Benevolencia, misericordia, perdón. Tres características del amor mutuo que pueden ayudarnos a establecer nuestras relaciones sociales. La unidad, donada por Cristo, tiene que reavivarse cada vez más y traducirse en comportamientos sociales completamente inspirados por el amor recíproco. De ahí las indicaciones sobre como establecer nuestras relaciones: Benevolencia: Desear el bien del otro. Es “hacernos uno” con él, acercarnos a él estando completamente vacíos de nosotros mismos, de nuestros intereses, de nuestras ideas, de tantos prejuicios que nublan nuestra mirada, para acoger sus pesos, sus necesidades, sus sufrimientos, para compartir sus alegrías. Es entrar en el corazón de los que nos encontramos para comprender su mentalidad, su cultura, sus tradiciones y, de alguna manera, hacerlas nuestras para comprender verdaderamente lo que necesitan y saber acoger esos valores que Dios ha sembrado en el corazón de cada persona. En una palabra: vivir por el que tenemos al lado.
Misericordia: acoger al otro tal como es, no como quisiéramos que fuera, con un carácter distinto, con nuestras ideas políticas, con nuestras convicciones religiosas y sin esos defectos o esos modos de hacer que tanto nos molestan. No. Es necesario dilatar el corazón y hacerlo capaz de acoger a todos en su diversidad, con sus límites y miserias.
Perdón: ver al otro siempre nuevo. También en las convivencias más bellas y serenas, en la familia, en el colegio, en el trabajo no faltan nunca momentos de roces, de divergencias, de conflictos. Se llega a no dirigirse la palabra, a evitar encontrarse, por no hablar cuándo se alberga en el corazón un verdadero odio a quién no piensa como nosotros. El compromiso fuerte y exigente es tratar de ver cada día al hermano y a la hermana como si fueran nuevos, novísimos, sin acordarnos en absoluto de las ofensas recibidas, sino cubriéndolo todo con el amor, con una amnistía completa en nuestro corazón a imitación de Dios que perdona y olvida. Además, la verdadera paz y la unidad llegan cuando la benevolencia, la misericordia y el perdón se viven no sólo individualmente, sino juntos, mutuamente. Y como en una chimenea encendida, de vez en cuando es necesario mover las brasas para que las cenizas no la cubran, también es necesario, de vez en cuando, reavivar expresamente el amor reciproco, reavivar las relaciones con todos, para que no queden cubiertas por las cenizas de la indiferencia, de la apatía, del egoísmo. Hay que traducir estas actitudes en hechos, en acciones concretas. Jesús mismo demostró lo que es el amor cuando curó a los enfermos, cuando dio de comer a la muchedumbre, cuando resucito a los muertos, cuándo lavó los pies a los discípulos. Hechos, hechos: esto es amar.
Chiara Lubich
(Chiara Lubich, in Parole di Vita, Cittá Nuova, 2017, pag. 787)
0 comentarios