Un libro para el examen «Asisto a la Facultad de Arquitectura. Tenía que dar un examen muy importante para el cual me faltaba un libro fundamental, pero como era un libro español costaba cuatro veces más del precio normal. Era el último día para inscribirse en ese examen y estaba desesperado. Saliendo de la Universidad, corrí a una iglesia cercana y le pedí ayuda a Jesús, pidiéndole que me ayude conseguir ese libro “antes de mediodía”. Poco después, en la facultad, sentí que me llamaban: era un colega que no veía hacía tiempo. Cuando supo mi problema, insistió para acompañarme a la casa de una estudiante que apenas conocía. Ella tenía ese libro, y además estaba contenta de prestármelo. Era mediodía. Algunos días después, cuando vi en ese texto errores tipográficos y que faltaban algunas páginas importantes, le avisé a la casa editorial con un e-mail. Para agradecerme, una semana después la editorial me mandó por correo urgente un libro gratis. ¿Cómo no descubrir en todo esto el Amor de Dios?» (S.G. – Argentina) En el lugar de mi marido «A menudo, después del trabajo, mi marido se acuesta en el sofá a mirar una película. A mí, que espero un poco de ayuda después de una jornada de tareas y compromisos con los hijos, esta actitud suya me crea tensión y rencor. Un día, impulsada por el consejo de algunos amigos que me sugirieron que me pusiera a amarlo en primer lugar sin esperar nada, probé ponerme en su lugar: pensé que su trabajo era muy esforzado y que necesitaba encontrar en casa ternura y comprensión. Así, dejando de lado mis ocupaciones, me senté a su lado a ver una película y a intercambiar opiniones» (G. G. – Siberia) Ayuda recíproca «El marido de mi vecina fue operado de urgencia y en la casa quedó solo el hermano de 70 años, que no tiene habilidad con el horno. A pesar de que en ese momento mi marido y mi madre estaban enfermos, me ofrecí para auxiliarlo. Durante 15 días, mientras cuidaba a mis enfermos, cociné también para él. Y el domingo lo invité a almorzar en nuestra casa. Él intercambiaba trayendo algunos alimentos que tenía. Se convirtió ya en un familiar nuestro». (C. – Italia) Pedir disculpas «Con mi temperamento fuerte, autoritario e independiente tenía la tendencia a juzgar a las personas. Este modo de ser hacía que fuera difícil relacionarme con los demás y también con mi marido. Hace tiempo me pasó que asistí a un encuentro en el cual se profundizaba la Palabra del Evangelio. Allí mis certezas recibieron una fuerte sacudida. Decidí hacer mi primera experiencia en el trabajo, donde soy responsable del personal de un gran negocio con más de treinta empleados. En especial sentía una gran antipatía hacia uno de ellos. Cuando llegaba su turno de recibir el sueldo, le tiraba el sobre con la plata en su escritorio. ¿Y ahora? Probé mirarlo de forma distinta a como lo veía antes, como si me hubiese puesto los lentes. Esforzándome, me acerqué y delante de todos le pedí disculpas. Fue una de las alegrías más grandes experimentadas en mi vida» (D. – Brasile)
Poner en práctica el amor
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