Octava edición de LoppianoLab
El taller de economía, cultura, comunicación, formación e innovación es promovido anualmente por Città Nuova, el Polo Lionello Bonfanti, el Instituto Universitario Sophia y por la ciudadela de Loppiano, sede del evento. Acogiendo la invitación del Papa Francisco, el convenio se presenta como una ocasión de intercambio sobre propuestas que se refieren a temas de primer orden en Italia y no sólo: inmigración, trabajo, pobreza, inclusión social, lucha a la corrupción. Y también: la familia, los jóvenes, la educación y muchas otros temas de actualidad.
Contra toda forma de exclusión optar por la acogida, contra la búsqueda del propio interés procurar la promoción de nuevas virtudes cívicas, trabajando para encontrar formas de salir de las contradicciones de nuestro tiempo y e incidir en las estructuras inicuas que producen precisamente “las víctimas y los bandidos”.
LoppianoLab es por lo tanto un taller cultural donde se lanzan las semillas de un nuevo pensamiento y de una forma de actuar consecuente, con la convicción de que la búsqueda de la ganancia no puede ser el fin de cada actividad humana. El evento está abierto a todos aquellos que se preguntan sobre estos temas y quieren ser “artesanos del cambio”. Para más información escribe a: loppianolab.accoglienza@loppiano.it
Más allá del diálogo: pensar juntos
Una escuela de verano en los Valles de Primiero (Italia) no es una novedad. Ya en años anteriores se habían realizado algunas por iniciativa del Instituto Universitario Sophia. La escuela de verano, del 25 al 30 de agosto de este año, tuvo un claro corte interreligioso, con la presencia de estudiantes chiitas y cristianos. Más allá del éxito de la iniciativa, no se trata de un evento ocasional, sino de un camino de veinte años de amistad entre musulmanes chiitas y católicos en el contexto de la espiritualidad de comunión del Movimiento de los Focolares. En la segunda mitad de los años Noventa el Profesor Mohammad Shomali con la esposa Mahnaz, también ella docente, originarios de Qom (ciudad santa del Islam chiíta en Irán), se reúnen en Inglaterra. Junto a los estudios, su deseo era encontrar caminos para instaurar una relación con realidad vivas del cristianismo. Ya desde entonces en ambos crecía el llamado a un compromiso interreligioso. En este contexto los dos jóvenes académicos encontraron el Movimiento de los Focolares. Nació una amistad espiritual profunda, basada en la centralidad del amor como camino para llegar a Dios y a los hermanos y hermanas que están a su lado. Junto a una experiencia igualmente profunda con la realidad benedictina del monasterio de Ampleforth, los Shomali profundizaron en la espiritualidad de comunión encontrándose también con otros cristianos y musulmanes, en ocasión de congresos internacionales realizados en Roma y en la ciudadela de Loppiano. Después de su regreso a Qom las relaciones con los focolares se mantuvieron para enriquecerse a partir del 2010 de un importante elemento académico. De hecho, el Prof. Shomali, Para favorecer una auténtica relación entre sus estudiantes chiítas de Qom y la iglesia católica organizaron distintos viajes de grupos a Italia donde Se realizaron encuentros con el consejo pontificio para el diálogo interreligioso, la Universidad de San Anselmo y el Pisai (Instituto Pontificio de Estudios Árabes e Islámicos) y el Movimiento de los Focolares. en el 2014 una delegación del Centro del Diálogo Interreligioso del Movimiento transcurrió una semana en Qum para encontrarse con varias realidades académicas y religiosas y establecer relaciones de confianza y comunión. Al año siguiente, un grupo de estudiantes iraníes vivió durante un mes en la ciudadela de Loppiano, sumergiéndose en la espiritualidad de comunión, tanto a nivel vital como intelectual. Profundizaron el patrimonio religioso cristiano identificando aspectos comunes y posibles caminos de diálogo. Fue en este contexto que nació una relación con el Instituto Universitario Sophia, en especial entre el Rector, Mons. Piero Coda y el profesor Shomali. En encuentros sucesivos, en lecciones ofrecidas por el profesor a los estudiantes del Instituto y a los habitantes de la ciudadela de Loppiano y colaborando con Rita Moussalem y Roberto Catalano, co-directores del Centro del Diálogo Interreligioso de los Focolares, Coda y Shomali fueron madurando la idea de dar vida a un proyecto común de investigación académica y de proyectos concretos a los cuales se les dio el nombre de Wings of Unity. El corazón de la iniciativa se concentra en la búsqueda de la unidad de Dios y de la unidad en Dios y quiere focalizarse en la percepción de Dios que tienen las dos tradiciones y a la luz de las mismas, buscar la posibilidad de construir un verdadero espíritu de fraternidad. La finalidad es crear espacios de reflexión en comunión entre musulmanes chiitas y cristianos y favorecer la formación de jóvenes generaciones al diálogo interreligioso. Cómo sintetizó el mismo profesor Shomali, en estos años se ha superado la etapa del diálogo. Hemos llegado a pensar juntos.
