La Dra. Chiara Lubich, fundadora y presidente del Movimiento de los Focolares para la renovación espiritual y social, ha visitado el Consejo Ecuménico de las Iglesias el 28 de octubre, para una celebración ecuménica y para un diálogo sobre la “espiritualidad de la unidad” que toca todos los campos de la vida y de la sociedad. Después de un rico intercambio, la Dra. Lubich y el Rev. Dr. Konrad Raiser, Secretario General de la CEC, han formulado un mensaje común en el que ponen en evidencia una «renovada esperanza para el camino ecuménico común».
Texto integral del mensaje común presentado el 28 de octubre del 2002:
Es con un sentimiento de profunda gratitud que les escribimos, considerando que la tarea del consejo Ecuménico de las Iglesias es la de trabajar en favor de la unidad cristiana. Hoy aquí en el CEC de Ginebra, ha florecido en nuestros corazones una nueva confianza. Han tenido lugar encuentros y coloquios que nos hacen mirar al futuro más serenamente y nos abren nuevas perspectivas. La conferencia en el Instituto Ecuménico de Bossey, el culto en la Catedral protestante de St. Pierre en Ginebra y el encuentro de hoy, que constituye un evento importante durante el cual los participantes –Obispos de varias Iglesias reunidos en estos días para un congreso ecuménico en las cercanías de Ginebra, representantes del Movimiento de los Focolares y la directiva del Consejo Ecuménico de las Iglesias –han compartido oraciones y han intercambiado pensamientos y experiencias que nos inspiran a nosotros y a nuestras Iglesias a corresponder a nuestro llamado y finalidad comunes. Estábamos bien al corriente de cómo las Iglesias miembros del CEC desde hace varias décadas se han dedicado a una continua búsqueda, con un esfuerzo incansable, a favor de la unidad, y se habían notado las conquistas alcanzadas. Al mismo tiempo teníamos presentes las dificultades surgidas en este último período, en el cual se habla de estancamiento, de un período invernal para el ecumenismo. Y bien, con una y otra cosa en el corazón, durante esta jornada, nos parece que con la ayuda del Señor, hemos renovado la esperanza en nuestro camino ecuménico común a través de una espiritualidad de vida que podría llamarse “espiritualidad de la unidad”, que es un camino a la conversión del corazón. Si las Iglesias se reúnen para hacer visible la unidad buscada sinceramente, convendría cambiar la actitud hacia Dios y entre ellas. Ellas están llamadas a la metanoia y a la kenosis, en las cuales encontramos el modo de poner en práctica la más genuina penitencia y de vivir la más auténtica humildad. Lo importante ciertamente es no menospreciar la oración. Si no nos aferramos a seguridades falsas, si encontramos en Dios nuestra verdadera y única identidad, si tenemos el valor de ser abiertos y vulnerables recíprocamente, entonces empezaremos a vivir como peregrinos en camino. Descubriremos el Dios de las sorpresas que nos guía por caminos nunca antes recorridos, descubriremos al uno y al otro como verdaderos compañeros de viaje. Esta espiritualidad exige que nos despojemos de nosotros mismos, como Cristo (cfr. Fil. 2,6) Ella conduce a la conversión del corazón de cristianos aislados, que de este modo se encuentran codo a codo y aprenden de las experiencias espirituales, de la teología y de las tradiciones de los demás, que también anhelan ser fieles a Cristo. Será Él quien nos ayudará a amar la Iglesia del otro como la propia, premisa necesaria para una unidad visible. Tal espiritualidad debe penetrar en nuestras Iglesias mientras tratan de dar testimonio de esa unidad por la cual ha rogado el Señor: “que todos sean uno”. Esto es posible gracias al Espíritu Santo que –porque somos bautizados en Jesús, muerto y resucitado- nos hace capaces de vivir más allá de nosotros mismos, entrando en la realidad del otro. Con estos pensamientos, con esta esperanza y esta disposición, en los días pasados, hemos podido experimentar, nosotros -laicos, pastores, sacerdotes, obispos, responsables de Iglesias- que significa ser ya, en cierto modo, por la presencia del Resucitado entre nosotros, (“Donde dos o tres están reunidos en Mí nombre, yo estoy en medio de ellos” – Mt. 18, 20), un sólo pueblo cristiano. Hemos vivido un nuevo diálogo, el de la vida, un diálogo del pueblo que es necesario promover aún más. Un diálogo complementario al teológico y a otras formas de diálogo tradicional entre las distintas Iglesias; que las favorece y acelera hacia la plena realización del Testamento de Jesús: “Que todos sean uno para que el mundo crea” (cfr. Jn. 17,21). Con el deseo de continuar, también con todos ustedes, este camino, aseguramos y pedimos su oración a Aquél que todo lo puede. Konrad Raiser Secretario General del Consejo Ecuménico de las Iglesias Chiara Lubich Presidente e Fundadora del Movimiento de los Focolares
0 comentarios