«Se habla mucho de la construcción de una casa común europea, pero estamos convencidos de que esta obra tan necesaria no será completa si no se piensa en ella como en un particular de esa “aldea global” que es la Tierra que habitamos. Este pensamiento me lo sugiere también la preocupación expresada en su carta por las condiciones precarias de nuestro ambiente natural. (…) De hecho, se están multiplicando los análisis alarmados de científicos, políticos, entes internacionales sobre nuestro ecosistema. De varios lugares se lanzan propuestas para sanar a nuestro mundo enfermo. (…) La Ecología, en el fondo, representa un desafío que se puede vencer solamente cambiando de mentalidad y formando las conciencias. Se ha demostrado efectivamente con muchos estudios científicos serios que no faltarían los recursos técnicos ni los económicos para mejorar el ambiente. En cambio, lo que falta es ese suplemento de alma, ese amor nuevo por el hombre, que hace que todos nos sintamos responsables de todos, en el esfuerzo común de administrar los recursos de la tierra de un modo inteligente, justo, medido (…). La distribución de los bienes en el mundo, la ayuda a las poblaciones más pobres, la solidaridad del Norte con el Sur y de los ricos con los pobres son la otra cara del problema ecológico. Si los inmensos recursos económicos destinados a las industrias bélicas y a una súper producción que requiere cada vez más súper-consumadores, sin hablar del derroche de los bienes en los Países ricos, si estos enormes recursos sirvieran al menos en parte para ayudar a que los Países más pobres encuentren una propia y digna vía de desarrollo, ¡cómo sería más respirable el clima, cuántos bosques se podrían salvaguardar, cuántas zonas evitarían la desertificación y cuántas vidas humanas se salvarían! (…) Sin embargo, sin una nueva conciencia de solidaridad universal nunca daremos un paso adelante. (…) Si el hombre no está en paz con Dios, la tierra misma no estará en paz. Las personas religiosas advierten el “sufrimiento” de la tierra cuando el hombre no la ha usado según el plan de Dios, sino sólo por egoísmo, por un deseo insaciable de poseer. Este egoísmo y este deseo contaminan el ambiente aún más y antes que cualquier otra contaminación, que es sólo consecuencia de ellos. (…) Ahora tales consecuencias desastrosas constriñen a ver la realidad todos juntos en la prospectiva de un mundo unido: si no afrontamos todos juntos este problema, no se resolverá. (…) Si se descubre que todo lo creado es don de un Padre que nos ama, será mucho más fácil encontrar una relación armoniosa con la naturaleza. Y si se descubre además que este don es para todos los miembros de la familia humana, y no sólo para algunos, se pondrá más atención y respeto por algo que pertenece a la humanidad entera presente y futura».
Poner en práctica el amor
Poner en práctica el amor
0 comentarios