Jul 7, 2017 | Focolare Worldwide
Después de una violenta guerra civil que duró unos largos 12 años, Burundi, está actualmente sufriendo una crisis política que produce una gran fractura entre las instituciones y los ciudadanos. Hay numerosas manifestaciones de protesta en contra del gobierno y muchos jóvenes fueron arrestados. Se producen homicidios y secuestros, y muchos huyen dejando los propios pueblos o inclusive el país.
Los gen, jóvenes de los Focolares, se comprometieron en “vivir por la propia gente”, reconociendo en cada dificultad o persona que sufre un rostro de Jesús crucificado y abandonado, para amarlo concretamente. «Fuimos a socorrer a muchos heridos – cuenta Lewis. Durante una de las visitas a un hospital de la capital lavamos la ropa de los enfermos y compartimos comidas con algunos de ellos. Fuimos a visitar a los niños de un asilo de huérfanos. Jugamos y compartimos la tarde con ellos, tratando de que estén contentos. Aprovechamos también para ayudar en la limpieza». Los gen, muchos de ellos estudiantes universitarios, organizaron una “Conferencia de paz” en la Universidad de Burundi, que estuvo muy concurrida. «La sala estaba llena y esto nos confirmó que las personas aspiran de verdad a la paz. Nuestro grupo musical, el “Gen Sorriso” cantó algunas canciones que fueron muy bien recibidas por parte de los presentes. En especial la canción “I Believe” (ver el video) compuesta por ellos, alienta a los jóvenes de nuestro pueblo a ir contra la corriente, siendo sensibles al sufrimiento de los demás, con la invitación de hacer la propia parte para cambiar el mundo. Cuando hicimos las tomas de este videoclip nos tuvimos que esforzar para ir más allá de las situaciones adversas que nos rodeaban y creer, que, a pesar de todos, la paz es siempre posible». Para que sea más visible y eficaz su compromiso, junto con la comunidad local de los Focolares, los jóvenes comenzaron el proyecto “TOPA” (Proyecto por la paz en Burundi), que incluye una serie de iniciativas en favor de la paz y de la reconciliación. «A través de conferencias temáticas, programas de radio, actividades de beneficiencia, concursos de arte, de poesía y de canto y una gran fiesta de clausura, iniciativas que fueron siempre difundidas en las redes sociales, tratamos de involucrar al mayor número de personas a que se comprometan con nosotros para construir la paz en nuestro país». https://www.youtube.com/watch?v=Q2fobgsqI7c
Jul 5, 2017 | Focolare Worldwide
Se viaja por varios motivos: por curiosidad, por sed de conocer, por espíritu de aventura, para encontrar respuestas o para conocerse a sí mismos. No es así para Gianni Ricci, autor junto con Delfina Ducci de un volumen editado por Cittá Nuova, El largo camino del “hacerse uno”, quien ha recorrido muchos kilómetros. Su vida es una “vida en viaje”, se podría decir, pero para acercarse a las infinitas modalidades de la humanidad que sufre. Nace en Ripalta, Cremasca, en el Norte de Italia, en una familia sencilla pero digna, crece en la autenticidad de los valores cristianos. A los veinte años conoce el Ideal de la unidad de Chiara Lubich, que revoluciona su modelo de vida cristiano, a tal punto que comprende que el camino del focolar es un camino para recorrer durante toda la vida. En 1964 parte para Loppiano (Florencia, Italia), ciudadela del Movimento que estaba en sus inicios, a la que se dedica durante más de veinte años con gran empeño. Después de Loppiano, su adhesión a los planes de Dios lo lleva a trasladarse, primero a Turquía, para seguir los desarrollos de la comunidad naciente, después va a Líbano, Tierra Santa, Argelia, Jordania, Iraq, Egipto, Siria, Túnez, Marruecos. «¡Cuántos cambios imprevistos en mi vida! ¿Qué posibilidades o gracias me faltan para hacerme santo? Aquí hay mucho trabajo por hacer» Gianni Ricci, globe trotter del alma, anota todo lo que encuentra, desglosando detalles en las dificultades encontradas, especialmente en la forma de relacionarse con pueblos tan distintos. Inclusive mostrando la tragedia de las guerras, que causan heridas profundas en la población y empañan las esperanzas de un posible futuro de estabilidad y paz, no busca soluciones o posibles explicaciones en la historia. Simplemente vive al lado de quien encuentra, con el corazón libre y abierto hacia una humanidad “esparcida”, que habla el mismo idioma del corazón y del sufrimiento. «A fines de enero de 1986, con Aletta (focolarina de los primeros tiempos), comienza el primer viaje desde Estambul a Ankara y desde allí a Beirut, en Líbano. ¡El aeropuerto está casi destruido por las bombas! Líbano había sido sacudida por la guerra civil (…). Los controles son implacables, las autoridades sospechan de todo y de todos. Cada cabina de control es manejada por facciones distintas. Después de ocho días, Gianni parte para Estambul. A lo largo de los 120 Km que separan Beirut de la frontera con Siria, lo esperan 13 puestos de control. En la primera arriesga la vida. Gianni se detiene delante de un puesto, donde un soldado armado hasta los dientes le pide los documentos. Se los da y parte. Después de