Durante la Escuela para la Inculturación surgieron algunas preocupaciones acerca de aquellos aspectos de la modernidad que pueden dejar en la sombra los valores fundamentales de las culturas africanas. Sin embargo, no se puede detener el desarrollo. Según su opinión, ¿cuál es el camino para salvar los valores contenidos en las tradiciones? «En efecto también yo considero que no se puede evitar el desarrollo. Incluso la cultura de la tradición en las culturas africanas se mantiene siempre en evolución. Sin embargo, la modernidad deja penetrar en las tradiciones africanas el materialismo, el individualismo, la primacía del dinero y el capitalismo. No quiero decir que la plata es un mal en sí misma, pero su uso errado nos hace olvidar nuestra humanidad, lo que en África llamamos “ubuntu”. Pero la modernidad contiene también aspectos positivos, como la democracia, los derechos humanos, el pluralismo que nos permite acoger al otro y la diversidad. En algunos países africanos nos matamos porque no se permite el pluralismo; existe un “yo colectivo” que es muy peligroso. En este sentido el respeto a la individualidad – un valor de Occidente – no parece totalmente negativo, porque si quiero huir del “yo colectivo”, necesito una buena dosis de individualismo. En fin, yo opino que hace falta un equilibrio entre individualismo y pluralismo. Es importante tomar conciencia de ello y reflexionar, aunque no sea suficiente. Pienso que debemos iluminar la cultura africana contaminada por los valores negativos de la modernidad. Creo que a este punto es necesaria una intervención del cristianismo, que muestra al otro como mi camino hacia la santificación. El Evangelio nos invita a poner el dinero en un segundo plano. Jesús pone en primer lugar al ser humano, al prójimo. Para mí esto es importante, me parece el camino para salvar los valores universales contenidos en las tradiciones». ¿Cuál es la impresión que se lleva de estos días? ¿Cuáles desafíos quedan por afrontar en la vida cotidiana de los pueblos africanos? «A través de una simple situación que viví, sentí que en estos días yo podía volver a nacer, como Nicodemo. Fue mi inicio en la Escuela para la Inculturación. La segunda impresión fuerte fue ver a las personas que están aquí. Descubrir que África es plural, que existe “la pluralidad de las Áfricas”. Me daba ganas de conocer a cada uno, comprender cómo vive; hablar con un camerunés, que es muy distinto de un burundés, un ruandés o un etíope. Aquí experimenté la pluralidad de África. Sin embargo, como africanos, coincidimos en ciertos valores comunes como la solidaridad, la familia y las relaciones familiares, la comunión, la centralidad de la educación de nuestros hijos; todo esto es importante para nosotros africanos, aunque seamos muy distintos. Para mí, el desafío para superar las guerras internas, pasa por la encarnación de las palabras del Evangelio en lo cotidiano, en la vida socio política. Es el desafío que parte de estos días. Volviendo a casa, ¿cómo nos comportaremos con los que son distintos de nosotros? ¿Cómo nos comportaremos con nuestros enemigos? ¿Con las personas que no son de mí mismo partido político, que no me aprecian? ¿Seré capaz de amarlos? ¿Seré esta “luz blanca” del Evangelio, en las realidades sociales, políticas, en las incomprensiones que persisten entre los distintos grupos de la misma nación? Éste es el compromiso que me llevo: el desafío de este tiempo para derrotar los grandes problemas de África». Por Irena Sargankova
Poner en práctica el amor
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