«Vivimos en un tiempo de “cambio radical”, de dolorosa gestación de un mundo nuevo. Pero se necesita un alma: el amor.
(…) El amor –lo constato siempre estando en contacto con individuos y grupos de religiones, etnias y culturas diversas –está inscrito en el ADN de cada hombre. Es la fuerza más potente, fecunda y segura que nos puede unir a la humanidad entera. Pero exige un vuelco total de los corazones, de la mentalidad, en las decisiones.
Por otro lado forma parte del sentir común de la vida internacional la necesidad de hacer una nueva lectura desde la reciprocidad, uno de los puntos cardinales de las relaciones internacionales.
Estos son los tiempos en los que cada pueblo está llamado a ir más allá de sus fronteras para mirar más lejos, hasta amar la patria del otro como la propia.
Reciprocidad entre los pueblos significa entonces superar la lógica de antiguas y nuevas alineaciones o explotación, estableciendo en cambio relaciones con todos que no estén basadas en condiciones o intereses, porque miran al otro como a sí mismo, como parte de la misma humanidad, es en esta línea que se puede plantear el desarme, el desarrollo, la cooperación.
Nacerá una reciprocidad capaz de hacer de cada pueblo, también del más pobre, un protagonista de la vida internacional, al compartir pobrezas y riquezas. No sólo en las emergencias, sino en la cotidianidad. Identidad y potencialidad se desarrollarán precisamente poniéndolas a disposición de los otros pueblos, en el respeto e intercambio recíprocos.
Entonces sí, si individuos y gobernantes hacemos nuestra parte, podremos soñar en componer una única comunidad planetaria.
¿Utopía? El primero en lanzar la globalización fue Jesús cuando dijo: “Que todos sean uno”. No sólo, nos hizo capaces de ese amor que tiene la fuerza de recomponer la familia humana en la unidad y en la diversidad.
Después basta abrir los ojos: en el mundo están diseminados muchos “laboratorios” de esta “humanidad nueva”. ¿Quizás ha llegado la hora de proyectarlos a escala mundial?»
(Tomado de “El planeta en la encrucijada”, publicado en Città Nuova el 13 de julio de 2001)
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