pocos metros un joven le pide que vuelva atrás y le hace notar que el guardia tiene el fusil apuntándolo y que no le había dado el permiso para proseguir. No apretó el gatillo, gracias a Alá, le dice». No es un relato político, sino exquisito y “solamente” humano. La humanidad de la que habla no tiene color o idioma, no tiene pasaporte, fronteras, leyes o costumbres. En cada lugar donde fue destinado, Gianni cuida especialmente la relación con las Iglesias locales, con el Islam, con el mundo judío, se dedica a sostener a las personas que encuentra desafiando el miedo, la incertidumbre por el mañana, la tensión provocada por la guerra. Una sucesión de recuerdos en la perspectiva de la unidad. Esta es la “lógica” que todavía mueve a Gianni, una persona que observa con asombro las cosas de Dios. Las citas son extraídas de “El largo camino del `hacerse uno´”. Experiencias en Medio Oriente, Cittá Nuova, 2016.
Jul 4, 2017 | Focolare Worldwide
Toda vida conlleva una esperanza. También en el oscuro túnel de la dependencia se puede encender una luz. En 1983, en la ciudad de Guaratinguetá, en el Estado de San Pablo (Brasil), Nelson Giovanelli se acercó a un grupo de drogadictos, animado por el Padre Hans Stepel, franciscano alemán. Nelson se conquista su confianza. Uno de ellos, Antonio Eleuterio, pide ayuda para salir del círculo de la droga. Son los primeros pasos de la gran familia de la Fazenda da Esperança. En1989, Iraci Leite y Lucilene Rosendo, dos jóvenes chicas de la misma parroquia, siguiendo el ejemplo de Nelson, dejan todo para dedicarse totalmente a esta nueva misión. En el 2007, el papa Benedicto XVI visita la primera comunidad en Pedrinhas, en Brasil, cerca del Santuario de Aparecida. Desde entonces la propuesta de vida de la Fazenda da Esperança empieza a difundirse en todo el mundo. Los trabajadores de las actuales 118 Fazendas, esparcidas en 17 naciones, son personas voluntarias, a menudo provenientes de un pasado de droga y alcohol, quienes después de un camino de recuperación han advertido el llamado de Dios a ser también ellos portadores de la esperanza para cuantos han precipitado en su misma oscuridad. Los primeros días de mayo de 2017, 60 voluntarios de varias Fazendas del mundo fueron a Asís, la ciudadela de San Francisco y Santa Clara, y a Loppiano (Italia), para iniciar una nueva “misión esperanza” a lo largo de las vías de Europa. Durante dos semanas con ellos estuvo también el conjunto internacional Gen Rosso. Alemania, finales de mayo. Cuentan algunos miembros del conjunto: «Cada mañana una caravana de automóviles y camionetas partía para un nuevo destino, en un área de 400 kilómetros: escuelas, comunidades, grupos, cárceles. Los chicos y las chicas de la Fazenda comparten el testimonio de sus vidas atormentadas; suscitan interrogantes, responden a las preguntas. Sobre todo encienden la esperanza, si ellos lo lograron ¿por qué yo no? Son historias de droga, desesperación, soledad, temor, crímenes, cárcel. Cuando la oscuridad era total, una luz se encendió en sus vidas: Dios me ama, así como soy, así como estoy reducido. ¿A qué aferrarse para renacer? A la “Palabra de vida”, al amor recíproco, pan cotidiano para volverse a levantar y recomenzar». Un mensaje detonador, que va con el sonido de las palabras, pero también al ritmo de la música y siguiendo los pasos de la danza, haciéndose cada vez más atrayente. Primero suscita simple interés y momentos de suspenso, Después la duda se disipa, en la boca de muchos chicos se abre la sonrisa. Hasta llegar a momentos de profundo intercambio. «También hoy el anuncio de la esperanza se ha abierto brecha en muchos corazones». El tour “Every Life Has Hope” recorre kilómetros, atraviesa ciudades y regiones, dando testimonio de la presencia de Dios en el hoy de la sociedad, y de la posibilidad para todos, sin excluir a nadie, de volver a empezar. En la cárcel de Bielefeld, la “caravana” se encuentra con cien detenidos. En Arnsberg, ciudad del noreste de Alemania, se reúne con los miembros del Movimiento Shalom. El día de Pentecostés, en Colonia, el viaje prevé una etapa en una comunidad parroquial, en la tarde tiene lugar el encuentro con la Cáritas. Por invitación del obispo auxiliar, el conjunto canta la misa en la Catedral, proponiendo “Yo estaba allí”, una canción compuesta para esa ocasión. En Gut Hange festejan los primeros 5 años de la apertura de una Fazenda femenina. Y todavía: visitas a lugares de acogida de mendigos, enfermos terminales, encuentros con estudiantes y con chicos drogadictos que están en una institución pública, con una congregación de hermanas que se dedica a la acogida de chicas en serias dificultades. El tour hace una etapa en Bélgica, en la comunidad de Peer, una ciudad donde pronto se abrirá una nueva Fazenda. Después de dos semanas intensas y alegres, el grupo de la Fazenda prosigue hacia Berlín y Polonia, mientras que el Gen Rosso regresa a Loppiano en vista de las próximas etapas del musical “Campus” en Puglia (en el sur de Italia), donde se inaugurará una nueva Fazenda. Nuevamente juntos para encender una nueva esperanza.
