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Las últimas dos jornadas del encuentro ecuménico de los obispos amigos de los Focolares tuvieron como centro el Patriarcado greco-ortodoxo, sede del Patriarca Bartolomé I, para participar en la fiesta de San Andrés. Desde hace 1700 años el Patriarcado es el punto de referencia para los ortodoxos que hoy día son alrededor de 300 millones de personas en todo el mundo.
El domingo 29 de noviembre en la tarde, la gente fue llegando poco a poco, algunas mujeres con velo para cubrirse la cabeza. No eran sólo ortodoxos de Estambul sino también griegos, rusos.
Es impresionante ver la fila de 35 obispos de 16 iglesias distintas dentro de la Iglesia de San Jorge. Es la primera vez que participo en una liturgia ortodoxa. Se participa con todos los sentidos. Los ojos quedan extasiados ante los vivos colores de los íconos. Es un río de luz. El oído se ve estimulado por la cantilena en griego antiguo, por los cantos que conducen al misterio de la oración. El olfato lo estimula el incienso que perfuma el alma. El gusto es provocado por la Eucaristía y por el pan “antidòro”. Es un pedazo de pan bendecido que se distribuye al final de la celebración. La finalidad tanto de las vísperas del domingo en la tarde, como de la larga liturgia del lunes 30 de noviembre, fiesta de San Andrés, no es recitar oraciones, sino convertirse en oración, como decía Orígenes: «Toda nuestra vida debería ser una oración extendida e ininterrumpida».
Al tomar la palabra, el Patriarca Bartolomé hizo una comparación entre Andrés, el hermano de Pedro, el “primer llamado” y Chiara Lubich, la “primera llamada” al carisma de la unidad. «No tenemos derecho a desanimarnos –concluyó- ante el ruido de tantos horrores que son perpetrados por las calles del mundo, tenemos en cambio el deber de anunciar a todos que sólo el diálogo, la comprensión, la actitud positiva que proviene de nuestra fe en Cristo puede vencer. El santo apóstol Andrés no tuvo dudas al encontrar al Maestro, tampoco Chiara tuvo dudas de confiarse a Él. Igual nosotros, conscientes de todas nuestras responsabilidades, no tenemos dudas del camino que hemos emprendido, en el encuentro entre nuestras Iglesias, en el encuentro entre credos, en el encuentro con la humanidad que sufre, porque sólo el Amor puede vencer, y las puertas de los Infiernos no prevalecerán contra ella».
Ha sido un reconocimiento público al papel que tuvo Chiara en el camino ecuménico. Un carisma que ha estimulado también a Bartolomé I, muy activo en la campo del ecumenismo con sus recientes viajes a Italia, Inglaterra, Bélgica, Bulgaria. Le preguntamos el motivo de su incesante trabajo por la unidad.
«Porque es la voluntad del Señor –responde Bartolomé I-, el mismo Jesús ha rezado al Padre por la unidad de todos los creyentes. Su oración, su voluntad es un mandamiento para nosotros. Nosotros tenemos que rezar y trabajar para la realización de esta divina voluntad. De este modo la unidad sería un aporte a la paz del mundo, a la fraternidad entre las naciones. Y hoy el mundo tiene más necesidad que nunca”.
Del enviado Aurelio Molè
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