Es impresionante descubrir que en el mundo no existe sólo la explotación, la competencia desleal, los juegos de interés. Existen empresarios, como por ejemplo los que participan en el proyecto por una Economía de Comunión (EdC) – unos mil en el mundo- que además de querer obtener una ganancia que asegure la vitalidad y continuidad de su empresa, quieren vivir la ‘cultura del dar’ según los fines del mismo proyecto: la ayuda a los necesitados y la formación en esta cultura de las nuevas generaciones. Y para realizarlo, ponen a disposición del proyecto, libremente, una parte de sus utilidades. Socoro y Gomes, brasileños, viven en Taguantinga, una ciudad del Distrito Federal. Tenían ya seis hijos cuando él, debido al alcoholismo, perdió el trabajo. Para mantener a la familia, ella trabajaba como empleada doméstica por horas, pero las entradas eran poquísimas y los hijos, quedándose solos, se desorientaron al punto que el más grande, que era adolescente, cayó en la droga. Fue en ese momento que llegó la primera ayuda de parte de los Focolares, que acogió al chico en la Fazenda da Esperança, una comunidad de recuperación animada por la espiritualidad del Focolar. Sobre la familia pendía también el problema de la ‘casa’, que además de estar casi en ruinas y de ser totalmente insuficiente para una familia tan numerosa, corrían el riesgo de perderla porque habían dejado de pagar a quien les había anticipado el dinero. Se hizo presente esta problemática a la Comisión EdC de su región. Después de un análisis atento, les ofrecieron un préstamo para cubrir la deuda, que irían restituyendo según sus posibilidades. Mientras tanto, Gomes empezó una actividad económica con tanques de gas, pero debido a su problema con el alcohol no logró mantener la actividad. Eran tiempos duros para ellos. A la grave situación económica se sumaron incertidumbres, discrepancias, falta de diálogo. Y en medio de todas estas dificultades él tuvo incluso un infarto. Cuando menos lo esperaban, a Socoro le ofrecen un trabajo fijo como empleada doméstica en la casa de un Cardenal, que le regula su situación laboral y le da un salario justo. Un día, el Cardenal va a visitar a la familia, y tiene un importante diálogo con Gomes, quien decide dejar el alcohol y cambiar de vida. Poco después reciben la visita de dos miembros de la Comisión EdC, venidos para verificar la situación habitacional. Y así, después de un tiempo se les propone si quieren entrar en el programa Habitaçao, que dentro del proyecto EdC prevé el saneamiento y la restructuración de las casas de las familias extremadamente pobres. «Cuando lo supe –confiesa Socoro- sentí una gran emoción. Tenía la sensación de que era Dios mismo quien nos daba esta posibilidad». El trabajo de restructuración en gran parte lo realizaron personas de la comunidad de los Focolares, algunas de las cuales trabajaron de las 5,30 de la mañana a las 7,00 de la noche. Ahora en la casa hay una sala, baño, la habitación de los papás, una para las chicas y una para los chicos. Vivir en una casa así ayuda a quien la habita a reencontrar la propia dignidad. Gomes, ahora totalmente recuperado, parece otra persona. Las dos hijas más grandes, gracias a una beca, frecuentan la universidad. «Viendo a las hijas tan dedicadas al estudio –cuenta Gomes- también yo me sentí impulsado a inscribirme en un curso para adultos, para obtener el diploma de la secundaria». A pesar de que hacía 38 años que no estudiaba, era un desafío que quería enfrentar. En el aula aprende a superar la vergüenza de sentirse viejo y con buena voluntad lo logra. Cuanto salen los concursos del Banco de Brasilia y del Ministerio de Turismo, logra clasificarse entre los primeros 200 y es contratado como empleado en un banco.
Poner en práctica el amor
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