¡Jesús resucitó! Y nos dejó la consigna de ser los testigos de su presencia viva entre nosotros que transforma la sociedad. Una invitación a ser portadores del anuncio de la Buena Noticia a los ambientes en los que vivimos. Jesús nos aseguró que Él estaría presente allí donde dos o más estuviesen unidos en su nombre.[1] Así pues, dejar vivir al Resucitado en nosotros y en medio de nosotros: este es el secreto, el camino concreto para realizar el Reino de Dios; he aquí el Reino de Dios en acto. […] Una consigna que Jesús dejó no solo a sus apóstoles, sino a toda la Iglesia y a cada uno de nosotros. La tarea de la Iglesia será dar testimonio del Resucitado; y no solo mediante el anuncio que sus ministros deben hacer, sino también y sobre todo a través de la vida de cada uno de nosotros, sus miembros. Dar testimonio del Resucitado significa mostrar al mundo que Jesús es Aquel que vive; y esto será posible si el mundo puede ver que Jesús vive en nosotros. Si vivimos su Palabra, si sabemos vencer las inclinaciones del hombre viejo[2], sobre todo manteniendo encendido en el corazón el amor al prójimo, si nos esforzamos en especial por mantener siempre el amor mutuo entre nosotros, entonces el Resucitado vivirá en nosotros, vivirá en medio de nosotros e irradiará su luz y su gracia alrededor, transformando cada lugar con frutos incalculables. Y será Él quien guíe nuestros pasos y nuestras actividades con su Espíritu; quien disponga las circunstancias y nos proporcione las ocasiones para llevar su vida a las personas que necesitan de Él. […] Sin menospreciar los proyectos que tenemos que programar y los medios que el progreso técnico nos ofrece para llevar el anuncio evangélico, tenemos que hacer sobre todo una cosa: ser sus testigos y dejar que el Resucitado viva en nosotros.
Chiara Lubich
(Chiara Lubich, en Palabras de Vida /1, Ciudad Nueva, Madrid 2020, pág. 364-365) [1] Cf. Mt 18, 20. [2] Cf. Ef 4, 22-24 y Col 3, 9-10.
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