Guaramiranga, 7 mil habitantes, es una pequeña ciudad del noreste de Brasil, en el Estado de Ceará, que se enorgullece de su ambiente natural muy diversificado, su costa atlántica donde se encuentran algunas de las más bellas playas del mundo, y el interior rico de lagunas, corrientes de agua pobladas de manglares, junglas y selvas. La ciudad está a unos cien kilómetros de la costa, y es la sede de dos importantes eventos culturales: el “Jazz y Blues” internacional, y el “Northeastern Theatre Festival” que es más local. Allí habita Almir, un “voluntario de Dios” del Movimiento de los Focolares. Hace algunos años, empujado por el deseo de hacer algo por su ciudad, decidió lanzar su candidatura como consejero comunal. Después de su elección, le pidieron que asumiera la Comisión de Cultura y Turismo, un cargo importante, por el hecho de que gran parte de la economía de la ciudad gira alrededor del turismo y de los eventos y reseñas culturales. El cargo era muy atractivo, y además Almir tenía muchas ideas. Sin embargo no fue una decisión fácil: «Estuve valorando concienzudamente la solicitud del alcalde de que asumiera este cargo. De hecho estaba pensando en volver a lanzar mi candidatura, porque un año y medio después se tenía que renovar el Consejo Comunal, y tenía la duda si la propuesta tenía el objetivo de limitarme políticamente, debido a mi posición siempre clara y trasparente. Por otra parte el área de la cultura y el turismo estaba atravesando un momento difícil, muchos pequeños hoteles y tiendas estaban a punto de cerrar y el personal sería despedido. Sentía mío el dolor de estos hermanos que podían perder el trabajo, y el de los propietarios que tendrían que cerrar. Fue así que, después de consultar con algunos amigos, acepté el desafío». Almir empezó a trabajar con pasión en su nuevo cargo, movilizando a los empresarios y a los habitantes. Recorre con muchos ciudadanos un camino participativo, involucrándolos en la promoción de eventos turísticos para dar un nuevo impulso a la ciudad y favorecer la recuperación de la economía. También los habitantes de las zonas rurales periféricas fueron involucrados en un proyecto de revaloración de las tradiciones locales y con nuevas iniciativas culturales en el territorio. En breve tiempo creció el flujo turístico en la ciudad, nacieron nuevos establecimientos comerciales, hoteles, hostales y se crearon nuevos campos de trabajo. «Otros dos desafíos –explica Almir- fueron el relanzamiento del Teatro Municipal, en el centro histórico de la ciudad, y la revitalización de la Food Court, la plaza dedicada a los restaurantes. En este caso, las difíciles relaciones entre los propietarios de los restaurantes influían negativamente en los eventos que se realizaban en la ciudad. Me pregunté qué podía hacer para construir en ese lugar relaciones de fraternidad y colaboración. Empecé a ir a visitarlos, creando relaciones de amistad con cada uno y tratando de entender los problemas y limar las tensiones. Al principio encontré mucha resistencia, pero no me rendí. Al final, logré construir un “equipo”, a tal punto que hoy día estas personas se han vuelto amigas y colaboran entre ellas. Me parecía un milagro ver a estos empresarios, que primero eran enemigos, relacionarse en forma fraterna y solidaria». «Hoy día, por motivos de familia, ya no estoy comprometido en la administración pública, pero participo en la vida política con la convicción de que, tratando de encarnar las palabras del Evangelio, se puede encontrar la fuerza para responder a las necesidades de nuestra gente y de nuestra comunidad». Chiara Favotti Fuente: Movimiento de los Focolares Brasil (nuestra traducción)
Poner en práctica el amor
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