Movimiento de los Focolares

31 de octubre: día de la Reforma

Oct 31, 2013

Muy próximos a los 500 años de la Reforma protestante con la experiencia de 50 años de diálogo teológico entre católicos y luteranos. El testimonio de Heike Vesper, focolarina luterana, a partir del reciente documento “Del conflicto a la comunión”.

El 31 de octubre de 1517, en Wittenberg, ciudad universitaria de Alemania, el profesor de teología Martín Lutero expone 95 tesis sobre las indulgencias “por amor a la verdad y con la premura de examinarla, de profundizarla”. Esta fecha marca el inicio de la “Reforma protestante”, y la consecuente división dentro de la iglesia de occidente.

Desde entonces han pasado casi 500 años, y aquel momento de la historia ya no se considera sencillamente como un momento oscuro. Es más, se celebra el aniversario con la experiencia de 50 años de diálogo teológico entre católicos y luteranos. El pasado 21 de octubre, una delegación de la Federación Luterana Mundial fue recibida por el Papa Francisco, a quien le entregaron el último fruto del diálogo teológico, que lleva el significativo título: “Del conflicto a la comunión. La interpretación luterano-católica de la reforma en el 2017”.  En la ocasión, el Papa subrayó sobre todo el compromiso de progresar en el ecumenismo espiritual que constituye “el alma de nuestro camino hacia la plena comunión”, y “nos permite pregustar desde ya algunos frutos, aunque todavía imperfectos”.

¿Cómo podemos transmitir ese algo necesario para una vida con Dios, por lo que vale la pena luchar? ¿Cómo podemos transmitir a nuestros contemporáneos las tradiciones para que sostengan la intensa vida cristiana sin excavar nuevas trincheras? Son las preguntas que se plantean en el documento “Del conflicto a la comunión”. De ello hablamos con Heike Vesper, focolarina luterana de Alemania, quien actualmente reside en Italia y colabora con el Centro Uno, la secretaría del Movimiento de los Focolares para el ecumenismo.

«Desde hace 35 años vivo la espiritualidad de la unidad junto a mis amigos católicos, ortodoxos, anglicanos y reformados. De esta forma he conocido a personas de otras Iglesias y su vida con Dios. Es un enriquecimiento extraordinario. Me sorprende la grandeza de Dios y la acción del Espíritu Santo que mi iglesia, sola, no podría expresar. Tenía alrededor de veinte años, ya conocía desde hacía algunos años el Movimiento de los Focolares, cuando entendí que Dios me llamaba a dar un testimonio de unidad posible, precisamente por la diversidad que llevaba a la comunidad. A pesar de los temores y de las diferencias que notaba con respecto a los católicos, tuve el valor de adherir al llamado de Dios y entré en una comunidad de los Focolares en Lipsia. La experiencia de estos años ha sido precisamente lo que el Papa subrayó el 21 de octubre en el encuentro con los luteranos: “En la medida en que nos acercamos con humildad de espíritu a nuestro Señor Jesucristo estamos seguros de que nos acercamos también entre nosotros y en la medida en que invocamos del Señor el don de la unidad, estamos seguros de que Él nos conducirá de la mano y Él será nuestro guía”.

No han faltado las dificultades, las perplejidades ante algunas formas de la tradición católica desconocidas para mí. Al recomenzar, siempre he sentido que tenía que mirar lo que teníamos en común y a menudo lo encontré allí donde no me lo esperaba. Esto me animó a dejarme guiar por Jesús, por Jesús en medio nuestro. La primera de las 95 tesis de Lutero sobre las indulgencias dice: “El Señor y maestro nuestro Jesucristo, diciendo «Hagan penitencia», quiere que toda la vida de los fieles sea una penitencia”. Esto quiere decir ser capaces de perdonar. Dios me da continuamente una nueva oportunidad, porque Jesús en la cruz toma también todos mis fracasos, los de cada hombre. Es ésta mi “penitencia”: ¡ser capaz de olvidar, de reconciliarme!

El documento “Del conflicto a la comunión” termina con cinco imperativos ecuménicos que invitan a católicos y a luteranos a reflexionar sobre las perspectivas de la unidad, para dar visibilidad al Cuerpo de Cristo. Lo confirma mi experiencia en el Movimiento de los Focolares:

  •  “partir de la perspectiva de la unidad y no del punto de vista de la división, con el fin de reforzar lo que se tiene en común, aunque sea más fácil descubrir y experimentar las diferencias”
  •  “dejarse transformar continuamente por el encuentro con el otro y por el testimonio recíproco de fe”
  •  “comprometerse a buscar la unidad visible, a elaborar y desarrollar juntos lo que ello comporta”
  • “redescubrir conjuntamente la potencia del Evangelio de Jesucristo para nuestro tiempo”
  •  “dar testimonio juntos de la misericordia de Dios en el anuncio del Evangelio y en el servicio al mundo”

Acercándome a la Palabra de Dios quisiera poder experimentar y afirmar con Lutero: «Entonces me sentí literalmente renacido e introducido a través de las puertas del paraíso abiertas de par en par. Repentinamente toda la Escritura adquirió para mí un nuevo rostro. Más tarde leí El Espíritu y la letra, de San Agustín, donde, contra toda esperanza, descubrí que también él interpretaba la justicia de Dios de forma similar, como la justicia con la que Dios nos reviste cuando nos justifica».

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