Jul 3, 2017 | Focolare Worldwide, Senza categoria
¿Cuántas veces se debe perdonar? «Hace tres años mi hermanastro mayor vino a nuestra casa y ofendió a mi esposa cuando yo estaba afuera, en el trabajo. Cuando volví a casa me enojé mucho, pero juntos decidimos no reaccionar. Después supimos que su hija, que vivía con nosotros en ese período, había vuelto a su casa diciendo que debía prepararse ella sola el almuerzo. Además, ante nuestra gran sorpresa, mi hermano comenzó a contar a las personas de nuestra comunidad que lo habíamos insultado y que nos perdonaría solamente después que le expresáramos nuestras disculpas. En ese momento, para nosotros, era demasiado y durante un año no le dirigimos más la palabra. Un día me acordé que Jesús nos enseñó que debemos perdonar hasta setenta veces siete, cualquiera sea la situación que se presente y además rezar por nuestros enemigos. Así, el último día del año, organicé una reunión de reconciliación entre nosotros, con la presencia de toda nuestra gran familia. Fui el primero en hablar. Les dije a los miembros de la familia que no estábamos allí para hacer grandes discursos, ni para juzgar al otro, sino simplemente para pedir perdón a mi hermano mayor y que estábamos entristecidos por haberlo ofendido. Después me levanté y me arrodillé delante de él, un gesto que significaba humildad y magnanimidad, dos virtudes cristianas. Los miembros de la familia, incluido mi hermano, quedaron asombrados por este gesto y ninguno de ellos se animaba a decir ninguna palabra. Después de un momento, él dijo que me había perdonado. Volvimos a casa felices y serenos por haber restablecido la paz entre nuestras familias.» (Christopher e Perpetua Idu – África) Una perla de gran valor «Estaba viviendo un matrimonio verdaderamente duro. Mi marido, que en un tiempo era un hombre amable, inteligente y culto, se había vuelto alcohólico debido al período en que había vivido bajo las armas. Cuando volvió del frente (de guerra) a Inglaterra, retomó la vida de forma normal, pero pronto le apareció una úlcera duodenal que le dolía mucho. Era incurable y muy a menudo no estaba en condiciones de trabajar. Fue en ese momento que descubrió el alcohol como una eficaz solución para no sentir el dolor… Bebía mucho. Viví con él este momento terrible. Fue un verdadero trauma tanto físico como mental: ¡no podía más! Pedí consejo a varios médicos y profesionales pero sin éxito. Después de algunos años encontramos el Movimiento de los Focolares. Escribí a una persona a la que le tenía mucho respeto y confianza. Su respuesta me asombró: «Gracias por compartir conmigo tu “perla de gran valor”…». ¿Cómo podía llamarse a la enorme dificultad que estábamos viviendo, una “perla de gran valor”? Se necesitaron años para comenzar a comprender de qué modo podría transformar el sufrimiento en amor, saber perder todo lo que creía que era necesario para nosotros, ser aceptados socialmente, y no fingir que todo estaba bien. En el fondo se trataba de decir “sí” en vez de “no”. Al final me rendí, permitiendo que Dios me envolviera entre Sus brazos. Y Él se manifestó. En el último período de su vida, mi marido hizo una experiencia profunda del amor personal de Dios y no tomó más. También yo logré liberarme de la depresión. Es cierto que llegar a esta meta me llevó una gran parte de mi vida. Pero era, y es, mi “perla de gran valor”.» (Fuente: New City – Londres)
Jun 28, 2017 | Focolare Worldwide