Campos de trabajo “hombre-mundo”
Desde Centro y Suramérica hasta Europa, desde África a Medio Oriente, se realizaron 50 campos de trabajo para construir “con la cabeza, las manos y el corazón”, hombres abiertos e inclusivos. Hombres-mundo deseosos de regalar a los demás las propias riquezas abriéndose al mismo tiempo a las de los demás. Cada tres años, los Chicos por la Unidad del Movimiento de los Focolares promueven una serie de talleres internacionales para formarse en la cultura de la fraternidad en una dimensión mundial, como antídoto a la división, a la intolerancia, a la propagación de la división y del odio. Eran dos las fases de cada campo: la primera para aprender a conocer y respetar la patria de los demás como la propia. La segunda para realizar acciones solidarias concretas, especialmente en las periferias más marginadas y con las personas más “descartadas”: inmigrantes, personas sin techo, huérfanos, enfermos, gitanos. En Lituania los chicos que participaron en el programa, en el que estuvo también un grupo procedente de Suiza, fueron a un hospital para personas discapacitadas y enfermos mentales, y lograron involucrar incluso a un joven que por lo general es reacio a todo estímulo. En Skofia Loka, en Eslovenia, (pequeño Estado en el corazón de Europa), el objetivo era involucrar a las personas que viven en la calle. En Bratislava, los muchachos alemanes y eslovacos se dedicaron a la limpieza de las orillas del Danubio y recogieron seis quintales de basura. Pero también se realizaron conciertos, “flash mob”, festivales en varias plazas del Este de Europa, que despertaron el interés y la curiosidad de los medios de comunicación. En Faro, algunos jóvenes fueron entrevistados por la televisión, nacional. En la ciudadela croata el Foro fue un microcosmos internacional: 280 chicos de 22 naciones (con 12 traducciones), entre ellos Palestina, Israel, Líbano, Jordania, Siria y Venezuela. «Cuando hablé con los jóvenes de Venezuela – dijo– una chica de Tierra Santa- comprendí que en todos los países existen problemas. Nosotros estamos en guerra, pero por lo menos tenemos algo para comer. En Venezuela ni siquiera esto. Ante esta realidad, llevé una canasta y propuse que pusiéramos en común lo que teníamos». Otra: «De ahora en adelante, cuando me pregunten cuántos hermanos tengo, ¡diré 280!». Un grupo de chicas que llegaba en el vuelo de USA, perdió sus valijas, que fueron reencontradas después de algunos días. Mientras tanto, acostumbradas a tener de todo, experimentaron lo que significa depender del amor (y de la ropa) de los demás. También esto ha sido un don. En Serbia, el Campo se realizó en Cardak, a una hora de auto desde Belgrado. Los chicos fueron alojados en una estructura del Estado en una zona boscosa, donde anteriormente habían pasado un centenar de prófugos que huían de los Balcanes: un símbolo de la belleza y el dolor en el atormentado recorrido de unidad entre los pueblos, iglesias, religiones. También ellos experimentaron la diversidad de religión (eran cristianos y musulmanes) y de confesiones (entre ellos había católicos, ortodoxos, luteranos, reformados, anglicanos), y algunos no se identificaban con ningún credo, pero todos se sintieron profundamente integrados. En Paztún, en la zona Maya Kaquchikel, de Guatemala, se realizó el Campo de Centroamérica en el que participaron 160 jóvenes de Panamá, Costa Rica, Honduras, El Salvador y Guatemala y un grupo de la etnia Quiché de Santa Lucía Utatlán. La tala indiscriminada de los bosques, una verdadera llaga en el país, los impulsó a plantar miles de abetos (donados por la Alcaldía) en una hectárea de territorio público. En el Cono Sur, el Hombre Mundo asumió los colores del intercambio solidario, con acciones a favor del conocimiento recíproco y la valoración de la riqueza del pueblo sudamericano. En el Campo de Cunaco, en Chile, se realizaron talleres didácticos y recreativos y acciones de solidaridad. En Paraguay se hicieron seminarios, visitas a las comunidades guaraníes de Ita y una jornada junto con los jóvenes del Barrio San Miguel donde realizaron murales y talleres de arte. En Uruguay, los jóvenes se reunieron en Nueva Vida, el centro social animado por los Focolares en una zona periférica de Montevideo, realizaron actividades para los niños, talleres, torneos deportivos y juegos. En Argentina compartieron la vida de sus coetáneos de la isla Margarita, cerca del Tigre, localidad al norte de Buenos Aires, en el delta del Río de la Plata. En Italia, el calor y el clima bochornoso no disminuyeron el entusiasmo en muchas ciudades. En la capital el Campo se desarrolló en Corviale, dentro de un barrio dormitorio donde el deterioro y la degradación son el marco de historias de violencia y pobreza. Se dedicaron a la limpieza de un área verde que se usa para descargar la basura, a fin de que renazca ese espacio como lugar para que los niños puedan jugar. Éstos son solo algunos ejemplos de los 50 Campos de trabajo que se realizaron en distintos países por millares de jóvenes, todos ingenieros y obreros especializados en la proyección y construcción más importante: la de un mundo unido.
