Desde hace un mes el centro-sur de Chile se ha visto afectado por grandes incendios forestales que han destruido alrededor de medio millón de hectáreas. Son 11 los fallecidos y alrededor de 1.100 los damnificados. Unas mil casas se incendiaron, la mayor parte en Santa Olga, a 500 Km al Sur de Santiago, un pueblo de 5 mil habitantes que quedó completamente destruido. Los daños llegan a varios cientos de millones de euros. Los factores que contribuyeron a una catástrofe de este tipo fueron varios: una ola de calor con temperaturas históricas, la intensa sequía y el viento que ha alimentado los incendios que se propagaron en la cordillera dorsal de Chile. Se trata de la cadena montañosa que está entre el Pacífico y los Andes, y que hace escapada la geografía de este país, a lo largo de 6 mil kilómetros pero con ancho de sólo 200-300 kilómetros. Unos cuarenta aviones cisterna y helicópteros y más de 4.500 brigadistas no han sido suficientes para controlar tantos frentes. Están trabajando también dos aviones gigantezcos acondicionados contra el fuego: un Boeing 747 (Supertanker) capaz de volcar alrededor de 70.000 litros de líquido y un Ilyushin-76 que puso a disposición el gobierno ruso, capaz de lanzar 30 toneladas de agua y de aterrizar en pistas cortas. Argentina, Colombia, Brasil, Perú, España, Portugal, Francia y Venezuela han enviado equipos anti-incendio. Impresiona la secuencia de catástrofes naturales ocurridas del 2010 a esta parte, empezando por el terremoto de 8,8 escala Richter seguido por un tsunami que provocó 535 muertos y miles de millones de daños. Siguieron al menos tres grandes erupciones volcánicas. En el 2015 un nuevo terremoto: 8.4 escala Richter… En el 2014 y este año los incendios han asediado los alrededores de Valparaíso, una ciudad portuaria a 115 Km de la capital: ha habido varias víctimas y daños por 4 mil millones. Parece increíble, en el 2015 se inundó el Atacama, el desierto más árido del mundo en el norte. El lodo arrasó aldeas enteras, calles, puentes y a 28 personas. Y ahora nuevamente el fuego se ve atizado por la sequía. Habrá tiempo para indagar sobre las causas, en algunas localidades no se excluye el dolo. Pero ahora es el momento de intervenir. Sin embargo las llamas no han devorado la solidaridad que se ha puesto en acción en distintos modos: por doquier se recogen artículos de primera necesidad. La organización “Hogar de Cristo” realizó una colecta de casi 1,8 millones de dólares para reconstruir las casas destruidas. Algunas personas adineradas asumieron el gasto del Supertanker. “Son nuestros hermanos, debemos ayudarnos”, explica una madre de familia que coordinó una colecta entre los vecinos. En Santa Olga quedó en pie sólo alguna casa, pero sobre los escombros humeantes flamea la bandera chilena. Un símbolo que aquí no falta nunca aún en medio de la destrucción. Quiere decir que se regresará para construir y tratar de arrancarle a esta naturaleza un lugar donde vivir, trabajar, realizar sueños. Lo harán tenazmente, con la paciencia secular de quienes han aprendido a construir su historia entre sudor y lágrimas rodeados por una naturaleza que no regala nada. Alberto Barlocci Ultimas noticias de las comunidades de los Focolares en las zonas afectadas por los incendios Escriben Marilyn y Juan: «Ya han pasado 19 días desde que en todo Chile, con la colaboración de muchos países, se lucha contra los incendios. En las regiones del centro-sur de Chile hay numerosas comunidades de los Focolares. Todavía ahora, después de una lucha que parece superar las fuerzas humanas, siguen encendidos más de 80 focos de incendio y debido al fuerte viento, algunos que se habían apagado se han vuelto a encender. Varios pueblos, donde viven muchas familias del Movimiento, han sido desalojados para evitar la pérdida de vidas humanas. Las personas, junto con los bomberos, brigadistas, voluntarios, velan para evitar la propagación del fuego. Son innumerables las experiencias de solidaridad, en especial las de las personas del lugar, como Manuel y Silvia, voluntarios del Movimiento quienes viven en Chiguayante, una zona completamente circundada por el fuego. Debido a la gravedad de la situación se vieron obligados a desalojar su casa. Junto con sus hijos y los vecinos, arriesgando sus vidas, se pusieron a “limpiar” el suelo para impedir la llegada del fuego. Aunque ahora la situación está bajo control, siempre existe el peligro de que el viento cambie de dirección. Victoria y Jorge y sus tres hijos, viven en Tomé, que es también una zona en riesgo; junto con algunos amigos de sus hijos y otros jóvenes realizaron una colecta de artículos de primera necesidad para quienes perdieron todo, y los llevaron a los pueblitos más aislados donde es más difícil que lleguen las ayudas. El Padre Alex, un sacerdote ortodoxo de la Iglesia Rusa, muy amigo del Movimiento, vive en Hualqui, un pequeño pueblo y va a celebrar la Misa a Chiguayante, donde está su comunidad. El fuego había tomado fuerza y las llamas bloqueaban la calle de su pueblo, por lo tanto regresó a pie para poder acompañar a algunas personas que todavía están aterrorizadas. Hay experiencias de solidaridad también de parte de las comunidades del Movimiento que están en ciudades lejanas de la zona de los incendios. Se organizaron a través de grupos de whatsapp y después de dos días salieron los primeros automóviles cargados con ayudas. Constatamos en el pueblo una gran capacidad de reaccionar ante las dificultades, de resiliencia, una respuesta conmovedora e inmediata. Es fuerte ver los rostros radiantes de quienes están comprometidos en ayudar, y constatar que realmente “hay más alegría en dar que en recibir”. Nosotros, antes de cualquier actividad, renovamos la unidad entre nosotros para poder llevar ese amor que todos necesitan. Todas las noches, a las 10, nos unimos en oración para pedir el milagro de la lluvia, y muchos se unen a nosotros».
Poner en práctica el amor
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