“Desde Roma ha difundido al mundo el ideal de la fraternidad universal”: son éstas las palabras que la Administración capitalina, a nombre de toda la ciudad, quiso poner en la placa que dedica la Estación Vía Libia del Metro (Línea B1) a Chiara Lubich.
La ceremonia de develación de la placa tuvo lugar delante de una pequeña multitud el 14 de marzo, con ocasión del quinto aniversario del nacimiento al cielo de la Fundadora de los Focolares, quien no vivía lejos de allí cuando el Movimiento daba sus primeros pasos en la Capital; a esta circunstancia se refiere la Presidente Maria Voce: “Bella (…) la elección de esta barriada donde, por 15 años Chiara vivió momentos de mucha luz – mientras se definían las líneas y la fisionomía de una Obra de Dios – y momentos de mucho dolor- mientras la Iglesia estudiaba y evaluaba el Movimiento”.
El alcalde Gianni Alemanno, en su intervención en el Congreso “Chiara Lubich, carisma, historia, cultura” quiso poner en evidencia la unidad del mensaje de esta iniciativa y la elección del Arzobispo de Buenos Aires para el trono pontificio: “Hoy realizamos un gesto sencillo, develamos una placa. Un recuerdo de Chiara para las muchas personas que pasarán por acá y un recuerdo de este itinerario de fe, que contribuye al nuevo humanismo del que hay tanta necesidad. La elección de un Papa que llega del sur del mundo es una señal clara: nosotros saldremos de la crisis económica y moral en la que nos encontramos sólo a través de una gran elección de la humildad y la sencillez”; después, a lo largo de la ceremonia de develación de la placa, las palabras del Alcalde subrayaron otra “profunda relación” de Chiara Lubich “con Roma, cuando desde el corazón del barrio Trieste ha actuado, pensado, escrito y transmitido su mensaje”.
Esta relación con la ciudad de Roma fue sellada con la entrega de la Ciudadanía Honoraria a la Fundadora de los Focolares el 22 de enero de 2000, día de su octogésimo aniversario de su cumpleaños; en esa ocasión, recordó María Voce, Chiara expresó toda su “pasión y compromiso de dedicarse más y mejor a la Ciudad Eterna, esta ciudad única, símbolo de la unidad y la universalidad, para que corresponda a su vocación”. Un compromiso profundo y concreto en la cotidianidad de cada uno.
“En el mensaje de Chiara Lubich –prosigue la Presidente- encontramos pistas interesantes que ella toma del Evangelio: el amor vivido es la fuerza propulsora de la historia, pero es necesario “saber amar” según ese arte exigente y comprometedor que ama a todos, es el primero en amar, se hace uno con el otro, sabe perdonar… Y esto empezando con quien nos rodea: en la familia, en el condominio, en el barrio, por la calle, en los lugares de estudio, de trabajo, de reunión, incluso en el Parlamento, y también en la estación del metro, continua encrucijada de personas, símbolo del anonimato”.
Me remita a una de las páginas más significativas de Chiara: “He aquí el gran atractivo del tiempo moderno: sumirse en la más alta contemplación y permanecer mezclado con todos, hombre entre los hombres”; “perderse en la muchedumbre para informarla de lo divino, como se empapa una migaja de pan en el vino”; “trazar sobre la multitud estelas de luz”; “compartir con el prójimo la deshonra, el hambre, los golpes, las breves alegrías”. “Porque el atractivo de nuestro tiempo, como el de todos los tiempos, es lo más humano y lo más divino que se pueda pensar: Jesús y María, El Verbo de Dios, hijo de un carpintero, la Sede de la Sabiduría, ama de casa”.
Al agradecer al Alcalde Alemanno, a la Administración capitalina y a todos los participantes por la linda iniciativa, María Voce auguró que de la misma surja “la inspiración para vivir por doquier la vocación plenamente humana y plenamente espiritual de esta amada ciudad de Roma, y encender en ella pequeños fuegos de luz, de esperanza, para el bien de todos”.
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