Una enfermedad Hace dos años que mi marido está enfermo. Un tumor en el cerebro lo ha transformado. A veces se queja porque se le caen las cosas de la mano. Me puse de acuerdo con mis hijos para nunca hacerle sentir que había sucedido algo raro… Muchas veces, observando la delicadeza con la que tratan a su padre, de cuántos sacrificios y renuncias hacen con tal de ayudar en la familia, veo en ellos que son adolescentes una gran madurez. En la familia estamos viviendo una etapa que nunca habíamos vivido. No obstante, a pesar del dolor inconfesable que pesa en cada día, experimentamos una gran serenidad. (B.S. – Polonia) El viejito En casa no había nada para comer. Tomé una bolsa de maíz y 1000 francos: la mitad era para el transporte y la mitad para el molino. Detengo el primer taxi. Al lado del chofer, un hombre anciano dormía profundamente. Noté que el taxista trataba de sacarle el monedero de su cartera, entonces cuando llegué a mi destino dije: «Este señor es mi padre. Tiene que bajar conmigo». El conductor seguía repitiéndome que éste no era el lugar que él le había pedido ir, pero ante mi insistencia, para hacer bajar a ese hombre, me pidió 1000 fr. Se los di enseguida, y, tomando la bolsa, saqué al viejito que seguía durmiendo. En nuestra ciudad sucede a menudo que los choferes drogan a los pasajeros para robarles. El anciano se despertó cuando le tiré agua en la cabeza. Buscó su cartera y controló si estaba toda la plata. Me dijo: «Me salvaste la vida» y me dio 5000 fr. Luego llamé a un taxista de confianza que lo acompañó sano y salvo a su pueblo. (M.A. – Camerún) Pantalones de moda En la clase me tomaban el pelo porque no estaba vestido a la moda como los demás. Mi familia era numerosa y vivíamos en el campo. Un día ayudé a un compañero que tenía dificultades con matemáticas y nos hicimos amigos. Otro día los otros comenzaron a burlarse por mis pantalones y mi amigo me defendió. Desde ese momento no hubo más problemas. Tenemos que ser por lo menos dos para poder luchar contra las ideas erróneas. En un lapso de poco tiempo todos nos hicimos más amigos, y cuando hubo que elegir el nuevo líder de la clase me eligieron a mí. (E.C. – Italia) El mendigo En nuestra comunidad todos los días pedimos la bendición de Dios sobre nuestros alimentos y pedimos también que sepamos compartirlos con el que no tiene nada. A la hora del almuerzo tocó a la puerta un mendigo conocido y no teníamos nada más que un poco de polenta para el almuerzo y para la cena. No teníamos plata. Le dije al mendigo que lamentablemente no teníamos nada. Cuando me senté a la mesa pero no tenía hambre. Me da vueltas en la cabeza la frase: «Den y se les dará». Entonces tomé lo que teníamos y se lo di al mendigo que estaba esperando. No mucho tiempo después llamaron nuevamente a la puerta. Una chica traía un gran plato de polenta: «Lo manda mi mamá». Es increíble la puntualidad de Dios. (Sor Madeleine – Burkina Faso)
Poner en práctica el amor
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