Las palabras que el Papa Francisco pronunció en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud 2013, en Río de Janeiro, “Id, sin miedo, para servir”, suscitaron en los jóvenes de los Focolares el impulso de comprometerse. De tal suerte que aquellos de la ciudad de Juiz de Fora (500.000 habitantes), en el Estado brasilero de Minas Gerais, lanzaron un proyecto que reúne a jóvenes de distintos carismas. «Nuestra intención es testimoniar la unidad en la diversidad de la Iglesia – dicen los jóvenes– siendo discípulos de Cristo y misioneros, en continuidad con la invitación que los obispos latinoamericanos dirigieron a todos los cristianos. Sin duda no faltan las dificultades, pero esto no nos desanima». El arzobispo Gil Antonio Moreira denominó al grupo – unos 60 – como “Jóvenes Misioneros Continentales” (JMC). «Provenimos de distintas experiencias espirituales – nos explican –: Renovación en el Espíritu; nuevas Comunidades; grupos parroquiales y Movimiento de los Focolares. La misión se abre con la consagración personal a Dios por un año, que se puede renovar por un año más. Y hay tres puntos que nos ayudan a orientar la brújula: oración, formación y misión, poniéndonos al servicio». Hoy, 4 años después del inicio del proyecto, ha sido numerosas misiones llevadas a cabo en las parroquias de la arquidiócesis de Juiz de Fora, con un centenar de visitas a las familias de las comunidades rurales, a las periferias y barrios violentos de la ciudad, a los preescolares, a los orfanatos y al reformatorio de menores. «Nos dedicamos al área socio-sanitaria, como en el caso de la lucha contra el dengue (una enfermedad tropical), trabajando allá donde se registra el más alto número de fallecidos. De manera especial nos empeñamos en cuidar la higiene ambiental, eliminando la basura y los vertederos que favorecen la proliferación del mosquito que transmite la enfermedad, pero también informando a la población a través de folletos y afiches. En este período estamos ocupados en misiones especiales en Haiti y en la ciudad de Óbidos (Estado del Pará), en el Centro Educativo de Menores delincuentes y con los “cartoneros” (que recogen el cartón de la basura y que luego se recicla). Evidenciamos su importante trabajo en beneficio de nuestro planeta». No faltó el apoyo económico y psicológico a jóvenes en situaciones especialmente difíciles. «Además, la “Navidad solidaria” nos permite recolectar alimentos no perecederos y otros productos de primera necesidad que luego entregamos a una organización caritativa». Los JMC, con el tiempo, quisieron comprometerse en otros lugares, y llegaron hasta Obidos (Estado de Pará), en el corazón de la Amazonía. «Estando en contacto con las personas, vimos resonar en ellas el llamado a una vida misionera y nacieron distintas vocaciones». Superando los confines de Brasil, desembarcaron inclusive en Haití. El 17 de julio pasado, un grupo de seis personas de la arquidiócesis de Juiz de Fora con su arzobispo, emprendió un viaje hacia Haití. La situación de ese país conoce grandes desafíos 7 años después del terremoto que lo asoló: en el lapso de apenas 35 segundos se derrumbaron más de 300 mil edificios, entre los civiles y los institucionales, provocando la muerte de 200 mil personas. Con sus 7,2 grados de la escala Richter, fue el peor terremoto registrado en las Américas. «Haití es la periferia más pobre de América Latina. Y es precisamente hacia allá – escribe Mons. Gil Antonio Moreira – que se dirige mi mirada y la de los Jóvenes Misioneros Continentales. Con gran alegría vamos para servir, sin miedo, porque nuestra motivación, nuestra meta es Jesucristo». Los jóvenes de los Focolares concluyen: «Lo que nos da la seguridad de que estamos en el camino correcto son, paradójicamente, las dificultades que encontramos, en las cuales tratamos de amar un rostro de Jesús Abandonado. Es Él, el secreto de nuestra alegría y de los frutos que constatamos».
Poner en práctica el amor
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