Abr 8, 2018 | Focolare Worldwide
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Christos anesti! Alithos anesti! Христос воскресе!Christ is Risen! Indeed He is risen! Khrishti unjal! Vertet unjal! Hristos voskrese! Vo istina voskrese! Khrystos uvaskros! Sapraudy uvaskros! Le Christ est ressuscité! En verité il est ressuscité! Kriste ahzdkhah! Chezdmaridet! Christus ist erstanden! Er ist wahrhaftig erstanden! Cristo è risorto! Veramente è risorto! Cristos a inviat! Adevarat a inviat! Khristos voskrese! Voistinu voskrese! Cristos vaskres! Vaistinu vaskres!
Christ is risen from the dead, trampling down death by death, and on those in the tombs bestowing life!Христос воскресе из мертвых, смертию смерть поправ, и сущим во гробех живот даровав!
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Abr 7, 2018 | Focolare Worldwide
«Ya pasó la fiesta de Pascua. Hoy, el día después de Pascua, es un día normal de trabajo. Hace mucho calor y la lluvia está amenazante. Sólo los cristianos siguen festejando. Por doquier se pueden escuchar los brindis y los “aleluyas” se filtran desde las casas. Sin embargo, estoy en un país comunista. Aquí las calles, saliendo de las iglesias, se llenan de una multitud de motocicletas, atascando el tránsito. Los policías, que están frente a la Catedral, tienen que dirigir el tráfico. Para asistir a una de las celebraciones del triduo pascual había que llegar por lo menos 30 minutos antes, para encontrar lugar. En la iglesia, puedo dejar la cartera en la banca banco y nadie la toca. Miro a la gente, hay muchísimos niños, jóvenes, parejas también ancianas, con rostros fervorosos y sonrientes. Pienso en Europa, en sus iglesias semi vacías, inclusive en los días de fiesta. En esta parte del mundo en cambio, incluso a las 5 de la mañana de un día cualquiera, también los niños pequeños, junto con los grandes, están en primera fila cantando. Todos aquí conocen de memoria las oraciones y las canciones. En Saigón pulula una vida desorganizada, casi selvática, en cada ángulo de la ciudad. Sin embargo, hay mucha fe, como tal vez no hay en en ninguna otra ciudad de Asia. Porque aquí la fe ‘cuesta’. Todo cuesta en Vietnam. Hace tiempo hice un viaje en autobús, de cinco horas y media entre la multitud, con mucho calor. En un determinado momento, cargaron algunos quintales de maíz entre los pasajeros, bajo sus pies, en el portaequipajes. La gente comenzó a gritar, mientras que el conductor y su ayudante por su parte, gritaban para que se callaran. Una señora que estaba a mi lado, preocupada al verme en medio de esa confusión, me dijo: “La vida aquí es dura. No te olvides de esto, si quieres vivir aquí”. No conozco el nombre de esa señora, y tal vez nunca la vuelva a ver. Pero esas palabras abrieron una dimensión nueva dentro de mí. La vida, tanto la suya como la mía, debe pasar a través del dolor, del cansancio, del sufrimiento, para alcanzar la alegría. Yo lo entendí así. a partir de ese día, todo se simplificó en mi interior. Como todos, experimento la alegría, pero también el dolor y el cansancio. Soy uno de ellos. Ni siquiera como extranjero soy un ser especial. Soy uno entre muchos. La historia de Aquél Hombre colgado en una cruz, semejante a la de muchos hombres que encuentro cada día, me recuerda las palabras de esa mujer. La puedo reencontrar en quien es pobre y no tiene nada, en el enfermo con un tumor que no tiene plata para curarse, y no es más que piel y huesos. O en aquella señora Giau, de 64 años, pobre, pero que “adoptó” una niña down, literalmente abandonada por sus padres. Y sin embargo es Pascua. También en medio de los refugiados Rohingya, que están entre Myanmar y Bangladesh. Es Pascua en Corea del Norte, que quiere hacer las paces después de haber disparado misiles. Es Pascua para las tropas de aliados se están preparando para su enésimo entrenamiento militar. Es Pascua para los niños de Xang Cut, en la zona del delta del Mekong, donde el agua todavía está infectada por el agente orange, que fue descargado por los aliados hace 40 años. Y es Pascua también para los niños de Saigón, recogidos de la calle e instruidos por las maestras de Pho Cap. ellos van a tener algo para comer, gracias a su amor heroíco. También aquí, en medio de muchos desafíos, peligros, de la altísima contaminación y de la opresión, alguno seguirá sonriendo porque fue amado y cuidado por una mano amiga. Esto es Pascua: ocuparse del otro, suavizar su dolor, compartir su llanto. El mundo, el otro, me pertenece. Y mi felicidad pasa a través de la de los demás, de muchos otros».
