Supe por la TV… Estaba mirando el informativo, interrumpido continuamente por noticias de “interés público”. La última por ejemplo decía: “Se busca urgentemente el medicamento…” ¡Dios mío! Escribí rápidamente el número de teléfono y llamé. Me respondieron que quien necesitaba ese medicamento era una anciana y que de verdad era urgente, vivían en mi misma ciudad. Me puse en contacto inmediatamente con la hija de la señora, pero en ese momento la situación en las calles del centro no me permitió salir. Nos pusimos de acuerdo para encontrarnos el día siguiente, de mañana temprano, frente a un centro social de salud. Cuando efectivamente nos encontramos, la señora me preguntó: “¿Cuánto cuesta el medicamento? Lo pedí a los Estados Unidos pero no me lo pudieron enviar”. “Nada, señora”, le respondí. “Rezamos juntas para que la paz llegue pronto a Venezuela”. No nos conocíamos, pero nos dejamos con un abrazo. Hay más alegría en dar que en recibir Me llamó por teléfono una amiga: “¿Por casualidad tienes esta medicina? No logro encontrarla por ningún lado…”. Se trataba justamente de un producto que una persona había donado a mi parroquia. En ese momento había pensado: “Pero, ¿le servirá a alguien? Es un medicamento un poco específico…”. Y sin embargo era justamente eso lo que requería mi amiga, con indicaciones muy precisas y, además, ¡en una presentación de 50 comprimidos! Dios sabe lo que cada uno necesita. Estábamos viviendo una alegría compartida, pero tal vez, mi alegría era mayor. Crear puentes con personas de otras Iglesias. Me llegó un sms: “Estaría necesitando este medicamento, ¿por casualidad lo tienes?”. Sí, lo tenía, y así que le pedí a Armando (mi esposo) que se lo llevara, ya que la persona que me lo había pedido es evangélica como él. Pensé también que le podía proponer: “Si por acaso tienes alguna medicina que no estás utilizando, ¿puedes donarla?”. Ella me manda una que es difícil de encontrar en las farmacias, junto con un nebulizador. El mío se lo había dado a otra persona que no lograba expectorar a causa de la fuerte tos. Para mí fue vivir la frase del Evangelio: “Den y se les dará”. Además, el que me llegó es de mejor calidad y con menos efectos secundarios del que tenía yo. Es sorprendente: cuando se da, el amor se transforma en fraternidad. Domingo, día de descanso… ¡Es domingo! ¡Al fin, descanso! Tenía programado ver una película muy interesante, cuando de forma imprevista tocan el timbre. Comienzo a temer que mi descanso peligra. Mi hijo, viendo mi reacción, me pregunta si quiero que diga a quien tocó el timbre que pase en otro momento. Casi, casi, le digo que sí… pero no… abro yo. Frente a mí me encuentro con una conocida que me pregunta si estoy ocupada. La expresión de su rostro indica que el tema es urgente. La hago pasar. “Tengo que verdad hablar con Ud…”. “De acuerdo, adelante. Está también mi marido: ¿le parece bien si hablamos también con él?”. Estamos tres horas escuchándola. Nos dice que quiere divorciarse, pero antes de comunicarlo a su marido y comenzar con los trámites pensó en hablar con nosotros. No es fácil escuchar su desahogo, lleno de dolor, incomprensiones, rabia… Al final, se le aclaran muchas dudas. Concluimos con una oración y con su decisión de ponerse a amar en primer lugar. Así que vuelve a su casa con una nueva fuerza, dispuesta a luchar para salvar su matrimonio. Fue un domingo vivido como “el día del Señor”, en el que hicimos lo que creemos habría hecho Jesús: amar sin juzgar.
Poner en práctica el amor
Poner en práctica el amor
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