La ciudad de Como se ha destacado en las noticias por el cuantioso flujo de refugiados que, obligados a desviar de otra rutas por muros y alambres de púa, intentan cruzar Suiza para alcanzar los países del norte de Europa en búsqueda de fortuna o para reagruparse con familiares que los precedieron. El trayecto que deben recorrer, a pie o en algún medio de transporte, es realmente breve, pero en la frontera hay controles muy rigurosos y la regla son las devoluciones. Crece así el número de personas acampadas, en espera de la ocasión propicia para esquivar los controles: son hombres y mujeres, familias con niños pequeños, menores no acompañados. El Obispo, Mons. Coletti, a través de un llamado dirigido a la ciudad, pidió que todos aceptaran el desafío de la acogida y se dirigió, de manera especial, a la comunidad eclesial invitándola a poner en práctica las obras de misericordia, en el Jubileo de la Misericordia. Una oportunidad de comunión y crecimiento. «Sentimos que esta invitación nos interpelaba también a nosotros – cuentan los miembros de la comunidad local de los Focolares – y en seguida nos movilizamos, poniéndonos a disposición de Cáritas diocesana que estaba en primera línea en la organización de las ayudas. A través de la red de nuestra comunidad surgió una respuesta con efecto cascada que ha involucrado a personas que nos son cercanas: familiares, amigos, conocidos. Se trata de recoger alimentos, frazadas y otros productos de primera necesidad, de cubrir los turnos de servicio dedicados a la acogida de los migrantes, al acompañamiento a las duchas y al comedor, a la distribución de los alimentos, a la cocina, al aseo. De noche se sirven hasta quinientas comidas. Se cruzan miradas perdidas, asustadas, agradecidas, a veces todavía desconfiadas. Es difícil comunicarse con quienes hablan idiomas desconocidos. Pero el mismo hecho de estar ahí, cansados y transpirados como todos, brindando un plato con una sonrisa, tratando de comprender con los gestos si les gusta, codo a codo con otros voluntarios que, como nosotros, se pusieron en juego por los hermanos refugiados, nos hace sentir parte de una gran familia». Una persona de la comunidad que presta servicio en el comedor, escribe: «Me impactó la fe, el fervor de los cristianos coptos en la oración de agradecimiento antes y después de la comida». Y luego: «En el hermano refugiado que acompañamos a las duchas y que servimos en las mesas, mirándolo a los ojos, reconocemos a Jesús que nos dice: “¡Soy Yo…!». Y sigue: «Después de una noche pasada al servicio, compartiendo la experiencia con otros voluntarios de las más variadas extracciones, se vuelve a casa con el corazón repleto de sentimientos y propósitos». En ocasión de la fiesta del santo patrono de la ciudad de Como se vivió una tarde especial en una basílica abarrotada, con la presencia del Obispo y de las autoridades locales, con la participación de los refugiados cristianos eritreos, etíopes, somalíes y una representación de los más de 500 voluntarios. «La lectura del texto del Evangelio del juicio universal, en italiano, inglés y tigriña, suscitó una gran emoción – cuentan –. Padre Claudio, misionero comboniano de nuestra comunidad, que vivió más de 30 años en esos países y por lo tanto conoce sus idiomas y dialectos, trabaja desde hace semanas para asistir a las personas acampadas cerca de la estación. El Obispo le pidió que se encargara de acompañarlos espiritualmente, poniendo a disposición la misma Basílica. Jesús vino hoy a visitarnos en estos hermanos refugiados y quisiéramos, no sólo acogerlo, sino también responder de forma concreta y organizada». Fuente: Movimiento de los Focolares Italia
Poner en práctica el amor
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