San Pablo, en el versículo elegido como “Palabra de vida” de septiembre de 2022, afirma que Él se hizo siervo de todos. En el comentario a aquella Palabra, en 1972, Chiara Lubich alienta a quien quiere ser portador de unidad a servir humildemente a los hermanos. Cualquier persona que quiera realizar la unidad ha de vivir lo que dice Pablo: “Siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda”[1]. En el Nuevo Testamento se presenta el verbo “servir” con dos matices diferentes: a veces significa “servir por amor”, y otras, “servir como esclavo”. Sabemos que en aquel entonces los esclavos no tenían ningún derecho. Existían solamente para su amo. Así, los cristianos debían considerar todo lo que poseían –su trabajo, sus carismas y su oración– al servicio de los hermanos. Por ejemplo, respecto al carisma de cada uno, Pedro escribe: “Que cada cual lo ponga al servicio de los demás”[2]. Respecto al trabajo: “El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus manos… para que pueda hacer partícipe al que se halle en necesidad”[3]. Respecto a la oración: “Os saluda Epafrás, vuestro compatriota, siervo de Cristo Jesús, que se esfuerza siempre a favor vuestro en sus oraciones…”[4]. La oración también estaba al servicio de los demás. ¿Qué podemos hacer los cristianos (…) en nuestra vida cotidiana? Ante todo, reavivar este sentido de humildad, practicando lo que dice Lucas: “El mayor entre vosotros sea como el más joven y el que gobierna como el que sirve”[5]. De este modo desaparecerán del todo ciertas actitudes de superioridad, tan odiosas y anacrónicas, en quienes mandan. Y en un cristianismo renovado ya no se conocerá el servilismo. En su lugar resplandecerá la fraternidad cristiana con esa belleza que la caracteriza y que lleva a exclamar: “¡Qué bueno, qué dulce habitar los hermanos todos juntos!”[6]. Además será preciso volver a empezar cada día a servir a quien tenemos al lado en cualquier ocasión que se presente, a ejemplo de Jesús, trabajando por los demás, poniendo nuestros talentos y dones al servicio de ellos, rezando por los otros como por uno mismo. Si todos los hombres o al menos un grupo exiguo de ellos fueran verdaderos siervos de Dios en el prójimo, pronto el mundo sería de Cristo
Chiara Lubich
Chiara Lubich, Palabras de Vida/1, Ciudad Nueva, Madrid 2020, pp. 98-100)
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