Movimiento de los Focolares

Basma y los amigos cristianos

May 19, 2016

Es tunecina, es musulmana, y hace 18 años que reside en Italia. Ésta es la historia de una amistad “interreligiosa”. Problemas cotidianos y también el dolor de la muerte del marido: una historia compartida que involucra a toda la comunidad.

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Foto: Rosario De Rosa

Latina, es una ciudad del centro de Italia, la ciudad más joven de la península. Fue construida durante los veinte años de fascismo en terrenos recuperados de las Lagunas Pontinas. Su población es desde su origen “mixta”, personas que proceden de varias regiones y enriquecida hoy por una mayor variedad cultural, fruto de las corrientes migratorias. Basma, se radicó allí hace 18 años, con su marido Ben, procedentes de Túnez. En Italia nacieron sus dos hijos. «Un día – cuenta- mientras esperaba a mi hijo más pequeño a la salida de la escuela, conocí a otra madre italiana con quien poco a poco nació una profunda amistad. Hasta ese momento, había conocido a muchos cristianos o que por lo menos decían que eran cristianos, y me habían dado una impresión negativa del cristianismo, donde todo estaba permitido y no se veía la diferencia entre el bien y el mal. Con esta nueva amiga cristiana, comenzamos a conversar sobre nuestros credos y descubríamos cada vez más que teníamos mucho en común: cada una de nosotros había puesto a Dios en el centro de su vida. Como vivíamos cerca una de la otra, ella siempre se ofrecía a  llevarme en su auto a la salida de la escuela; y así comenzamos a visitarnos involucrando también a nuestras familias, y descubrí que detrás de esta nueva amiga existía un pueblo de cristianos y todos vivían por Dios» La amistad crece, con un simple intercambio de dones y conocimiento recíproco: cuscús (plato tradicional a base de sémola de trigo) para toda la familia acompañado por un conjunto de platos tunecinos o una cena todos juntos. «Cruzamos la ciudad a pie, como acostumbramos hacerlo nosotros, y ellos decían que habían descubierto una ciudad escondida, poblada todos amigos musulmanes». Se realizó una velada tunecina en la que cada uno llevaba lo que quería a beneficio de los  gastos escolares de los chicos, dado que en ese  período uno de los padres  había tenido un accidente en el trabajo. Los amigos cristianos pusieron a disposición la casa decorando los ambientes al estilo árabe con alfombras, cortinas, almohadones, mesas bajas y velas. «Hicimos las compras juntos y Basma cocinó – cuentan-. Fue grande la alegría al constatar que habíamos alcanzado la cantidad de dinero exacta para adquirir los libros. Una velada lindísima en la que conocimos la cultura árabe y nos sentimos hermanos. Al entregar la cifra de dinero, una tarjeta decía: “Gracias por este viaje a tu tierra que nos hiciste hacer junto contigo. Tu familia de Latina”. El llanto conmovido de Basma consolidó este vínculo entre todos».
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Foto: Rosario De Rosa

Después de forma imprevista, la enfermedad y la muerte del marido. «Antes de dejarnos, Ben me confió a estos amigos cristianos. Yo fui la primera en quedar asombrada: estaban sus familiares, los hermanos de la Mezquita, pero tal vez él sentía que con ellos existía de verdad una relación basada en Dios. Ben murió dejándonos con un profundo dolor. Estábamos solos en tierra extranjera. Yo no tenía la fuerza para vivir», confiesa Basma. En esos días marcados por el dolor, los amigos se alternan en ayudar a la familia, preparando la comida y tratando de animarla a recomenzar. «Su dolor era el nuestro, sus hijos, los nuestros», cuentan. Se origina una gran comunión de bienes para ayudarlos en el primer período. Después de pocos días una persona se presenta con diez bolsas de verdura que la propietaria quería regalar. La “Providencia”, como la llamamos los amigos cristianos, se vuelve contagiosa, y también Basma empieza a compartir lo que recibe. Finalmente aparece la propuesta de un trabajo. Pero el turno empieza a las cuatro de la mañana en una fábrica lejana de la ciudad. Una de las amigas propone acompañarla. A partir de este gesto comienza una cadena de personas que se ofrecen a llevarla al trabajo, de forma de compartir el peso entre todos y lograr salir adelante. «En este nuevo ambiente de trabajo- cuenta Basma-, también yo comencé a amar a todos incluso al que me consideraba un enemigo por causa de mi velo. Ahora existe una atmósfera muy linda y mis amigos no deben más acompañarme al trabajo porque los colegas se ofrecen para hacerlo. En los primeros días difíciles me repetía una frase que le había escuchado decir a mis hermanos cristianos: “Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor”. Es justo así, el amor es contagioso». Maria Chiara De Lorenzo

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