Son las dos de la mañana del 5 de diciembre de 2013. Los habitantes de Bangui, capital de la República Centroafricana se despiertan por detonaciones de armas pesadas. En las calles, una estampida generalizada hacia una esperanza de salvación para sí mismos y sus seres queridos.
Ejovie y Amandine son dos Gen3 (chicas del Movimiento de los Focolares comprometidas en vivir el ideal de la unidad). Cuentan sobre la conmoción vivida en esas horas y en los días siguientes, pero también de la decisión de no rendirse ante el miedo a pesar de ser tan jovencitas.
«Con mi familia comenzamos a correr hacia el Seminario mayor –escribe Ejovie– con todos los que escapaban hacia la misma dirección. En la multitud vi a una mamá que corría con su bebé en la espalda, su equipaje en la cabeza, y otros niños pequeños; uno de ellos no lograba correr y lloraba, y también la mamá no podía apurarse más porque estaba enferma. Nadie se detenía a ayudarla. Una voz en mi interior me impidió seguir corriendo. Tomé de la mano al niño pequeño, aunque yo estaba un poco preocupada porque había perdido de vista a mis familiares».
El gesto de Ejovie no pasó inadvertido: otros dos jóvenes se detuvieron en su marcha para ayudar a la mujer con sus hijitos hasta llegar a un instituto religioso donde encontraron hospitalidad. Sabiendo que estaban en un sitio seguro, Ejovie se dirigió finalmente hacia el Seminario donde abrazó a su familia nuevamente.
También Amandine encuentra refugio en el Seminario, junto con su familia. «Acampamos en una sala con otras familias –cuenta la chica-. Había que dormir en el suelo, sobre una estera, y pensé, que, inclusive en esta situación, podía seguir ayudando al que estaba a mi lado. Somos muchos, pero compartimos todo: la comida y los otros bienes. Un día salí para lavar la ropa de mi familia y ya había terminado cuando llegó una anciana que me pidió que lavara también la ropa de ella. Quería rechazar este trabajo porque estaba cansada. Luego escuché la respuesta en mi corazón: “Esta mujer podría ser mi madre, si me niego a lavar su ropa, ¿quién la lavará?”. El amor para ser verdadero debe ser concreto. Lavé su ropa, la puse a secar al sol con la otra ropa. Ella me agradeció: “Que Dios agregue un año a tu vida, ¡hija mía!”. Es difícil explicar la felicidad que sentí!”
Ejovie ed Amandine se involucraron en una campaña de sensibilización a la higiene, organizada por UNICEF y por otras ONG en el contexto de la guerra. «Vimos que era una tarea en la que podíamos ayudar a las personas que perdieron todo. Hablamos también del arte de amar, del amor al prójimo. Vemos que todos sufren muchísimo por la guerra: hay mucho odio, se busca la venganza. Nosotros sentimos que debemos ayudar y amar a todos, también a nuestros enemigos, y que solo perdonando podemos comenzar a reconstruir la paz»
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