En el corazón de la Semana Santa que estamos iniciando, el Jueves Santo reviviremos el lavatorio de los pies que Jesús hace a sus discípulos, en el que realiza este acto de amor poniéndose en el último lugar. Chiara Lubich nos introduce con el siguiente texto en la esencia del amor cristiano, que se traduce en comportamientos concretos, capaces de generar reciprocidad y paz. La unidad que nos ha traído Cristo debe ser siempre renovada y traducida en comportamientos sociales concretos, totalmente inspirados por el amor recíproco. De aquí parten las indicaciones sobre cómo orientar nuestras relaciones: Benevolencia: querer el bien del otro. Es “hacerse uno” con él, acercarse a él completamente vacíos de nosotros mismos, de nuestros intereses, de nuestras ideas, de muchos preconceptos que nos nublan la vista, para hacernos cargo de lo que le pesa, de sus necesidades, de sus sufrimientos, para compartir sus alegrías. Es entrar en el corazón de aquellos con quienes nos relacionamos para compartir su mentalidad, su cultura, sus tradiciones y, en cierto modo, hacerlas nuestras; tratar de comprender verdaderamente qué necesitan y saber captar esos valores que Dios ha sembrado en el corazón de cada persona. En pocas palabras: vivir para quien está a nuestro lado. Misericordia: aceptar al otro tal como es, no como querríamos que fuese, con un carácter distinto, con nuestras mismas ideas políticas, nuestras convicciones religiosas, y sin esos defectos o modos de comportarse que tanto nos chocan. No: hay que dilatar el corazón y hacerlo capaz de aceptar a todos en su diversidad, en sus límites y miserias. Perdón: ver al otro siempre nuevo. Incluso en las convivencias más hermosas y serenas, en familia, en la escuela, en el trabajo, no faltan momentos de roce, divergencias, choques. Se llega a no dirigirse la palabra, a evitar encontrarse, cuando no arraiga en el corazón un verdadero odio hacia quien no piensa como nosotros. El compromiso fuerte y exigente es tratar cada día de ver al hermano, a la hermana, como si fueran nuevos, novísimos, sin recordar las ofensas recibidas, sino cubriendo todo con el amor, con una amnistía completa de nuestro corazón, a imitación de Dios, que perdona y olvida. Por otra parte, la paz verdadera y la unidad se alcanzan cuando la benevolencia, la misericordia y el perdón se viven no solo individualmente, sino juntos, en la reciprocidad. Al igual que en una chimenea encendida, hay que remover las brasas de vez en cuando para que no las cubran las cenizas, también es necesario de vez en cuando proponerse renovar el amor recíproco, reavivar las relaciones con todos, para que no las cubran cenizas de la indiferencia, de la apatía, del egoísmo Estas actitudes requieren traducirse en hechos, en acciones concretas. El mismo Jesús demostró lo que es el amor cuando sanaba a los enfermos, cuando daba de comer a multitudes, cuando resucitaba a los muertos, cuando lavó los pies a sus discípulos. Hechos, hechos: eso es amar. También nuestra jornada puede llenarse de actos de servicio concretos, humildes e inteligentes, expresión de nuestro amor. Veremos crecer a nuestro alrededor la fraternidad y la paz.
Chiara Lubich
(Chiara Lubich, en Parole di Vita, Città Nuova, 2017, pag. 786/8)
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