La paz concierne a las personas, a cada uno de nosotros. Es algo que todos debemos construir siempre y en cualquier condición. Es un compromiso nada fácil y no se da por descontado, sobre todo hoy. Con su intervención en 1978 Chiara nos lanzó un fuerte reto. “Amen a sus enemigos”. ¡Esto sí que es fuerte! Esto sí que es un vuelco de nuestra forma de pensar y hace que todos demos un giro al timón de nuestra vida. Porque, no lo ocultemos: algún enemigo… un enemigo pequeño o grande, lo tenemos todos. Está ahí, detrás de la puerta del apartamento de al lado, en esa señora tan antipática e intrigante, que trato de evitar cada vez que se dispone a entrar conmigo en el ascensor…. Está ahí, en ese familiar que, hace treinta años le causó una ofensa a mi padre, y por ello le he negado el saludo… Se sienta detrás de tu pupitre en la escuela y nunca, nunca más la has mirado a la cara, desde que te acusó ante el profesor… Es esa chica que era tu amiga y luego te dejó plantada para irse con otro… Es ese comerciante que te engañó… Son aquellos que en la política no piensan como nosotros y por eso los declaramos como enemigos nuestros. Y hoy, hay quien ve como enemigo al Estado y practica con gusto la violencia contra las personas que pueden representarlo. Como hay, y siempre ha habido, quien ve como enemigos a los sacerdotes y odia a la Iglesia. Pues bien, a todos estos y a una infinidad de otros, a los que llamamos enemigos, hay que amarlos. ¿Hay que amarlos? Sí, hay que amarlos. Y no creas que podamos arreglárnoslas sencillamente cambiando el sentimiento de odio por otro más benévolo. Hay algo más. Oye lo que dice Jesús: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, recen por los que los maltratan” ” (Lc 6, 27-28). ¿Ves? Jesús quiere que venzamos el mal con el bien. Quiere un amor traducido en hechos concretos. Podemos preguntarnos: pero ¿por qué Jesús da un mandamiento semejante? La realidad es que Él quiere modelar nuestra conducta según la de Dios, su Padre, que “hace salir el sol sobre los malos y los buenos, y hace llover sobre los justos y los injustos”. Esto es. No estamos solos en el mundo: tenemos un Padre y tenemos que parecernos a Él. No solo eso, sino que Dios tiene derecho a este comportamiento nuestro porque, cuando éramos sus enemigos y estábamos todavía en el mal, Él fue el primero en amarnos, enviándonos a su Hijo, que murió de esa forma tan terrible por cada uno de nosotros. […] Quizás convenga que también nosotros arreglemos alguna situación, más aún porque seremos juzgados según juzguemos a los demás. De hecho, somos nosotros los que damos a Dios la medida con la que debe medirnos. ¿Acaso no le pedimos “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”? Por tanto ¡amemos al enemigo! Solo actuando así se pueden reparar las desuniones, derribar las barreras, construir la comunidad. ¿Es difícil? ¿Es doloroso? ¿Nos quita el sueño solo pensarlo? Ánimo. No es el fin del mundo: un pequeño esfuerzo por nuestra parte y luego, el 99 por ciento lo hace Dios y… en nuestro corazón habrá un torrente de alegría.
Chiara Lubich
(Chiara Lubich, en Parole di Vita, Città Nuova, 2017, pp. 105-108) https://www.youtube.com/watch?v=fxs_dZ3BqS0
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