Mar 25, 2018 | Focolare Worldwide
La verde y hospitalaria Irlanda pulula de óptimas escuelas donde se enseña inglés, para estudiantes de todas las edades y procedencias. Es una experiencia fascinante. No es una excepción, el Instituto “Language Learning International “ trabaja con: pasantías de distinto tipo, técnicas de aprendizaje de vanguardia, los estudiantes se quedan en la casa de familias seleccionadas, se ofrecen entretenimientos culturales y deportivos, pero también estadías en Francia y España para los estudiantes irlandeses. Lo que distingue el trabajo formativo de esta Escuela, fundada por Eugene Murphy en Dublin, en 1989, es la calidad de las relaciones con los estudiantes, dentro de una atmósfera cálida y con una mirada sensible hacia las características personales de cada uno. Pero hay más. La LLI, con más de dos mil estudiantes por año, es embajadora de la Economía de Comunión en el sector de la formación. Las experiencias que presentamos a continuación, extraídas del sitio web de la EdC (http://www.edc-online.org), lo testimonian. «A un campamento de verano, llegó un joven con síndrome de Asperger, del cual no se sabía nada antes de su llegada. La primera solución de alojamiento no fue positiva porque en la casa no lograron adaptarse a las condiciones particulares del joven. Se le ubicó en otra familia, pero las dificultades continuaron. A pesar de que el verano es un período intenso, en la empresa se desea garantizar un tratamiento justo y sereno a cualquier persona que participe, por lo tanto se buscó otra alternativa, hasta encontrar a una anciana señora que aceptó feliz la posibilidad de alojar y atender al joven; ella conocía bien el síndrome, pues por coincidencia, también lo padece un nieto suyo. Fue un resultado positivo para todos: el estudiante logró aprovechar mejor la experiencia y volvió a su casa contento y el responsable de las relaciones con las familias, declaró que la presencia de este joven en el programa ¡enriqueció positivamente a todo ese curso!». «Con el grupo del curso de inglés había una gran y bella atmósfera en la clase y óptimas relaciones instauradas. Sin embargo una de las pruebas que había que preparar, era una presentación oral individual e imprevistamente un joven de 15 años se acercó a Eugene Murphy, fundador de la escuela y experto entrenador, y le dijo que no se sentía capaz de hacerlo a causa de su tartamudeo. Eugene habló de este tema con otros formadores y decidieron tranquilizar al joven realizándole una prueba en privado. Al final, los profesores lo alentaron para que compartiera igualmente la experiencia con los demás, el joven aceptó y, entre emoción y conmoción general, concluyó la prueba con un largo aplauso de la clase. Se descubrió después, que el joven no había hablado nunca hasta los 7 años y esa performance en público resultó ser una especie de milagro que le dio a él mismo y a los padres mucha alegría». Cathy Young, directora de la LLI, cuenta que hay un proyecto nuevo que involucró a la escuela en una aventura de apertura con una realidad geográficamente muy lejana de Irlanda: «Teníamos el deseo de emprender un proyecto de Economía de Comunión que estuviera focalizado en la educación. Desde el sitio web de AMU conocimos una fantástica iniciativa en Bolivia llamada Fundación Unisol, que trabaja para sostener a algunas de las familias más pobres de Cochabamba. Nos vinculamos con ellos y juntos organizamos un proyecto que financiará