En junio de 1967, hace cincuenta años, los israelitas ocuparon los territorios palestinos. Desde ese día ha sido una contínua cadena de choques violentos y de muerte. Muchos, a pesar de todo, siguen construyendo un futuro de paz. Entre ellos Margaret Karram, quien fue miembro de la Comisión episcopal para el diálogo interreligioso en la Asamblea de Obispos Católicos de Tierra Santa y colaboradora con la dirección del Interreligious Coordinating Council en Israel (ICCI). Desde el 2014 trabaja en el Centro internacional del Movimiento de los Focolares (Italia). Margaret K.: «Nací en Haifa, una ciudad de Galilea, mi tierra desde siempre ha sido una tierra de conflictos, de guerras, bajo la dominación de pueblos diferentes. Nuestra casa se encontraba en el Monte Carmelo, en el barrio judío. Éramos la única familia árabe cristiana, de origen palestino. Recuerdo que siendo pequeña, tenía seis años, unos niños empezaron a ofenderme pesadamente diciéndome que era árabe y no podía estar en ese barrio. Corrí llorando donde mi mamá, preguntándole el porqué de esa situación. Como única respuesta, mi madre me pidió que invitara a esos niños a casa. Había preparado pan árabe y se los dio pidiéndoles que lo llevaran a sus familias. De ese pequeño gesto nacieron los primeros contactos con los vecinos judíos que quisieron conocer a la mujer que había tenido ese gesto. Este hecho me enseñó que un pequeño acto de amor hacia el prójimo hace superar montañas de odio». La historia de Margaret prosigue con el relato de recuerdos y acontecimientos que dan testimonio de cuántas dificultades ha tenido que afrontar. Árabe, cristiana-católica, Margaret es ciudadana israelí. Muchos de sus familiares, como tantos cristianos, tuvieron que escapar al Líbano durante los años de la guerra. Por lo que no pudo conocer a gran parte de su familia, porque su papá quiso quedarse con los abuelos. En ella fue creciendo el deseo de construir puentes de fraternidad. «Desde pequeña soñaba la paz. A menudo iba a los barrios árabes de Jerusalén, a Belén o a otros territorios palestinos. Si hablaba árabe –que es mi primera lengua– las personas reconocían en mi acento que provenía de Galilea que se encuentra en territorio israelí. Viceversa, si hablaba en hebreo, me hacían notar que mi acento era distinto al de ellos. Esto me creó un sentido de pérdida de mi identidad: no era ni palestina ni israelí… Cuando tenía 15 años encontré el Movimiento de los Focolares y la espiritualidad de Chiara Lubich que me dio alas para volar. Sentí que no tenía que cambiar a las personas, sino cambiar yo, mi corazón. Volví a creer que el otro es un don para mí y que puedo ser un don para el otro. Viviendo en Jerusalén a menudo tenía la tentación de desanimarme, especialmente durante la Intifada. Vivimos momentos muy duros en la ciudad: a menudo había atentados en lugares públicos, también en los autobuses que yo usaba todos los días para ir al trabajo. Tenía miedo. Fui adelante gracias al sostén de la comunidad con la que compartía la espiritualidad del Focolar. Finalmente encontré mi verdadera identidad: la de ser cristiana, católica, testigo de la esperanza. Fue una etapa importante en mi vida, que me liberó del temor y de la incertidumbre. Podía amar a todos, árabes e israelitas, respetando su historia y hacer todo lo posible para crear espacios de diálogo, para construir puentes, confianza, asistiendo a pequeños milagros, viendo a judíos y musulmanes cambiar de actitud y tratar de trabajar juntos por la paz». Existen muchas iniciativas. Muchas organizaciones trabajan por la paz a través del arte, de la educación, de la acción social. Muchas personas como Margaret tratan de encender pequeñas luces, que pueden iluminar la oscuridad y hacer entrever espirales del cielo. En junio del 2014 fue invitada a formar parte de la delegación cristiana en la oración de “invocación de la paz”, junto al Papa Francisco, al Patriarca Bartolomé I, Shimón Péres, entonces Presidente Israelí y a Abu Mazen, Presidente palestino. «Poco después de este encuentro estalló la guerra en la Franja de Gaza. Parecía que había sido vano el intento del Papa de reunir a los dos Jefes de Estado para trabajar por la paz entre los dos pueblos. Pero fue un momento histórico, una etapa importante. Percibí la potencia de la oración y entendí que el corazón de los hombres sólo Dios lo puede cambiar. Tenemos que seguir invocando la paz a Dios. Como los árboles de oliva que sembramos ese día, espero que la paz eche raíces y se puedan ver los frutos». Video integral (Italiano)
Jun 27, 2017 | Focolare Worldwide