El Palau Robert de Barcelona, con sus jardines, es una especie de refugio verde reparado de las caóticas calles de la ciudad. Allí fueron acogidas, a partir del 13 de julio pasado, unas setenta personas, provenientes de distintos lugares de España, Italia y Croacia, reunidas para el Simposio Internacional “Escuelas inclusivas: innovación social, infancia y deporte”, organizado por el Laboratorio de Investigación Pro-social Aplicada (LIPA), por la Universitat Autònoma de Barcelona y por la red internacional Sportmeet. Docentes, fisioterapistas, deportistas se reunieron para un intercambio sobre proyectos de inclusión, modelos de intervención ante la discapacidad a partir de una óptica de inclusión social, partiendo de la convicción de que todas las etapas de la vida son dignas de ser vividas. La vida misma tiene necesidad de espacios de debilidad para experimentar en sí misma su propia capacidad de recuperación. Los días siguientes, el Centro Mariápolis “Loreto” de Cartell d’Aro (Girona) acogió la Escuela de Verano, un espacio de intercambio y aprendizaje sobre el tema del deporte inclusivo. Fueron unos veinte los participantes, bajo la guía experta de Eugenio Jiménez y de Javier Lamoneda, quienes experimentaron, a través de los juegos, qué significa “ponerse en el lugar de la persona discapacitada”. La experiencia deportiva, que es de por sí una posibilidad de confrontación con el límite, ofrece argumentos para la reflexión sobre la relación de la vida misma con los obstáculos, el sufrimiento, el malestar. Mediante las reflexiones, Paolo Crepaz de Sportmeet llevó a los participantes a preguntarse sobre el concepto del límite, como barrera, obstáculo, sufrimiento o malestar en términos generales, desde la óptica (contraria, respecto al sentir común) según la cual, la presencia misma de un límite podría convertirse en una potencialidad, en la posibilidad de “tender constantemente y por hábito adquirido a la fraternidad universal” (Chiara Lubich). Sorprende la capacidad que tiene la actividad deportiva de afrontar y superar los obstáculos, de incluir e integrar, de abatir barreras en todas las latitudes y en todos los contextos sociales. Por ejemplo, ¿cuánto puede hacer un balón para unir, en una soleada plazoleta en las vacaciones o dentro de un campo de refugiados? Los participantes dialogaron en un clima de confianza y estima recíprocas. Javier Lamoneda Prieto, profesor de Educación Física de Jerez de la Frontera (Cádiz, España) compartió su experiencia: “Parece que se forjó, en estos días, un equipo que quiere hacer de la actividad física un recurso para el encuentro entre distintos actores y profesionales del deporte, trazando principalmente dos ámbitos de acción: el académico y el social. Por primera vez se desarrolló un programa formativo en conjunto con una Universidad pública”. Roberto Nicolis, técnico socio-deportivo de Verona (Italia) dijo: “El ´limite que yo a menudo experimento es el que separa a las personas unas de otras, la discapacidad, precisamente. Reducir la distancia mediante el compartir, el conocimiento y las experiencias nos hace sentir más cercanos”. Roberto Macri, Presidente de la Fundación Obra Santa Rita, de Prato (Italia), expresó: “Han creado sobre todo una posibilidad de reflexión sobre nosotros mismos y los valores que le dan un sentido a nuestro compromiso. No sólo a nuestro compromiso profesional o de voluntariado, sino más en general a lo que puede dar un sentido más profundo a nuestro ser hombres y mujeres”.
Poner en práctica el amor
Poner en práctica el amor
0 comentarios