Acogida «La administración de mi ciudad estaba creando un servicio especial para los inmigrantes. He sentido el impulso de ofrecer mi disponibilidad para este nuevo servicio. He tratado de saber quien, en el edificio donde vivo, había respondido a la llamada. Encontrándome con varias familias me he dado cuenta de toda la aversión que existe hacia los extracomunitarios. En el mismo lugar de trabajo a muchos de mis colegas les molestaba la presencia de los inmigrantes, a los que veían solo como rivales para la obtención de un trabajo o una casa. Al principio, hablando con los colegas y tratando de poner de relieve la importancia de acoger al otro, aunque sea diferente de nosotros, parecía que mi argumento era absolutamente ineficaz. Pero lentamente he visto que tanto ellos como los inquilinos de mi edificio han empezado a demostrar una actitud más “suave”.» (E. M. – Italia) El inicio de una fe nueva «Recuerdo que acababa de llegar a mi lugar de trabajo cuando empezó un bombardeo brutal. Con los otros colegas fuimos a protegernos en el subsuelo con la oreja pegada a la radio para tener noticias. Fue así como supe que el barrio donde trabajaba mi marido también había sido bombardeado. Me sentí mal, estaba a punto de desmallarme. En ese momento en mi mente se abrió camino un pensamiento: «Dios mío, ahora me estás pidiendo que renueve mi fe en ti». Le encomendé a mis niños, a mi marido, a mis padres, pidiéndole que no permitiera que nos alejáramos de él; le pedí sobre todo que los niños, si se hubieran hallado sin padres, encontraran en su camino a personas que los supieran guiar hacia él. Fue un momento inolvidable con el corazón abierto hacia Dios. Desde ese momento vivo mi vida con fe y con una gratitud infinita. » (H. S. – Libano) Limpieza «Un día el propietario del edificio donde vivo decide eliminar todas las antenas TV que están sobre el techo, seguramente por motivos estéticos, Pero a pesar de ello en el inmueble se instaura un clima de batalla. Pero, ¿cómo vencer a “Goliat”? El Evangelio me sugiere que tome el camino de la humildad. Ya que el portero estaba ausente por motivos de salud, la limpieza de las escaleras y de la entrada dejaba mucho que desear. Puesto que los otros inquilinos no se soñaban para nada limpiar ni siquiera el proprio rellano, tomo yo la iniciativa y me pongo a limpiar las escaleras desde arriba hasta la acera. Lo hago con alegría y con ganas. Esa misma noche el propietario llama a mi puerta y con gran amabilidad propone poner él mismo mi antena de televisión allí donde estaba. Desarmado y asombrado, aprovecho de sus buenas intenciones para pedirle que instale también las otras antenas. Al final todo vuelve a su lugar. Con los vecinos, desde aquel momento, empieza una relación muy diferente. Ahora, además, limpian a turno las escaleras.» (B. M. – Francia)
Poner en práctica el amor
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