La Palabra de vida de junio de 2022 “Tú eres mi Señor, mi bien, nada hay fuera de ti” nos propone reconocer a Jesús en todas las circunstancias de la vida, sobre todo en los momentos más difíciles, de dolor físico o espiritual. Jesús, en el abandono, se convirtió para nosotros en acceso al Padre. Su parte está hecha. Pero para aprovechar tanta gracias cada uno de nosotros también tiene que hacer su pequeña parte, que consiste en acercarse a aquella puerta y pasar al otro lado. ¿Cómo? Cuando nos sorprende la desilusión o estamos heridos por un trauma o por una desgracia imprevista o por una enfermedad absurda, siempre podemos recordar el dolor de Jesús, que personificó todas estas pruebas, y mil otras más. Sí, Él está presente en todo aquello que tiene sabor de dolor. Cada dolor nuestro tiene uno de sus nombres. Tratemos, pues, de reconocer a Jesús en todas las tribulaciones y estrecheces de la vida, en todas las oscuridades, en las tragedias personales y de los demás, en las llagas de la humanidad que nos rodea. Son Él, porque Él las ha hecho suyas. Bastará decirle, con fe: “Eres Tú, Señor, mi único bien”[1], bastará hacer algo concreto para aliviar “sus” sufrimientos en los pobres, en los desdichados, para ir más allá de la puerta, y encontrar en el otro lado un gozo jamás experimentado, una nueva plenitud de vida.
Chiara Lubich
(Chiara Lubich, en Parole di Vita, Città Nuova, 2017, pag. 605) [1] Cf. Sal 16, 2
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