Habitandando: un puente entre Italia y Colombia
Habitar un lugar en solo dos semanas. Un lugar que, además, es lejísimo – geográficamente y culturalmente – de tu propio país de origen. Es el reto de Habitandando: construir puentes inéditos entre Italia y Colombia. Un país celebrado por su arte, historia y cultura; el otro, un pueblo joven y contrastado, cuyas riquezas y desigualdades se reflejan también en su territorio – donde se encuentran megalópolis e inmensas regiones vírgenes. ¿Cómo se construye en quince días un puente entre Italia y Colombia? ¿Cómo se logra habitar un lugar, o sea conocerlo como si fuera tu propia casa? “El viaje como método, el territorio como aula” es el secreto el marco que acompaña cada workshop, aunque cada año cambien los lugares visitados en Italia y el tema que los une. Conocer un lugar haciendo experiencia directa, usándolo para generar y testar ideas. Y también este año las experiencias han sido las más diferentes: cruzar varias veces en carro la Italia central, atentos al cambio de los paisajes entre la costa y la montaña; vivir Piazza del Campo en Siena para observar cómo funciona hace siglos un perfecto espacio público; caminar por kilómetros en el centro de Roma, observando como una época histórica se adjunta a las otras en las mil capas que componen la ciudad; explorar Tor Bella Monaca, barrio en la periferia romana en donde proyectos de arquitectura fracasados se añaden a un frágil tejido social. Cada etapa del viaje se enfoca en un tema específico: por ejemplo, las campañas de Toscana explican territorio y paisaje, la Costa de Amalfi muestra antiguo y moderno, los pueblos afectados por terremotos en la Italia central muestra la relación entre memoria y catástrofe. Tener el territorio como aula permite observar cada tema en primera persona, pero no es solo una manera para ir más allá de las explicaciones sencillas de guías turísticos y manuales escolásticos. Es la ocasión para construir tú mismo, de manera incremental, los conocimientos sobre un especifico lugar. Los participantes en el viaje tienen que ejercitar en maneras diferentes sus miradas sobre los lugares visitados: escribiendo textos con destinatarios diferentes, tomando fotografías que respondan a varios registros comunicativos, desarrollando sus propias explicaciones sobre específicos contextos y fenómenos. Después de unos días, las primeras reacciones dejan espacio a pensamientos más profundos. El ejemplo más interesante tal vez es Tor Bella Monaca, el barrio en la periferia romana: el escepticismo inicial (¿“Este sería un barrio pobre y degradado? ¡Ojalá fueran así los barrios pobres de Colombia!”) es remplazado por dudas y los pensamientos que estas generan (“Tal vez la situación es más compleja de lo que aparece, hemos encontrado unos niños que nos dijeron «Nosotros parecemos lindos, pero en verdad somos asquerosos»”). En los participantes, las miradas perdidas de los primeros días desaparecen y dejan espacio a una actitud diferente, que establece relaciones con los lugares visitados y de una manera los desafía. La tensión entre memoria e innovación, el tema de las dos semanas, sale también de los comentario que acompañan la conclusión del viaje. Para un estudiante colombiano, Italia lleva consigo las trazas de siglos de historia, pero tal vez no sabe cómo manejar tanto patrimonio, no entiende como esto pueda enfrentar de nuevas formas las exigencias contemporáneas del hábitat. Estas reflexiones nacen en los últimos días del viaje, en Montefalcone Appennino, en el workshop Il varco (La brecha). Sólo es el primer brote de un pensamiento que se desarraiga de Colombia para echar nuevas raíces también en Italia. Los resultados de este dialogo que acaba de empezar podrían ser los más diferentes, pero por ahora muestran lo que puede generar la simple decisión de estudiar el hábitat saliendo de las clases, andando en el territorio, habitándolo en movimiento: habitar un lugar no es solo conocerlo, sino también empezar a imaginarlo como algo diferente de lo que ya es. Por Diálogos en Arquitectura
