El Sínodo 2021-2023 convocado por el Papa Francisco es la ocasión para ponerse a la escucha y en diálogo con el otro y la oportunidad de volver a encontrar la verdadera identidad de la Iglesia, “universal”, desde el principio. El recorrido involucra a todas las diócesis del mundo, la Tierra Santa también. “Mientras nos disponemos a iniciar este camino, somos más conscientes que nunca que nosotros, todos juntos, como discípulos de Cristo en esta Tierra, que es Su casa, estamos llamados a ser sus testigos. Recordemos que su deseo más grande es que seamos uno (cfr. Juan 17)”. Es lo que se lee en la carta del 26 de enero de 2022, enviada por los Ordinarios católicos a los jefes de las Iglesias cristianas en Tierra Santa respecto del Sínodo 2021-2023 convocado por el Papa Francisco, cuyo título es “Por una Iglesia sinodal. Comunión, participación, misión”. Con el deseo explícito de informar e integrar a los hermanos de las demás comunidades eclesiales locales respecto del articulado recorrido sinodal iniciado también en Tierra Santa, el patriarca de Jerusalén de los Latinos, Pierbattista Pizzaballa, quien firma el texto, destaca la importancia de la escucha recíproca en este camino de comunión. Una mirada a la misión de una Iglesia “universal”, en particular a la de Jerusalén, de la que el patriarca había hablado el 9 de noviembre de 2021, durante un encuentro con los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades presentes en Tierra Santa a raíz de la apertura del camino sinodal: “Nuestra Iglesia, la Iglesia de Jerusalén nació en el Cenáculo, en Pentecostés, y nació ya en ese momento como Iglesia universal y local al mismo tiempo. (…) Sobre todo en estos últimos años se ha enriquecido de muchos carismas más. Por este motivo la presencia de ustedes aquí no es solamente un regalo y un signo de la Providencia (…), sino que también forma parte de un deseo de Dios (…)”. En esa ocasión, los representantes de las varias realidades presentes pudieron escucharse, dar testimonio de la propia experiencia y, con la preciosa ayuda del patriarca, entender mejor cómo afrontar el Sínodo a nivel local. Mons. Pizzaballa, al responder a varias preguntas, compartió su pensamiento acerca de la sinodalidad, que “es un estilo –dijo– o un modo de estar en la vida, en la Iglesia, pero también fuera de la Iglesia. Es una actitud. Y la escucha, el diálogo son expresiones de ello (…)”. Por tanto, es necesario que los varios movimientos y las varias realidades trabajen en “cross-platform” (multiplataforma), yendo al corazón de la experiencia de “comunión” de la Iglesia universal. Es una experiencia que más que otras parece realmente difícil vivir en Tierra Santa. “Por comunión –prosiguió– yo entiendo la conciencia de pertenencia, de un don recibido, de una gratuidad y de una vida insertada en el otro (…).Todo ello surge de la experiencia del encuentro con Jesús. (…) Tras haber encontrado al Señor y haber hecho la experiencia de la salvación, tú entiendes que esa experiencia se hace completa y profunda cuando se comparte en una comunidad (…)”. Un hondo deseo que se renueva en las palabras de esa carta enviada por los Ordinarios católicos a los jefes de las varias Iglesias cristianas en la Tierra Santa y que abre los horizontes, haciendo hincapié también en la voluntad de crecer en la fraternidad y enriquecerse con la sabiduría de los demás. La posibilidad de “estar juntos”: éste es el deseo del camino sinodal. Quiere ser un momento que tenga el sabor de una comida compartida, de un dolor que se abraza en grupo, de una alegría que no puede esperar a ser contada. Es la marcha de los discípulos de Emmaus que, aunque tristes y desilusionados, caminan juntos y se sostienen en la comunión, hasta que el Resucitado se acerca a ellos. Es una ocasión para no dejar pasar, es la ocasión de reconocerlo en medio de nosotros.
Maria Grazia Berretta
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