Como un sitio siempre abierto donde todos están llamados a “hacer”. Esta es la paz, no solo la ausencia de guerra o un concepto abstracto. Es algo que debemos construir juntos afrontando todas las dificultades y partiendo por lo pequeño. Otro Rob Rob se había ido de casa después de una discusión que pareció poner fin a nuestro matrimonio. Habían pasado dos años desde su partida, sin noticias de él salvo alguna información dada por sus padres: estaba haciendo las audiciones para una película y empezaba a incursionar en el mundo del cine. Cuando regresó de Italia decepcionado y sin un centavo, parecía un perro apaleado. Llorando, pidió perdón. El hombre que había amado, estimado y elegido como compañero de vida me parecía ahora un extraño, un fracaso. ¿A dónde estaba su orgullo? ¿Y la belleza que era su vanagloria? En cuanto a mí, durante la ausencia de mi esposo me había acercado más a la fe y había comenzado a apoyar mi vida en valores que había descuidado. Cuando regresó, me pareció que Dios estaba probando mi fe. Salí reforzada. Ahora él también ha encontrado no solo una nueva paz, sino que juntos estamos descubriendo una nueva forma de vida. Solo ahora parece que estoy empezando a conocer a otro Rob. (R. H. – Suiza) Constructores de unidad Durante una reunión de trabajo online, en mi grupo integrado por miembros de diferentes países, luego de las distintas presentaciones, alguien arriesgó imprudentemente las definiciones de los demás según el “color” político, con acentos de nacionalismo y fascismo. La tensión que surgió terminó degenerando en un escandaloso intercambio de palabras. Como periodista que había viajado mucho y también había estudiado la historia de los países en cuestión, mi opinión era muy diferente a la de quien, por otro lado, se basaba en rumores y en lo que decían los medios. Ese día la sesión fue un verdadero fracaso. Al día siguiente, preparándome para otro grupo de trabajo, estaba dispuesto a resaltar en cada participante solo los elementos que construyen y no los que dividen. Las cosas fueron de otra manera, tanto que cuando llegó mi turno de intervenir, todos se sintieron valorados. De ahí una reflexión: uno puede llegar a ser, aunque sólo sea en silencio, cómplice de la desintegración o bien un elemento constructivo y de unidad. La realización del sueño de Jesús “que todos sean uno” es costosa. (G.M. – Hungría) En el silencio En el hospital tenía que hacer guardia nocturna con otro médico. Cristiano, pero no practicante, al verme asistir a misa casi todos los días, a menudo se burlaba de mí. Nuestro turno duraba toda la noche, pero él me dejaba al final de la tarde y eso significaba mucho más trabajo para mí. A pesar de esto, traté de mantener una actitud abierta hacia él, sin juzgar, durante un mes, dos… Un día expresó el deseo de venir a misa conmigo («En estos meses, por tu forma de amar en silencio, he aprendido muchas cosas»). Desde entonces, no solo hace su turno hasta el final, sino que se preocupa que no me canse demasiado durante la noche. (Bashar – Iraq)
Maria Grazia Berretta
(tomado de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VII, n.4, noviembre-diciembre de 2021)
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