Filipinas: «Ser es más importante que tener o hacer»
Eugene es ingeniero, Ann técnica en informática. «Sin embargo – puntualiza ella – luego de 10 años de una carrera exitosa, decidí dedicarme por completo a nuestro proyecto de familia. Al poco tiempo de haber tomado esta decisión, nos llenó de alegría la noticia que estábamos esperando un bebé». En noviembre de 2009, la felicidad por el nacimiento de Erin duró poco. Dos semanas más tarde, el 6 de diciembre, percibiendo una cierta dificultad para nutrirla, decidieron llevar a la pequeña al hospital. Después de algunos exámenes se llegó al diagnóstico: sepsis neonata ly la meningitis, potencialmente letal. Eugen y Ann reviven con emoción esos momentos. «Era el 7 de diciembre – recuerda Eugene – y temprano por la mañana renovamos nuestro “sí” a la voluntad de Dios. Poco tiempo después el médico nos informó que la infección estaba en una fase avanzada y la niña en condiciones críticas. Por la tarde, Erin fue bautizada». Al día siguiente, los latidos eran débiles, los ojos insensibles a la luz. Los médicos aconsejaron trasladarla a un hospital mejor equipado y lógicamente más caro. Sigue Eugene: «Ann me ayudó a hacer un acto de fe, aceptando hacer todo lo que nos sugerían y sólo después preocuparnos por los gastos. Le pedí a Dios: “¿Por qué?”. En la ambulancia trataba de estimularla, acariciándola y cantándole canciones de cuna. Los latidos estaban desapareciendo. Pero en el fondo seguíamos creyendo que había alguna razón, aunque fuese incomprensible para nosotros. Una vez más pronunciamos nuestro “sí”. En Urgencias, viendo su cuerpecito lleno de agujas y tubitos, no podíamos evitar de llorar, dándonos cuenta de la gravedad de la situación. Era el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de María. En la capilla del hospital Le entregamos a nuestra bebé». Ann: «La situación era crítica, la infección parecía haber alcanzado el cerebro. Los médicos nos dijeron que anteriormente otros pacientes, en condiciones similares, no habían sobrevivido o habían quedado discapacitados. Podíamos sólo esperar y rezar. Más exámenes, transfusiones, otros análisis. Erin parecía un pequeño Jesús crucificado, sufrido e impotente. Podíamos sólo estar también nosotros, como María, “a los pies de la cruz”». Agrega Eugene: «Nos mirábamos, asegurándonos recíprocamente nuestro amor y el deseo de permanecer unidos. Esa noche, nos preguntamos si realmente estábamos dispuestos a aceptar cualquier cosa. Ann se acordó de Abraham, dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac. Y de Job, que permaneció fiel aun cuando lo perdió todo: “El Señor da, el Señor toma”. Erin no era nuestra, pertenecía a Dios». Ann se ilumina: «Sin embargo, con el pasar de los días, notábamos unas mejorías. Erin respondía bien a los tratamientos. Un examen muy exhaustivo reveló que la actividad cerebral era normal, a pesar de la gravedad de la infección. Rápidamente los médicos y los enfermeros lo definieron un pequeño milagro. Día tras día, ella se volvía cada vez más fuerte, una pequeña mujer que luchaba valientemente para vivir. Gracias a ella, aprendimos que “ser” es más importante que “tener” o “hacer”. Nos estaba enseñando la vida». Eugene: «Pasamos nuestra primera Navidad, siendo tres, en el hospital. En medio de tanta incertidumbre nos recordamos lo que Chiara Lubich dijo: “Solo Dios es fuente de alegría y de felicidad plena”. Nos sostenían la presencia de Jesús en medio nuestro, la comunidad de los Focolares, la familia y los amigos. 23 días después volvimos a casa. Erin estaba completamente curada». Concluye Ann: «Al igual que todos, nosotros también tenemos nuestras preocupaciones. Pero sabemos que nuestras hijas antes que nada pertenecen a Dios. Nuestra tarea como padres es acompañarlas en el descubrimiento del diseño que Dios tiene sobre ellas». Mientras hablaban, Erin, muy vivaz, jugaba alegre con su hermanita Anica. 7 y 5 años de alegría e inocencia.