Seguir la Estrella que lleva al Niño Jesús y convertirse en peregrinos. Siguiendo el ejemplo de los Magos, este tiempo es una oportunidad preciosa para volver a ponernos juntos en camino dando testimonio, día tras día, al prójimo de la maravilla que habita en esa gruta y viene a hacer nuevas todas las cosas. Lo positivo en el cambio Al repasar la vida de todo un año marcado por la pandemia imprevista, tengo la impresión de estar viendo una película de acción que nos ha desorientado un poco a todos, padres e hijos. Tener que cambiar programas y ritmo de vida a menudo ha sido duro, agotador, pero también es cierto que ha traído un soplo de aire fresco a nuestra familia. De hecho, hemos notado, nuevas posibilidades de relacionarnos, de necesidades que antes no nos importaban. Si con los hijos la fe había resultado ser un tabú, ahora estamos frente a nuestras debilidades, miedos con dimensiones planetarias, a preguntas que antes estaban dormidas. El verdadero cambio, sin embargo, comenzó cuando nos preguntamos el significado de lo que estaba sucediendo. Acostumbrados a tener respuestas a todas las preguntas, esta vez estábamos desconcertados ante lo desconocido. En resumen, nos encontramos más solidarios no solo entre nosotros en la familia, sino que ampliamos nuestra mirada hacia los demás. Nos encontramos considerando a la humanidad como una familia. (R.F. – Francia) Amor circulando entre los presos Soy voluntario en la prisión de mi ciudad, y con otros me ocupo del “Proyecto lectura Città Nuova”, en el que participan muchos internos semanalmente; además animo la misa dominical. Uno de ellos parecía lamentar no poder acercarse a la Eucaristía porque no tenía la formación catequética, así que le propongo prepararlo. Feliz, me agradece y junto con el capellán elaboramos un programa para las lecciones. Algunos otros presos se agregan espontáneamente. A los pocos meses estamos listos y en la fecha elegida para recibir el sacramento, para mi gran sorpresa, la iglesia se llena: los compañeros de sección, que rara vez asisten a los servicios religiosos, vienen a misa bien vestidos. No solo eso: recordando la infancia, se encargan de los cantos, lecturas, oraciones de los fieles. Emocionados como todos nosotros, disfrutan del ambiente familiar que se ha creado, donde nadie se siente solo. (Antonietta – Italia) De rodillas Vive solo en un tugurio sucio, medio paralizado y reducido a piel y huesos. Debe tener un poco más de 60 años, pero parece mayor. A este hombre que durante años había abandonado la fe y los sacramentos, la primera vez que fui a llevarle alimentos y algo de ropa le propuse rezar juntos. Ya no se acordaba del Padrenuestro, solo conocía el Ave María. Cuando me despedía, le pedí su bendición, aunque si yo era más joven que él, extranjero y, a sus ojos, un extranjero rico. Levanté su mano paralizada e hice la señal de la cruz en mi cabeza. Él, ese pobre hombre, me miró con ojos llenos de alegría, sorpresa y lágrimas. La nuestra ahora se ha convertido en una cita semanal. Cada vez decimos algunas oraciones juntos, que han surgido en su mente. Las recita en voz alta. La única posición posible para estar más cerca de él es arrodillarme junto a su cama, y mientras tanto pienso: “Aquí estoy, Señor, de rodillas ante ti”. (L.B. – Tailandia)
Maria Grazia Berretta
(tomado del Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VIII, n.1, enero-febrero de 2022)
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