«Desembarcan en las playas italianas buscando paz y futuro. Buscan una vida digna. En estos últimos meses están llegando sobre todo las víctimas de la guerra en Siria, protagonistas de un nuevo “éxodo bíblico” como muchos lo definen». Marigen, cuenta esto refiriéndose a cuando ella y las otras focolarinas de Catania (Sicilia), se sintieron directamente interpeladas por los rostros de prófugos y por los desembarques cada vez más urgentes y se preguntaron: «Y yo, nosotros, ¿qué podemos hacer?»-.
A través de Valeria, una joven del Movimiento, se enteran que cotidianamente se agolpan en la estación de Catania muchos sirios, para comenzar el viaje hacia países del norte de Europa. «Tienen necesidad de todo- cuenta Valeria- ropa, zapatos, bolsos, valijas, comida, medicinas».
Inmediatamente las focolarinas se ponen en acción: «Abrimos nuestros armarios, sacamos todo lo que se había acumulado y podía servir a los otros –agrega Paola-. Una de nosotras pega un botón, otra plancha una camisa, otra prepara paquetes con indumentaria clasificada según las tallas. Tenemos muy presente la experiencia de Chiara Lubich y del primer focolar en Trento en los tiempos de guerra».
Al día siguiente, se dirigen a la estación y entregan todo a una joven marroquí que coordina la entrega de la ayuda que va llegando. En ese momento descubren que necesitan un lugar donde depositar todo lo que la gente dona. Esa misma noche una familia pone a disposición su garaje.
Tienen también la oportunidad de auxiliar y conocer a los inmigrantes que están como huéspedes en la mezquita, que se ha convertido en un dormitorio para prófugos musulmanes y cristianos. Lina, focolarina, que proviene de Jordania, traduce sus historias llenas de dolor y esperanza.
Mientras tanto, la comunidad de los Focolares de Siracusa comparte con toda la ciudad el dolor por la pérdida de Izdihar Mahm Abdulla, una joven siria de 22 años que murió en la travesía por el mar, por no haber podido consumir sus habituales medicinas, Marigen cuenta: «Nos estrechamos alrededor de los prófugos tratando de llevarles ayuda material y consuelo. Participamos en el funeral realizado según el culto musulmán en la explanada de la Catedral. Rezamos juntos, al lado del Imam de Catania, el Intendente y el Arzobispo de Siracusa. Se respiraba un clima sagrado. Alrededor del ataúd estamos todos unidos por este gran dolor. El Imam le regala el Corán al Obispo como gesto de amistad y comunión».
También en la isla de Lampedusa, a raíz de la tragedia en la que muchos murieron en el mar, la comunidad del Movimiento, junto con otros, enfrentó la emergencia, ofreciendo hospitalidad, comida, sus propias casas, compartiendo con los inmigrantes no sólo lo que tenían como superfluo, sino también lo necesario.
En la cercana Malta, la comunidad de los Focolares se sintió directamente interpelada por la llegada de prófugos en las costas de la Isla. «Aquí el desafío de la inmigración y de la integración es muy fuerte – cuenta Vanessa-. Desde hace ya dos años comenzamos a tomar conciencia de los pasos a dar y pedimos permiso para entrar en los centros de detención donde hay muchos prófugos». Se organizan grupos con el fin de actuar en diversos frentes. «Integro el grupo que va al centro de detención – continúa Vanessa- donde conocimos a unas cincuenta mujeres somalíes que tienen entre 16 y 50 años, la mayor parte musulmanas, aunque hay también algunas cristianas.
Damos lecciones de inglés, de trabajos manuales y danza, pero lo más importante es la relación con cada una: escuchar y compartir las frustraciones, las historias de vida…. Es así que conocemos situaciones muy delicadas, que llevan a pensar inclusive en el suicidio… Constatamos que la disponibilidad de escucharlas es un recurso importante, y vemos con alegría que estas visitas llevan alivio y esperanza. Es ésta la actitud de acogida que tratamos de vivir y transmitir, para promover una cultura de la integración».
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