«Enseño en una escuela católica de mi ciudad, Salta, en el norte de Argentina – cuenta Gabriela Carral-. A principios de octubre de 2015, me encontré con Misael, un alumno de 10 años, después de un momento de oración entre ortodoxos y católicos pidiendo la paz para Siria. En ese momento, la foto del pequeño sirio, Aylan, había despertado gran conmoción por su difusión en los medios. Misael me confió que querría hacer algo en nuestra escuela para pedir la paz, agregando que lo que lo hacía sufrir más que todo era saber que muchos niños habían quedado huérfanos, por causa de la guerra. Nos pusimos de acuerdo para vernos en el momento del recreo y me dijo que estaba participando en la vida de la comunidad ortodoxa y que estaba convencido de que podríamos rezar juntos por la paz: los católicos y los ortodoxos. Algunos días después, me mostró un volante que tenía en su mochila. El texto decía: “Siria somos nosotros, rezamos por la paz”. Quedé sorprendida viendo que un niño, en medio de casi 800 alumnos entre preescolares y primaria, tuviese tan presente el dolor de gente que sufre a miles de quilómetros de distancia. Respondiendo a su deseo, lo animé para que lo manifestara él mismo a los directores de la escuela. Nació así la propuesta de organizar una oración ecuménica por la paz. Por primera vez la palabra ecumenismo se escuchaba en los corredores de esta escuela, entre los directores, los maestros y los estudiantes. Para concretar esta iniciativa, me contacté con un religioso de la institución que comparte conmigo el ideal de contribuir a realizar la oración de Jesús: Que todos sean uno”. También involucramos al Padre Adolfo, de la Iglesia Ortodoxa de Antioquía, y, juntos, organizamos cada detalle de la celebración. En un segundo momento se agregó también la Iglesia Luterana, dado que nuestra comunidad educativa acoge a un joven voluntario alemán que es luterano. Más adelante se agregó el presidente de la Unión Siria Libanesa de la ciudad, también el Cónsul de Alemania y la Vice-cónsul de Italia, un representante del Ministerio de Educación, algunos medios periodísticos y otras escuelas. El primer paso del proyecto de Misael, fue el de construir la paz en nuestras relaciones cotidianas, y esto dio vida a muchas experiencias nuevas que vivieron los muchachos, a quienes le propusimos también la iniciativa de los Jóvenes por un Mundo Unido: el Time Out. Es así que el 18 de noviembre, con el trasfondo de los atentados en París, esta iniciativa además de ser un momento de oración por la paz en el mundo, se convirtió en un testimonio de unidad. A través de la homilía de los celebrantes, conocimos algunas historias de cristianos que viven en Siria y en África; las intenciones por la paz fueron expresadas por una chica de la Juventud Ortodoxa, una señora recitó el Padrenuestro en árabe y las banderas de distintos países nos dilataron el corazón, haciéndonos sentir miembros de la única familia humana. En síntesis, fue una celebración que dejó en el corazón de todos el sabor de algo que nunca antes habíamos experimentado de forma tan fuerte: relaciones fraternas, vínculos inimaginables. Los directores de la escuela la definieron como una jornada histórica. “Agradecemos a Dios por nuestra libertad – concluían los muchachos que estaban presentes – y nos comprometemos a no aliarnos ni con unos ni con los otros, sino estar del lado de la paz”» Gustavo Clariá
Poner en práctica el amor
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