Inmigrantes Vivimos en un país reacio a acoger a los inmigrantes. Un día en mi familia hablábamos de este tema y, queriendo vivir la Palabra de Jesús, nos dijimos que son inmigrantes también los marginados. No mucho tiempo después, supimos de un chico que venía del mundo de la droga y no tenía a nadie que se ocupara de él. Lo recibimos en casa hasta que se estabilizó, superando la dependencia que lo aquejaba y encontrando un trabajo. Incluso después de que se fue seguimos el contacto con él. Hoy es un padre feliz, con una familia serena. R. H. – Hungría El galpón Anciana y sin hijos, Marie transcurría a menudo sus tardes con nosotros. Un dia, aludiendo a un galpón que tenemos detrás de nuestra casa, nos confesó que le hubiera encantado vivir allí. Hablamos con mis hijos y decidimos satisfacer su deseo. Tras haber conseguido los permisos necesarios, transformamos el galpón en una pequeña casa unida a la nuestra por una puerta interior. No sólo para Marie, sino también para toda nuestra familia, se abrió una puerta, una modalidad nueva de entender la soledad de muchas personas. Nos sentimos verdaderamente enriquecidos. C. J. B. – Bélgica Resplandeciente Desde hace muchos años estoy paralizada en la cama. El jueves pasado vinieron a verme dos focolarinas y para mí fue una alegría muy grande. Luego, le comunicaron a una amiga que me habían visto “resplandeciente” y este comentario de ellas me sorprendió mucho. Le agradecí a Dios, pidiéndole que me ayudase a estar siempre así. Al día siguiente me desperté con un gan dolor de espalda. Era la ocasión para seguir estando “resplandeciente”, incluso en el sufrimiento. Lo mismo sucedió algunos días después. Esta actitud es la que trato de mantener en este tiempo, y si bien no siempre lo logro, por lo menos lo intento. N. P. – Venezuela La leche En la difícil situación económica que atravesaba el país, todo estaba racionado y los negocios estaban vacíos. A raíz de una grave descalcificación de los huesos, Rosa necesitaba beber mucha leche, pero era difícil de encontrar. Un día una vecina fue a su casa para pedirle un poco de leche para su hijito, porque desde hacía días que no tomaba ni una gota. Rosa le ofreció enseguida la que le quedaba, a pesar de las protestas de sus hijos. Antes del atardecer le llegaron ocho litros de leche. Con lágrimas en los ojos, Rosa exclamó: “Dios no se deja vencer en generosidad”. M. C. – México La suegra Rosita y yo habíamos llevado a mi suegra, que vive en una casa para ancianos y que tiene dificultades de motricidad, a dar un paseo. También mi cuñada estaba con nosotras. Agradecidos a Dios por la hermosa jornada de sol, durante el paseo nos paramos para desayunar en un bar frente a una plaza, en un pueblo cercano. Entre nosotras había armonía y alegría. Cuando pedimos la cuenta, nos dijeron que otro cliente había pagado ya por nosotras, maravillado por los cuidados y atenciones que brindábamos a una persona anciana. Feliz, mi suegra lo confirmaba. R. – Suiza
Poner en práctica el amor
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