El 4 de marzo de 1989, Chiara Lubich respondía a las preguntas de los animadores de Jóvenes por un Mundo Unido. En este fragmento se refiere al cuidado de la creación, una temática nueva para aquello años y una verdadera urgencia para la humanidad entera todavía hoy. El desarrollo de las ciencias, el desarrollo, de la técnica… ha sido algo enorme, maravilloso, que nos ha dejado atónitos a todos. Pero […] la mayor parte de las veces se ha dado prescindiendo de Dios. Y ahora estamos en un planeta, que como saben, si continuamos así, puede estallar de un momento a otro, o mejor dicho, puede llevarnos a todos a otra catástrofe, que ya no es la atómica, sino la catástrofe… ahora ecológica, etc., a todas estas cosas. […] Parece que los hombres lleven puestas unas enormes botas de montaña y hayan caminado a lo largo de estas décadas así, así, y así dentro del barro, salpicando por todas partes; y hayan lanzado a la atmósfera cosas nocivas, a las aguas cosas que contaminan, a los mares lo mismo; han hechos estragos con los árboles, han estropeado todo. Y sin embargo había grandes descubrimientos, muchas cosas maravillosas, un gran progreso. El bien mezclado con el mal. Pero no actuaron a los ojos de Dios, no escucharon a Dios. Y ahora, también este fenómeno nos obliga a reexaminar las cosas todos juntos desde la perspectiva del mundo unido. Si no resolvemos este problema todos juntos, no lo resolveremos. Esto prueba que todo tiende a la unidad. Hasta las cosas mal hechas nos hacen entender que habría que realizar una fraternidad universal, pero basada en Dios. Sí, sería preciso hacer, hay que vivir en este mundo sin arruinarlo todo, pero recordando que Dios existe. […] En fin, hay un impulso (incluso partiendo de algo negativo) que empuja todo hacia la unidad, que nos obliga a ser una sola cosa, como el problema ecológico, por ejemplo; y nos obliga a formar una fraternidad diferente. […] Miren. Todos los acontecimientos, sobre todo los dolorosos, que son los más difíciles de interpretar, tienen que ser considerados de dos formas […] tal como son, porque materialmente son así; pero viendo que dentro de ellos hay algo, está la mano de Dios, la Providencia de Dios que los transforma, como por una alquimia, y los convierte en combustible para nuestra vida espiritual. Era necesaria la cruz para redimirnos; era necesario ese sufrimiento, ese grito –”Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”– para redimirnos. Hace falta también nuestro sufrimiento para lograr crear un mundo nuevo, para cambiar el mundo, cambiar a las personas, cambiar a las criaturas. Hace falta padecer, sufrir.
Chiara Lubich
(Chiara Lubich, Respuestas a las preguntas de los animadores de Jóvenes por un Mundo Unido, Castel Gandolfo, 4 de marzo de 1989).
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