la adquisición de libros nuevos y computadoras portátiles, proveerá mesas nuevas y sillas para las aulas, sosteniendo la plaza de dos docentes». Las dos escuelas se comunican periódicamente los avances del proyecto. «Este intercambio recíproco –afirma Cathy- es uno de los aspectos más lindos de nuestra colaboración y nos ayuda a vivir mejor en nuestro ambiente de trabajo cotidiano». En “Language Learning International” los estudiantes aprenden en vivo el significado de muchas palabras. Pero la primera de todas es la palabra “compartir”. Chiara Favotti
Mar 23, 2018 | Focolare Worldwide
Michelle Sopala
Cuando recuerdo el Genfest 1995 no pienso sólo en el evento en sí mismo, las danzas, los rostros, la emoción, las fuertísimas experiencias de los participantes (¡inolvidables!). Antes aún de aquellos dos días vividos en el Palaeur de Roma, mis pensamientos se van a la intensa experiencia de unidad construida durante los meses precedentes, y en particular en las dos últimas semanas. No recuerdo los detalles, ¡pero sí recuerdo lo esencial de esos días! Es extraño, lo sé, pero cada vez que nos encontrábamos para prepararnos, el resultado, recuerdo, era una unión más profunda y más fuerte con Dios. Antes de empezar, tratábamos de recordar la perspectiva con la cual estábamos trabajando. No estábamos allí sólo para divertirnos (¡aunque realmente todo era muy divertido!), sino porque creíamos que lo nuestro podía ser una contribución al mundo unido, el que todos nosotros soñábamos…. Un mundo en el que todas las relaciones estuvieran basadas en el amor y el respeto recíproco, en el cual se pudieran superar todas las divisiones. Sólo después de esta premisa nos poníamos a trabajar. Primero nacieron las ideas. Después, a partir de ellas, surgieron algunas canciones, un baile, un rap… Cada pequeño trozo nacía en la medida que cada uno ofrecía y perdía su propia idea, tratando de estar en la plenitud del amor y vacíos de sí mismos para comprender verdaderamente a los demás. Esto significaba cansancio, gasto de energías, también dolor, pero por alguna razón nos colmaba de una alegría y felicidad muy especiales. Dábamos todo de nosotros mismos, dispuestos a perder nuestra propuesta. Ese era el acuerdo, también porque, por más que trabajásemos duramente, no sabíamos si nuestro aporte sería elegido por el comité organizador. Y si fuera elegido, en el último minuto podía también ser eliminado. Pero, a pesar de esto, íbamos adelante… ¡a toda velocidad! ¡Y llegamos al Genfest! Aunque, en su conjunto, fue un evento de aquéllos que te cambian la vida, no puedo esconder que para mí el momento máximo fue el encuentro con Chiara Lubich. No sé si los otros 12 mil jóvenes presentes tuvieron la misma sensación, pero en ese momento fue como si Chiara estuviese hablando sólo conmigo. Cuando Noel le dirigió la última pregunta, “Chiara, desde lo más profundo de tu corazón, ¿qué quisieras decirnos a nosotros los jóvenes?”, su respuesta resonó como un llamado a enrolarme, y todavía me retumba en los oídos. Con una intuición genial y con una profunda comprensión de lo que los jóvenes anhelan, Chiara respondió: «Les repito lo que dijo una vez Santa Catalina de Siena, esa grandísima santa, esa mujer maravillosa, hablando a sus discípulos: “No se conformen con las cosas pequeñas, porque Él, Dios, las quiere grandes”. Es esto lo que les digo: jóvenes, no se conformen con las pequeñeces. Tienen una sola vida, apunten alto, no se conformen con las pequeñas alegrías, busquen las grandes, busquen la plenitud de la alegría». Bien o mal, desde aquel momento, esta fue mi experiencia. ¿La “unidad”?. Es una palabra profunda, que, aún, después de 23 años, estoy descubriendo. ¡Es la “plenitud de la alegría”! ¡Sí! ¡La encontré! ¡Oh! … y a propósito, nuestra performance fue elegida. Mírala (link). ¡Espero que te guste! Michelle Sopala
