Foto: © Verônica Farias – CSC Audiovisivi
4 días dedicados a la ejemplificación y al estudio de las tradiciones, tanto escritas como orales, según el argumento elegido, así como es comprendido y vivido en los varios grupos étnicos del continente. Un cotejo con la Sagrada Escritura, con el Magisterio de la Iglesia y con las experiencias y reflexiones fruto de la espiritualidad de la unidad. Ésta es, en síntesis, la metodología de la
Escuela de la Inculturación, que tiene como base una dinámica relacional imprescindible: «
No se puede entrar en el alma de un hermano para comprenderlo, para entenderlo… si la nuestra está llena de aprensiones, de un juicio…», escribía
Chiara Lubich. «”
Hacerse uno” significa ponerse delante de todos en la actitud de aprender, porque realmente tenemos que aprender».
¿Pero dónde se origina esta experiencia? «Sin duda ha sido una idea genial de Chiara Lubich», explica María Magnolfi, quien vivió 20 años en África, entre Kenia y Sudáfrica, y tiene un doctorado en Sagrada Escritura en el Instituto Bíblico Pontificio, y que ha acompañado desde los inicios el camino de la Escuela. «Se remonda a cuando Chiara fue a Nairobi, en mayo de 1992, y se encontró con el Nuncio y escuchó las preocupaciones de la Iglesia que se preparaba al primer sínodo africano, y por lo tanto también a afrontar este interrogante sobre la inculturación que provocaba tanta zozobra. Fue entonces que fundó la Escuela de la Inculturación, inspirada en la espiritualidad de la unidad, para abrir un espacio de estudio sobre las cualidades y los valores de las culturas africanas, y el fruto de su encuentro con la vida pura del Evangelio. No siempre en los contextos eclesiales ha sido fácil encontrar
un camino exitoso para la inculturación. La carta recibida recientemente de parte del Card. Arinze nos parece muy significativa. En ella el Cardenal expresa su alegría por el trabajo realizado a lo largo de estos años y da su pleno apoyo para proseguir este camino».
Propiedad, trabajo y el sentido de lo sagrado, el sufrimiento y la muerte, hasta los procesos sociales de reconciliación, los itinerarios
educativos, y de la
comunicación, son algunos de los argumentos tratados en estos años, cada uno con sus relativas Actas publicadas en varios idiomas. En el 2013, en la edición anterior a ésta, se pudo dar espacio al descubrimiento de
quién es la persona en África. Ahora se pretende pasar de la persona al entramado de relaciones familiares, conscientes de que en África nunca se puede prescindir de la familia.
¿Cuáles con las características de la 11ª edición? «Sobre este vasto argumento de la familia –investigando qué es el matrimonio en la cultura Tswana, Zulú, Kikuyo, y también las de Burkina Faso, Costa de Marfil, Congo, Angola, Nigeria, Uganda, Burundi, Camerún, Madagascar… – se encontraron dos direcciones prioritarias para ahondar» – sigue explicando María Magnolfi – «el
papel hombre-mujer y la
institución del matrimonio como alianza y después la
transmisión de los valores en la familia, una temática que al concluir la escuela sobre la persona ha se había puesto muy en evidencia. ¿Cuáles valores? El compartir, la acogida, la participación, el respeto hacia los ancianos como “depositarios de la sabiduría”, la disposición a compartir según las necesidades, también arriesgándose».
¿Qué significado tiene la escuela de inculturación? ¿Cuál es su importancia para el encuentro entre las culturas africanas, y entre éstas y las culturas extra-africanas? Raphael Takougang, focolarino camerunés, abogado, lo explica así: «Chiara Lubich al fundar la Escuela de la Inculturación durante su viaje a Kenia en mayo de 1992 tocó el alma del pueblo africano. Demostró que comprendía África más de lo que se puede pensar. El suyo no fue un acto formal, sino el fruto de un amor profundo por un pueblo y sus culturas que la historia no siempre ha valorado. Ya desde hace más de veinte años, “peritos” africanos, expertos en Sagrada Escritura y en el Carisma de la Unidad trabajan para poner en evidencia esas
Semillas del Verbo contenidas en las varias culturas del continente, primero que nada para ponerlas en evidencia a los mismos africanos, que así aprenden a conocerse y apreciarse más. De hecho, la diversidad y la riqueza de esas culturas vienen más de relieve. Después es un aporte para dar a conocer mejor el pueblo africano poco conocido, aparte de las guerras y carestías. El patrimonio cultural que poco a poco se ha constituido habla de la presencia de Dios en la vida cotidiana de estos pueblos y puede dar un notable aporte al diálogo entre los pueblos en este mundo que es cada vez más una “aldea planetaria”».
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