Movimiento de los Focolares

agosto 2009

Jul 31, 2009

«Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo». (Jn 13, 1)

¿Sabes cuándo aparece esta frase en el Evangelio? La escribe San Juan el evangelista antes de que Jesús se disponga a lavar los pies a sus discípulos y se prepare para su pasión.
En los últimos momentos que vive con los suyos, Jesús manifiesta de una manera suprema y más explicita el amor que desde siempre sentía por ellos.

«Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo».

Las palabras “hasta el extremo” significan hasta el final de su vida, hasta el último aliento. Pero también indican la idea de la perfección. Quieren decir: los amó completamente, totalmente, con una intensidad extrema, hasta el culmen.
Los discípulos de Jesús permanecerán en el mundo mientras que Jesús estará ya en la gloria. Se sentirán solos, tendrán que superar muchas pruebas; precisamente para cuando lleguen esos momentos, Jesús quiere que estén seguros de su amor.

«Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo».

¿No percibes en esta frase el estilo de vida de Cristo, su modo de amar? Lava los pies a sus discípulos. Su amor lo lleva a realizar hasta ese servicio que en aquel tiempo estaba reservado a los esclavos. Jesús se está preparando para la tragedia del Calvario, para dar a los suyos y a todos, además de sus extraordinarias palabras, de sus mismos milagros, de todas sus obras, incluso la vida. Lo necesitaban; es la mayor necesidad que tiene todo hombre: ser liberado del pecado, que significa de la muerte, y poder entrar en el Reino de los Cielos. Debían tener paz y alegría en la Vida que ya no acaba.
Y Jesús se ofrece a la muerte, gritando el abandono del Padre, hasta tal punto que al final puede decir: «Todo está cumplido».

«Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo».

Hay en estas palabras la tenacidad del amor de un Dios y la dulzura del afecto de un hermano.
Nosotros, los cristianos, también podemos amar así, porque Cristo está en nosotros.
Sin embargo, ahora no quisiera proponerte que imites a Cristo en el morir por los demás (cuando era su hora); no quisiera ofrecerte como modelos necesarios al Padre Kolbe, que muere por un hermano prisionero, ni al Padre Damián, que haciéndose leproso con los leprosos, muere con ellos y por ellos.
Puede ser que a lo largo de tus años, nunca se te pida ofrecer tu vida física por los hermanos. Pero lo que sin duda Dios sí te pide es que los ames hasta el fondo, hasta el final, hasta tal punto que tú también puedas decir: «Todo está cumplido».

Eso hizo la pequeña Cetti, de 11 años, en una ciudad italiana. Vio a su amiga y compañera Georgina, de su misma edad, muy triste. Quiso tranquilizarla, pero no lo consiguió. Entonces quiso ir hasta el fondo y saber el porqué de su angustia. Se le había muerto su papá y su mamá la había dejado sola con su abuela y se había ido a vivir con otro hombre. Cetti intuyó la tragedia y se puso en acción. Aun siendo pequeña, le pidió a su compañera que le permitiera hablar con su madre, pero Georgina le ruega que antes la acompañe a la tumba de su papá. Cetti la acompaña con gran amor y oye cómo Georgina le pide entre el llanto a su papá que venga a llevársela.

A Cetti se le parte el corazón. Había allí una pequeña iglesia en ruinas. Entran. Sólo quedaban un pequeño sagrario y un crucifijo. Cetti dice: «¡Mira, en este mundo todo se destruirá, pero ese crucifijo y ese sagrario quedarán!» Georgina responde, secándose las lágrimas: «¡Sí, tienes razón!» Después, con delicadeza, Cetti coge a Georgina de la mano y la acompaña a ver a su mamá.
Al llegar, le dice decididamente estas palabras: «Mire, señora, aunque esto no me incumba, le digo que usted ha dejado a su hija sin un cariño materno que necesita. Y aún le digo más, que usted nunca estará en paz hasta que no se la lleve con usted y se arrepienta”.

Al día siguiente, Cetti anima con amor a Georgina cuando se ven en el colegio. Pero sucede algo nuevo: un coche viene a buscar a Georgina; lo conduce su mamá. Y desde aquel día el coche sigue viniendo, porque Georgina ya vive con ella, que ha dejado definitivamente la amistad con aquel hombre.
De la pequeña y gran acción de Cetti se puede decir: “Todo está cumplido”. Todo lo hizo bien. Hasta el fondo. Y lo consiguió.
Piensa un poco. ¿Cuántas veces has empezado a interesarte por alguien al que después has abandonado, acallando tu conciencia con mil excusas? ¿Cuántas acciones has comenzado con gran entusiasmo y luego no las has continuado ante dificultades que te parecían superiores a tus fuerzas?…
La lección que Jesús te da hoy es ésta:

«Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo».

Hazlo.
Y si algún día Dios te pidiera de verdad la vida, no titubearás. Los mártires iban a la muerte cantando. Y el premio será la gloria más grande, porque Jesús ha dicho que nadie en el mundo tiene mayor amor que aquél que derrama su sangre por sus amigos.

 

Chiara Lubich

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