Año 1959. En el pueblito trentino de Fiera di Primiero se desarrollaba la última de las primeras Mariápolis, etimológicamente “ciudad de María”, una de las citas típicas del Movimiento de los Focolares, en las cuales, por algunos días, adultos, jóvenes y niños, personas de las más variadas procedencias, se reencuentran con el fin de vivir una experiencia de fraternidad, a la luz de los valores universales del Evangelio. Hoy estos encuentros se desarrollan cada año en numerosos países del mundo proponiendo, en contextos muy distintos, la “regla de oro” que invita a hacer a los demás lo que quisieras que te hicieran a ti mismo. El 22 de agosto de aquel año, en plena “guerra fría” que oponía el bloque occidental al soviético, los participantes de la Mariápolis, procedentes de más de 27 naciones, decidieron consagrarse a María, ellos mismos y los propios pueblos a los que pertenecían. La fórmula de consagración se leyó en los nueve idiomas presentes y ese “pueblo” comprendió que el camino de la unidad, descubierto y experimentado en Primiero, estaba destinado a difundirse en todo el mundo. Hoy, en momentos de “colisión de incivilidades” , las relaciones entre los Estados parecen estar en el máximo desorden y esto muestra aún más la importancia de los propósitos de aquel evento del ’59, tanto es así, que la nueva Alcaldía de Primiero, recién constituida, abrió sus puertas los días 27 y 28 de agosto, al encuentro “Los Pueblos en la Familia humana”, que tuvo como relatores al Juez Gianni Caso, presidente honorario de la Corte de Casación, y a Vincenzo Bonomo, director del curso de licenciatura en Jurisprudencia en la Pontificia Universidad Lateranense. En este tiempo no se habla de pueblos, en todo caso se habla de Estados. Los pueblos son agrupaciones naturales con derecho a la autodeterminación; los Estados llegan incluso a negar la existencia de los pueblos indígenas, que sin embargo existen, para no tener eventualmente que reconocer el derecho a la autodeterminación de los indígenas. Se prefiere hablar de “sociedad civil” que tiene, al máximo, una opinión: los pueblos no tienen una opinión, tienen un derecho de autodeterminarse y pueden, y a menudo lo quisieran, reivindicar. «La paz de los pueblos es el orden querido por Dios», afirmaba Chiara Lubich y confiaba los pueblos a María, no los Estados. Los confiaba a María para que Ella los defendiera porque los pueblos tienen derecho a la defensa. «Hoy no existe más la guerra fría – afirma Bonomo- pero existe una paz fría que es tal vez peor porque es una paz, o presunción de paz, que no está basada en los valores compartidos». ¿Qué queda hoy de aquel “pacto” del ’59? El enunciado de aquellos principios es hoy más que nunca actual para orientarse en el difícil panorama geopolítico. Según los relatores queda el método de lectura de los hechos; queda el importante instrumento que supone tener la visión de un mundo unido que no anula las diferencias sino que las exalta. Existe hoy el deseo de redescubrir los valores proféticos sellados en aquél lejano ’59 y las personas presentes en el encuentro manifestaron pasión y convicción. Uno de los políticos locales, alcalde de uno de los ex municipios que han confluido en el municipio único de Primiero, afirmó que la Mariápolis de Primiero no debe ser para ese valle una atracción turística sino que debe finalmente, con sus valores “cambiar nuestra vida”. Se desea que crezca el patrimonio de valores que Chiara Lubich dejó y que Primiero sea un laboratorio de fraternidad entre los pueblos. Un ejemplo de este laboratorio se vio en la reciente, no fácil, unificación de los cuatro municipios, (Fiera di Primiero, Siror, Tonadico y Transacqua), cuatro pequeños “pueblos” que, por el bien común, eligieron la comunión. Los que vivieron aquella experiencia de 50 años atrás hablan de «semillas sembradas que hay que seguir regando». En la discusión se establece una conexión ideal entre el “Espíritu de Asís”, en las relaciones entre las religiones y el “Espíritu de Primiero” en las relaciones entre los pueblos. En la mañana del domingo 28 de agosto de 2016, en la repleta Pieve di Fiera, se repitió el acto de consagración con la “fórmula” recitada en 1959 en aquella misma iglesia. Una señal de fiesta para una nueva profunda, responsable idea de paz. Roberto Di Pietro Fuente: Cittá Nuova
Poner en práctica el amor
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