https://youtu.be/LX6rNkyGjoE
Mar 22, 2018 | Focolare Worldwide
La historia de Jean y Vivian transmite amor, coraje, esperanza. Se conocieron en Aleppo, en Siria, en el 2000, en encuentros del Movimiento de los Focolares. Vivian es viuda y tiene un hijo de cuatro años con sordera aguda. Jean es carpintero, con actividades en el área social. El compromiso de ambos de vivir el Evangelio y llevar el ideal del mundo unido a la humanidad los aproxima: se casaron en el 2003 y tuvieron cuatro hijos. Marc, el primer hijo de Vivian, es el motor del cual nace su aventura: la necesidad de los cuidados de médicos especialistas impulsa a Vivian a trasladarse a Líbano donde Marc es atendido en un centro fundado por los Focolares: “Es un verdadero paraíso anticipado- cuenta-. La vida del Evangelio vivido en la vida cotidiana acompaña todo el proceso educativo. Los niños crecen en este oasis de paz, y desarrollan sus talentos superando su discapacidad. Nació dentro mío un sueño: que yo también pudiera fundar un instituto similar en mi ciudad Aleppo”. Jean la apoya en este proyecto y en 2005 nació su pequeño Centro. Después surgirán otros Centros más grandes, con capacidad de recibir a decenas de niños, todos hijos de familias pobres que no podían pagar la cuota. Por esta razón el Centro estaba siempre en déficit: “Para cada necesidad- recuerda Jean- íbamos delante de un Crucifijo para entregarle a Él nuestras dificultades económicas. La providencia llegaba puntualmente” El estallido de la guerra, en 2011, trajo muerte y destrucción. Jean perdió la carpintería, el Centro no tenía ningún ingreso económico, y siendo muchos vivían sólo de la ayuda de la Iglesia y de organizaciones humanitarias. Todos dejaron el país y también lo querían hacen Jean y Vivian, quienes con mucha tristeza adquirieron los boletos para irse. Pero una exigencia era clara en el corazón: no podían abandonar a “sus” niños sordos, destruir ese sueño realizado con esfuerzo. “El día antes del viaje entré en la iglesia- cuenta Jean- y mantuve una conversación profunda con Jesús, de tú a tu, de hombre a hombre. Él me habló al corazón y me pedía que no dejara Siria: ¿qué harán esos niños? Sentí que Él me hacía esta trágica pregunta. Puse mis niños en Sus manos. Volví a casa, y con Vivian decidimos romper los pasajes y quedarnos para siempre en nuestra ciudad, para ser un don para aquéllos que tenían necesidad de nosotros”. “Estábamos confiados en que Dios nos habría acompañado y apoyado en todos nuestros futuros proyectos y sobre todo en la vida de nuestra familia – dice Vivian- y así fue” Hoy el Centro se convirtió en su segunda casa, también sus hijos participan en la vida del grupo y Jean se dedica completamente al trabajo del Centro. “Esta convivencia nos amplió el corazón. No existe más la diferencia entre chico o chica, ni entre el estudiante y el docente, no son ni siquiera discapacitados para nosotros, ni musulmanes ni cristianos. Todos vivimos en el único amor y bajo la mirada de un Dios Amor, encarnado, vivo en medio nuestro”. Escrito por Claudia Di Lorenzi