Movimiento de los Focolares

Abril 2015

Mar 29, 2015

«Me he hecho todo a todos» (1 Co 9, 22).

En su primera carta a la comunidad de Corinto, de la que está tomada la Palabra de vida de este mes, Pablo debe defenderse de la escasa consideración que muestran ciertos cristianos respecto a él, los cuales ponían en duda o negaban su identidad de apóstol. Después de haber plenamente reivindicado este derecho por haber «visto a Jesucristo» (cf. 9, 1), Pablo explica el porqué de su comportamiento humilde y modesto, que lo lleva a renunciar a cualquier compensación por su trabajo. Aun pudiendo hacer valer su autoridad y derechos como apóstol, prefiere hacerse «esclavo de todos». Esta es su estrategia evangélica.
Se hace solidario con cualquier categoría de personas hasta convertirse en uno de ellos, con el fin de llevar allí la novedad del Evangelio. Hasta cinco veces repite «me he hecho» uno con el otro: con los judíos, por amor a ellos, se somete a la ley mosaica a pesar de no considerarse vinculado a ella; con los no judíos, que no siguen la ley de Moisés, también él vive como si no tuviese la ley mosaica, aun cuando sigue una ley exigente, Jesús mismo; con aquellos a los que llaman «débiles» –probablemente cristianos escrupulosos, que se planteaban el problema de comer o no las carnes inmoladas a los ídolos–, también él se hace débil a pesar de ser «fuerte» y de sentir una gran libertad. En una palabra, se hace «todo a todos».
Cada vez repite que actúa así para «ganar» algunos a Cristo, para «salvar» a toda costa al menos a alguno. No se hace ilusiones, no tiene expectativas triunfalistas, sabe bien que sólo algunos responderán a su amor; y no obstante, ama a todos y se pone al servicio de todos siguiendo el ejemplo del Señor, que vino «a servir y a dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20, 28). ¿Quién se ha hecho uno con nosotros más que Jesucristo? Él, que era Dios, «se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres». (Flp 2, 7).

“Me he hecho todo a todos”

Chiara Lubich hizo de esta palabra uno de los puntos clave de su «arte de amar», sintetizado en la expresión hacerse uno. En ello vio una expresión de la diplomacia de la caridad. Dejó escrito: «Cuando uno llora, debemos llorar con él. Y si ríe, gozar con él. Así se reparte la cruz, al ser llevada por muchos hombros, y se multiplica la alegría, compartida por muchos corazones. […] Hacerse uno con el prójimo por amor a Jesús, con el amor de Jesús, hasta que el prójimo, dulcemente herido por el amor de Dios en nosotros, quiera hacerse uno con nosotros, en un intercambio recíproco de ayudas, ideales, proyectos y afectos. […] Esta es la diplomacia de la caridad, que tiene muchas expresiones y manifestaciones de la diplomacia ordinaria, por lo cual no dice todo lo que podría decir, pues no le gustaría al hermano y no le agradaría a Dios; sabe esperar, sabe hablar y sabe llegar a la meta. Divina diplomacia del Verbo, que se hace carne para divinizarnos»[1].
Con fina pedagogía, Chiara identifica también los obstáculos cotidianos que se interponen en el hacerse uno: «A veces son las distracciones, otras veces el deseo inoportuno de expresar precipitadamente nuestra idea, de dar un consejo a destiempo. En otras ocasiones estamos poco dispuestos a hacernos uno con el prójimo porque no creemos que comprenda nuestro amor, o nos vemos frenados por otros juicios con relación a él. Otras veces el obstáculo que nos lo impide es un interés oculto de conquistarlo para nuestra causa». Por eso «es totalmente necesario cortar o posponer todo cuanto llene nuestra mente y nuestro corazón para hacernos uno con los otros»[2]. Es, pues, un amor continuo e incansable, perseverante y desinteresado, que se encomienda a su vez al amor de Dios, más grande y potente.
Son indicaciones valiosas que podrán ayudarnos a vivir la Palabra de vida de este mes, a ponernos a escuchar sinceramente al otro, a comprenderlo desde dentro, a identificarnos con lo que vive y lo que siente, compartiendo sus preocupaciones y alegrías.

“Me he hecho todo a todos”

No podemos interpretar esta invitación evangélica como una llamada a renunciar a nuestras convicciones, como si aprobásemos de modo acrítico cualquier modo de actuar del otro o no tuviésemos una propuesta de vida o un pensamiento propio. Si hemos amado hasta el punto de convertirnos en el otro, y si lo que compartimos ha sido un don de amor y ha creado una relación sincera, podemos y debemos expresar nuestra idea, aunque quizá pueda caer mal, pero permaneciendo siempre en actitud del más profundo amor. Hacerse uno no es señal de debilidad, no es buscar una convivencia tranquila y pacífica, sino expresión de una persona libre que se pone al servicio; requiere valentía y determinación.
Es importante también tener presente la finalidad del hacerse uno.
La frase de Pablo que vamos a vivir este mes continúa, como ya hemos mencionado, con la expresión: «…para ganar, sea como sea, a algunos». Pablo justifica su «hacerse todo» con el deseo de llevar a la salvación. Es la vía libre para entrar en el otro, para hacer que aflore plenamente el bien y la verdad que ya habitan en él, para quemar posibles errores y depositar la semilla del Evangelio: una tarea que para el Apóstol no conoce límites ni excusas, a la cual no puede faltar porque se la ha encomendado Dios mismo, y que debe cumplir «sea como sea», con esa inventiva de la que sólo el amor es capaz.
Esta intención es la que otorga la motivación última a nuestro hacernos uno. También a la política y al comercio les interesa acercarse a las personas, entrar en su pensamiento, entender sus anhelos y necesidades, pero siempre buscan un interés. En cambio, «la diplomacia divina –sigue diciendo Chiara– tiene esto de grande y de propio, tal vez sólo suyo: que se mueve por el bien del otro y, por tanto, está desprovista de toda sombra de egoísmo»[3].
Así pues, hacerse uno para ayudar a todos a crecer en el amor y así contribuir a realizar la fraternidad universal, el sueño de Dios sobre la humanidad, el motivo por el que Jesús dio la vida.

Fabio Ciardi

 

[1] «Diplomacia», en Meditaciones, Ciudad Nueva, Madrid 1964, 200710, pp. 82-83.
[2] La vida, un viaje, Ciudad Nueva, Madrid 1984, 19942, p. 63.
[3] «Diplomacia», en o. cit., pp. 83-84.

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