La vida consagrada en India es una vocación que está en crecimiento. Es una vida que crece en varios puntos del subcontinente: en Andra Pradesh, en Orissa, en los Estados del Nordeste. «Existe aprecio por el sentido de la fe y por la visión de la vida religiosa y se ve que el deseo que más anima a los jóvenes que entran en el noviciado es el de tener una intimidad con el Señor». Lo declara el Padre Attulli en una entrevista realizada a “Unità e Carismi” (Unidad y Carismas) del grupo editorial de Città Nuova. «Lo buscan con la experiencia de la oración, como elemento primario –continúa- y quieren dedicarse más a las obras de caridad. El ejemplo de la Madre Teresa de Calcutta es muy fuerte. Ella, por la experiencia de su vida concreta en India, logra descubrirse a sí misma y a su propia vocación, pasando a través de una oración más profunda; de allí nace su nueva vocación». Los jóvenes que llegan al noviciado provienen de un contexto que no esconde las desigualdades sociales, la pobreza, aunque el subcontinente indio se ubique entre las nuevas economías mundiales. Pero no pierden la dimensión espiritual, al contrario, «Buscan la solución en Dios», encontrando al mismo tiempo su desenlace en el compromiso social, de hecho «se inspiran en realizar obras de caridad para resolver los problemas de la pobreza material, de la educación y así también otros problemas. Vienen con una experiencia de Dios, luego esta exeriencia de Dios los lleva a obras apostólicas en favor de los más necesitados». Estamos en el Año que la iglesia católica dedica a la Vida consagrada. ¿Qué pasos dar para mejorar? «En el contexto indio – explica el Padre Attulli- la Iglesia en general y los religiosos en particular pueden dar un testimonio de la presencia del Señor Jesús, estando más cerca de los pobres, ya sea en el espíritu como en las necesidades concretas. Es un desafío dentro del mundo secularizado, ¡donde estamos hasta el extremo intoxicados por el bienestar! La gente quiere redescubrir el rostro de Dios en nosotros, dejando de lado la droga del bienestar». «¿Cómo es posible que la gente se aleje de Dios? ¿Por qué no siente la necesidad de ir hacia El?», se pregunta el religioso. Y la respuesta la encuentra en su propia experiencia de vida: «Si estamos cerca de los pobres, de los necesitados, descubrimos el rostro de Dios en ellos. Los misioneros que viven con los pobres, viven en contacto con gente que tiene fe, aunque deben ayudarlos a crecer en la “cultura de la fe”, con la catequesis, la oración y los sacramentos». «En el continente indio –concluye- no existe solamente la pobreza material sino que existen también las periferias existenciales donde es fuerte la pobreza espiritual. Nosotros somos creados por amor y en el amor, estamos llamados a vivir una vida serena, pacífica, gozosa. La fe no es para cansar la cabeza, sino para vivir gozosamente, no sólo en la vida escatológica, sino aquí y ahora. Por esto, nuestra presencia en las periferias y con los pobres es importante».
Poner en práctica el amor
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