El “corazón” es lo más íntimo que tenemos, lo más escondido, lo más vital; el “tesoro” es lo que tiene más valor, lo que nos da seguridad para hoy y para el futuro. El corazón es la sede de nuestros valores, la raíz de las opciones concretas; el lugar secreto en el que nos jugamos el sentido de la vida: ¿a qué le damos realmente el primer lugar? En el metro Mientras iba en el metro, repasaba un tema que me parecía muy importante para el examen que estaba por rendir. En una estación más adelante, entró otra estudiante, que conozco. Tenía que dar el mismo examen y me preguntó un tema que para mí era de muy poca importancia. Viendo su nerviosismo, “me olvidé” de mi programa y me dediqué al tema que ella me proponía. Cuando más tarde me presenté a dar el examen, el profesor me preguntó justamente el tema que le había explicado poco antes a mi compañera. (M.L. – Alemania) Una vida encendida por Dios Soy turca, musulmana. Cuando le dije a mi esposo, Sahib, que creía estar embarazada por cuarta vez, él empezó a hacerme una lista de todos los sacrificios que deberíamos afrontar de allí en más. Quedé muy confundida y entonces le pregunté a mi ginecóloga si aún estaba a tiempo de abortar. Me dijo que lo único que tenía que hacer era ponerme en la lista. Pero dentro de mí advertía que nadie en el mundo tenía la autoridad de apagar una vida que Dios había encendido. Los meses siguientes fueron muy duros, pero yo ya estaba decidida a luchar. Varias amigas, cristianas y musulmanas, estuvieron a mi lado. Leyendo el Corán sentía el calor de Dios, que me daba fuerza. Sahib poco a poco volvió a encontrar la paz. Nunca habíamos sido tan felices como ahora con este niño. Con él, Dios ha venido a vivir bajo nuestro techo. (F.O. – Alemania) Enfermo terminal En los días que pasé en el hospital por un tumor irreversible, experimentaba la cercanía de Dios y sentí que me invadía una grande e inexplicable felicidad. Trataba de estar cerca de los otros enfermos, y nos sentíamos hermanos, no sólo en nuestra habitación, sino también con los demás. Cada vez que alguno se iba por el alta, la separación era un dolor. Parecía que la enfermedad era una ocasión para ir en profundidad en nuestras relaciones. Ahora que las fuerzas disminuyen, siento que la fraternidad construida en el hospital me acompaña y me sostiene en este último trecho del camino. (M.J. – Francia) Solidaridad Desde un hospital nos había llegado el pedido de hacer algo por una chica albanesa de 19 años que acababa de dar a luz. Junto con su marido y un hermano vivían en un coche. Mi esposo fue a pedirle al director del hospital si podía tener a madre e hijo hospitalizados aún durante unos días más; y tras su consentimiento les pregunté a mis padres si estaban dispuestos a alojar a la familia en un viejo apartamento de su propiedad. Con la ayuda de dos chicos albaneses y otros amigos, mi marido se puso a pintar las habitaciones. Un amigo puso a disposición algunos muebles, un fontanero hizo gratuitamente trabajos que eran necesarios. Cuando salió del hospital, L. encontró una casa acogedora. Los servicios sociales del Municipio le consiguieron una comida al día, mientras no tuviera un trabajo. (A.A. – Italia)
Recopilado por Chiara Favotti
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