María, así como cuidó y amó a su hijo Jesús, quiere el bien de cada persona. Ella, criatura humana, es el modelo de todo cristiano y, reflejándonos en las etapas de su vida podemos dar nuestro aporte para un mundo nuevo. Aunque nuestro planeta esté atravesado por múltiples tensiones, la Virgen impulsa a los hombres de muchas maneras, y en todas partes, a la unidad. Quiere familias unidas, las distintas generaciones unidas; quiere la unidad entre las etnias, entre las razas, entre los pueblos, entre los cristianos y, en lo posible, con los fieles de otras religiones. Y también, por lo menos en el campo de la acción concreta, con todos los hombres que no tienen una referencia religiosa definida, pero que buscan el bien del hombre. Ella ama a toda la humanidad y quiere la fraternidad universal. (…) Que María, que hizo de Dios el ideal de su vida, haga de manera que lo sea también para nosotros. Que María, que hizo suya la voluntad de Dios en la Encarnación y en toda su vida, nos ayude a cumplirla a la perfección. Que Ella, que amó al prójimo, tal como se manifiesta en su visita a santa Isabel y en las bodas de Caná, infunda en nuestro corazón esa caridad. Que María, que vivió el amor recíproco con plenitud en la familia de Nazaret, nos ayude también a nosotros a ponerlo en práctica. Que María, que supo ofrecer todo dolor al pie de la cruz, fortifique nuestros corazones cuando el dolor nos invada. Que María, que es madre universal, nos ensanche el corazón a la medida de la humanidad.
Chiara Lubich
(Chiara Lubich, Discurso en la Basílica de Santa María Mayor, Roma, 30.11.1987, en María Transparencia de Dios, Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2003, pp. 73-74)
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