la apertura al otro y el diálogo crean vida y conducen a la vida, porque basan cada acción en el habernos reconocido hermanos, hijos de Dios. Y me parece captar que el Espíritu Santo está empujando un poco por todas partes a nuestras Iglesias en esta dirección: a dialogar para volver a encontrar la unidad rota durante los siglos, para dar, como cristianos, un testimonio común ante el mundo según la oración de Jesús: “Padre, que todos sean uno, para que el mundo crea” (Cf. Jn 17)». Así comienza María Voce, presidente del Movimiento de los Focolares, su articulada intervención. Inicia con su testimonio ecuménico personal hasta el encuentro con la espiritualidad de la unidad: «En los años ’60, a través de la experiencia de Chiara Lubich, que había tenido contacto con algunos cristianos miembros de la “Fraternidad de vida común” de Alemania», se abre, para el Movimiento, el diálogo ecuménico. Nace, en 1965, la ciudadela de Ottmaring (Alemania), en la que conviven católicos y evangélicos». Durante el Concilio Vaticano II, Chiara entra en contacto con algunos Observadores de otras Iglesias.Inician así las “Semanas ecuménicas”, en las que, anualmente, cristianos de diferentes Iglesias nos comunicamos recíprocamente las experiencias de la Palabra vivida, poniendo el acento, sobre todo, en el Mandamiento nuevo de Jesús: “Ámense los unos a los otros como yo les he amado” (Jn 13,34). En el histórico encuentro del 13 de junio de 1967 entre el Patriarca ecuménico Atenágoras I y Chiara Lubich, María Voce se encontraba en Estambul, en Turquía, como responsable del Movimiento a nivel local. «Ése fue el primero de 25 encuentros que Chiara tendrá con aquella gran figura carismática. Atenágoras se declara “su discípulo” y desea un focolar en Constantinopla». Seguirán otros encuentros ecuménicos importantes. «Cristianos de las más variadas Iglesias han querido compartir la espiritualidad de la unidad y muchos se han sentido llamados a las diferentes vocaciones específicas del Movimiento, aun permaneciendo cada uno y cada una bien insertados en su propia Iglesia». María Voce, en efecto, recuerda «El diálogo no se realiza entre las culturas, sino entre las personas. O mejor dicho, se vive en diálogo». Y añade: «El fundamento del diálogo es Dios, Dios que es amor y Padre de todos nosotros y que nos hace a todos hijos en el Hijo, a todos hermanos, a todos una única familia. Desde el principio, Chiara hizo de la oración de Jesús “Que todos sean uno” – que podemos traducir en “hacer de toda la Humanidad una única familia” – el objetivo de su vida y ha invitado a millones de personas, en el mundo entero, a comprometerse a vivir para realizarla». Para los Focolares, por lo tanto, «el diálogo es un estilo de vida, una cultura nueva, que el Movimiento puede y quiere ofrecer a los hombres y a las mujeres de hoy». Y que debe ser «sostenido y sustanciado por la misericordia, por la compasión, por la caridad». María Voce cita a Chiara Lubich que, en 1970, escribió: “Si nosotros no tenemos la caridad, no tendremos la luz de Dios y el diálogo, cualquier diálogo, puede resultar estéril, infructuoso»[i].Y, siempre Chiara Lubich: «Quien está a mi lado ha sido creado como un don para mí y yo he sido creada como un don para quien está a mi lado. En la Tierra, todo está en relación de amor con todo: cada cosa con cada cosa. Pero es necesario ser el Amor para encontrar el hilo de oro entre los seres »[ii]. La presidente de los Focolares, después, ilustra el así llamado “arte de amar”, que se resume en pocos puntos: amar a todos, amar siempre, ser los primeros en amar, “hacerse uno” con el otro (Cf. 1Cor 9,22). «De esta manera el prójimo se siente comprendido, aceptado, aliviado». (Primera parte) [i] C. LUBICH, Discurso a los focolarinos,1970. Texto no publicado cit. por Vera Araujo, Il quinto dialogo del Movimento dei Focolari. Cosa è, cosa vuole, cosa fa, 7 [ii] C. LUBICH, Escritos Espirituales 1, “El atractivo de nuestro tiempo”, Ciudad Nueva, Madrid 1995, 134.
Poner en práctica el amor
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