El Programa de Turismo Solidario y Sustentable que la Pastoral del Turismo de Salta (Argentina) promueve desde hace 6 años, sostiene pequeñas comunidades de las ciudades de Salta, Jujuy y Catamarca, en el norte del país, valorizando así sus recursos humanos y naturales, para salvar la riqueza cultural y la diversidad vinculada a la historia local. Al mismo tiempo, se ofrece una formación profesional para la producción de distintos productos vinculados a la industria del turismo, alojamientos, transportes, venta de productos artesanales y alimenticios (mermeladas, licores, miel, etc…). De este modo se trata de evitar la migración de la población del área rural a la urbana, impidiendo de este modo el crecimiento de las zonas marginales en las grandes ciudades, y al mismo tiempo, protegiendo a las pequeñas comunidades con su rica cultura que está en vías de extinción. «Lo que distingue esta experiencia de desarrollo local de otro tipo de experiencias – explica Virgina Osorio, socióloga e investigadora de Suma Fraternidad– son las palabras “comunión y diálogo”: comunión, porque cada actor pone en común los propios talentos y los recursos para el desarrollo del programa; diálogo, porque en el proceso de desarrollo hay una fuerte interacción entre los diversos protagonistas, a menudo contrapuestos entre ellos. Las dificultades, realmente, no han faltado, pero la estrategia con la que se tratan de superar las problemáticas es la de trabajar en equipo poniendo en práctica la escucha activa de todas las partes interesadas: las comunidades locales, el Estado, las empresas y otras organizaciones de la sociedad civil». Y continúa: «El resultado de esta experiencia es el nacimiento de un nuevo producto y de un nuevo tipo de consumidor. No es el concepto de turismo al cual estamos acostumbrados, sino que en esta experiencia el valor agregado es el contacto con la riqueza cultural de las pequeñas comunidades rurales y, en algunos casos, de los descendientes de las poblaciones indígenas, es decir un turismo que genera el encuentro entre las personas». Pero escuchemos a alguien que ha participado en el programa, como Stefano, joven turista italiano: «Siento que para algunas personas viajar es como ver el mundo desde una vitrina. Se viaja buscando nuestro estándar de vida occidental, con nuestras comodidades, nuestra seguridad y certezas, y vamos a “consumir”, como si visitar lugares fuese beber una bebida que después tiramos. Se toman muchas fotos, se adquieren suvenires, se come en un lugar típico y ¡el juego está hecho! En cambio un país no está hecho de monumentos y souvenirs, sino que está hecho por personas que pueden también ofrecer hospitalidad, compartiendo su casa, su mesa, la música: ¡es el modo más auténtico de viajar! “Compartir” que es “condividere” (en italiano), ¡es el verbo en lengua española que aprendí durante este viaje a Argentina!». Y la familia de María José y Pablo, argentinos: «Nos gustaba esta idea de vacación, hacer paseos, conocer nuevos paisajes, pero sobre todo tener la posibilidad de encontrarnos con estos “paisajes humanos” que a veces se esconden detrás de postales y fotos, que nos han permitido entrar en la realidad de estas comunidades. Una sensación que atravesó nuestra experiencia fue la de haber roto nuestros esquemas y llenarnos de la vida de estas personas que tenemos ahora en el corazón; experimentar el ritmo tranquilo y profundo de estos lugares y la vista de múltiples paisajes que hemos cruzado en nuestro recorrido. Ahora, llegando a la ciudad, miramos de otro modo, con ojos nuevos».
Poner en práctica el amor
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