Un sacerdote de la ciudad de Gaeta (Italia), que siendo párroco no sólo se entregó completamente a sus parroquianos, sino que también los involucró en favor de la ciudad. El Padre Cosimino Fronzuto fue un sacerdote italiano que nació en Gaeta en el año 1939. Murió a los 49 años, en 1989, tras una intensa vida dedicada al servicio del prójimo, de los más necesitados y de la sociedad en su ciudad. Vivía cerca del mar, pero no le gustaba meterse al agua y tenía miedo de ir a la profundidad. Un día, cuando era niño, quiso vencer esa dificultad, se largó al agua y, para demostrar que había llegado al fondo, puso la mano en la arena recogiendo, muy sorprendido, un pequeño crucifijo de hierro, que luego llevó consigo toda la vida. En el año 1963 fue ordenado sacerdote y empezó el servicio como vicerrector del Seminario diocesano local. Cuando conoció la espiritualidad de la unidad, se unió al Movimiento de los Focolares. En 1967 fue nombrado párroco de la parroquia San Pablo Apóstol de Gaeta, cargo que desempeñó hasta los últimos días de su vida. En esos años, floreció el Movimiento Parroquial, expresión del Movimiento de los Focolares en la Iglesia local, que generó muchos frutos sobre todo en jóvenes, que hoy se encuentran comprometidos en Gaeta, como sacerdotes, en la familia, en la vida política y en varios ámbitos civiles y profesionales, en las diferentes realidades del Movimiento de los Focolares y que siguen siendo muy activos en la vida parroquial. Durante el ministerio pastoral ejercido en la parroquia, con su estilo lleno de amor y de atención para con todos, particularmente respecto de los últimos (madres solteras, ex presidiarios, drogadictos, gente en situación de calle, personas sin rumbo), enfocó la comunidad apuntando con simplicidad, pero con fuerza y decisión, sólo a vivir el Evangelio en todas las situaciones y en las realidades más distintas. A raíz de ello, no le faltaron ocasiones para tomar posición respecto de situaciones sociales alejadas de una dimensión realmente humana y cristiana. Escribía en su diario: “Hemos observado que en las horas de catequesis había chicos muy mal vestidos, desnutridos, y me acordé que en esa misma familia los chicos mayores no habían recibido ni la Confirmación ni la Comunión, nada de nada. Estábamos a mediados de marzo, y pensé: si no los traemos ahora, no los traeremos nunca más. Entonces fui a esa casa y me di cuenta (eran las 12,30) de que estaban cocinando una simple pasta y que no había otra cosa que comer para todos ellos. Me di cuenta de que a pesar de que el jefe de la familia era un pequeño empresario, faltaba incluso un vidrio en la puerta que daba al balcón y en esa habitación, en donde faltaba el vidrio, dormían algunos de los diez hijos. Enseguida me puse a hablar del catecismo, pero trataba de mirar a mi alrededor para percatarme de la situación. Luego, por la noche, después de la adoración, hablé con la comunidad sobre lo que había visto. A medida que me iba dando cuenta de las cosas, recogía todos los datos: indigencia, avisos de embargo, problemas de salud de los niños. Entonces, nos pasábamos la mañana pensando solamente en esa familia, para ver según distintos aspectos cómo era el cuadro, compartir el trabajo, asegurarnos de que tuvieran comida y, al mismo tiempo, atender a los grandes para que recibieran una verdadera catequesis. Una tarde me pareció que tenía que hacerles una propuesta a todos. Dentro de mí yo había decidido, pero ¿qué valor tenía mi decisión de párroco? Podía ser valedera, sin duda, pero yo quería que la decisión viniera de Dios y por lo tanto elegida en la unidad con la comunidad que me daba la garantía de que fuera Dios mismo quien realizara las cosas. Fue así como les propuse poner a disposición de esa familia los alrededor de dos millones de liras que teníamos en la parroquia para resolver el caso hasta que pudieran regresar al trabajo. Debo decir que desde un primer momento todos se mostraron favorables. Ése fue el comienzo, y luego esa situación fue teniendo distintos desarrollos. Incluso ayer participé en una reunión de propietarios del edificio en la que habían decidido quitarle al padre el trabajo que había empezado y no había terminado. Hice todo lo posible para que lo acabara y pudiera contar con ese dinero. El camino será muy largo todavía, ya hace más de un mes que estamos acompañándolos, estando al lado de ellos. En un momento el padre me dijo: “Me están volviendo las ganas de vivir”. Pero este trabajo no lo he hecho yo solamente, sino que ha sido algo colectivo; muchos van a llevarles lo que necesitan, y no nos preocupamos tanto por la falta de cosas materiales, sino que nos preocupa que no les falte el amor, porque son personas evidentemente que no han sido amadas; en realidad, de alguna manera, se han visto pisoteadas en ciertos derechos (…)”. El domingo 21 de enero de 2024, el Arzobispo de Gaeta, Monseñor Luigi Vari en una catedral colmada de personalidades civiles, religiosas y de fieles, dio comienzo a la causa de beatificación del Padre Cosimino Fronzuto.
Carlos Mana
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