Ser testigos auténticos sin resignarnos nunca. Vivir el Evangelio en la vida de todos los días nos exigen esto, poner de lado nuestros temores e ir más allá de nuestros límites o de nuestras convicciones; confiar en los dones que Dios nos ha dado porque allí reside nuestra fuerza. Sin rencor La Misa estaba concluyendo. Mientras el Padre Carlos, nuestro párroco, impartía una bendición especial a uno de los parroquianos que estaba cumpliendo noventa años, yo intentaba sacar una foto de la escena. También estaba presente en la ceremonia su hermana, que había venido por la ocasión desde la Suiza francesa. A la salida de la iglesia me acerqué a ella y le pedí su número de celular para poder mandarle toda la serie de fotos. Me lo dio con mucho gusto, agradeciendo. Más tarde me llamó a mi casa, mientras yo no estaba; le respondió mi esposo, quien a mi regreso me dijo: “¿Pero tú hablas con esa persona a pesar de todo lo que nos hizo?”. Se refería a viejos desencuentros entre esa señora y nosotros. “¡Claro! -le respondí-. No quiero irme de este mundo guardando rencor a nadie. La verdad es que somos todos hermanos, aunque algunas veces se nos olvida”. Mi marido no replicó nada, pero por un tiempo lo vi más bien pensativo. (Loredana – Suiza) El examen Vivo en Florencia con otros cuatro amigos, que también son estudiantes universitarios y, como yo, desean modelar su vida de acuerdo al ejemplo que nos dio Jesús. El apartamento donde vivimos es muy húmedo y para calentarnos usamos una estufa de leña. No es la única dificultad, pero sin embargo es un incentivo para querernos auténticamente. Por ejemplo, con el compañero con el que estaba preparando un examen teníamos tiempos y métodos diferentes. Quería desistir y proponerle que cada uno estudiara por su cuenta. Pero cuando hablé con los otros chicos me aconsejaron que siguiera insistiendo, que intentara comprender mejor a mi compañero de estudios. Entendí que tenía que seguir amándolo. No faltaron los momentos de tensión y desánimo, pero él me decía que le gustaba venir a estudiar a nuestra casa, porque había un clima distinto. Al final, nos fue bien en el examen y él quiso que lo festejáramos en la pizzería, pero no solo conmigo sino con todos nosotros y dijo: “el examen superado es el fruto de querernos, pero también de la compresión de tus amigos”. (Gioacchino – Italia)
A cargo de Maria Grazia Berretta
(Tomado de” Il Vangelo del Giorno” (El Evangelio del Día), Città Nuova, año VIII, n.2, septiembre – octubre 2022)
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